Entrevista | José Manuel Prieto Fernández del Viso Doctor en Historia, una de las referencias regionales en el estudio de la emigración asturiana a América
"Hay muchas lecciones que aprender de los emigrantes asturianos, como su ética del esfuerzo y el valor que daban a la educación"
"Con la emigración asturiana hubo un proceso de selección: emigraban los más emprendedores y, además, llegaron a países que les ofrecían oportunidades que no iban a encontrar en Asturias, por eso algunos alcanzaron posiciones muy relevantes"
José Manuel Prieto Fernández Del Viso, doctor en Historia, es docente en el IES Universidad Laboral y profesor asociado de la Universidad de Oviedo en el área de Historia de las Instituciones Económicas del Departamento de Economía. Está especializado en la emigración económica tradicional de los asturianos a América y es uno de los expertos más destacados en este ámbito en la región. Colaborador habitual de la edición “Asturias Exterior” de LA NUEVA ESPAÑA, es autor de numerosos artículos y estudios. Su último libro lleva por título “Emigrantes y capitales indianos en el despegue de los servicios públicos en Asturias (1850–1936)” fue premio “Juan Uría” de historia en 2023.
-¿De dónde viene su interés por el ámbito histórico de la emigración?
-Ya me interesaba pero, cuando iba a hacer el doctorado, estaba buscando un tema y entonces me destinan de profesor al instituto de Boal y ahí me encuentro con el mundo de la emigración. Empecé haciendo el trabajo sobre la Sociedad de Naturales del Concejo de Boal y comencé a colaborar con el Ayuntamiento boalés, que creo que es un ejemplo en el estudio del legado de los emigrantes. (Prieto organiza anualmente un simposio sobre la emigración en Boal). Creo los asturianos no somos conscientes de lo que tenemos a nuestro alrededor. Por ejemplo, cuando doy clase en la universidad y trabajamos ese tema, pregunto cuál fue el origen del Centro Asturiano de Oviedo (un hospital antituberculoso construido por los emigrantes asturianos) y casi nadie lo sabe. O pregunto por el origen de El Corte Inglés y desconocen que sus fundadores fueron emigrantes asturianos que se habían formado en los almacenes El Encanto en La Habana.
-En Boal encontró entonces la huella fresca de la emigración.
-En Boal empiezo a trabajar el tema de la emigración y la construcción de escuelas por parte de los emigrantes. Allí veo cómo ese pasado emigrante está latente. Todavía vive el recuerdo de lo que hicieron los americanos y el respeto hacia los inmigrantes. Los llaman americanos. No los llaman indianos, como en el Oriente, aunque el término sea un poco despectivo. En Boal hice mucho trabajo de campo. Recorriendo las escuelas vas buscando información y veía que existía casi una veneración por lo que habían hecho los americanos. Recuerdo a un señor que ya tenía ochenta años y que había sido delegado de la Sociedad de Naturales de Boal para dirigir la construcción de las escuelas y de encargarse de que aquello funcionase bien. Recuerdo cómo guardaba todos los papeles, con todas las anotaciones. O las fotos que otros guardaban como tesoros. Entonces te das cuenta de la importancia que tenía para ellos la emigración. O cómo otras señoras me contaban que cuando llegaban los americanos traían ¡hasta chicles! Era una auténtica producción de modernidad.
-Eso fue lo que nos aportó la emigración: modernidad.
-Aparte de muchas otras cosas. Los emigrantes entienden que la clave del avance de una sociedad es la educación y participan, en mayor o menor grado, en la construcción de 439 escuelas que tengo documentadas por toda Asturias. Nada menos que 439. Las hay construidas íntegramente por ellos, como la fundación que Pepín Rodríguez impulsa en Colloto. Luego hay otras a las que hacen aportaciones. A veces asumían de forma íntegra la construcción de las escuelas. Otras veces lo que sucede es que no sabemos hasta qué punto llega su aportación, porque además de lo que ponía el Ayuntamiento o el Estado, figuran aportaciones vecinales. ¿Pero de dónde venía ese dinero? Los que tenían dinero entonces eran los americanos.
-La educación fue uno de sus objetivos. ¿Más?
-Sí. Promovieron la educación, pero también los servicios de abastecimiento de agua. Estos emigrantes viven en La Habana, en Buenos Aires o en Puebla, en México. Y fíjese, en Puebla desde el 1860 tiene traída de agua, suministros modernos. Pues estos emigrantes, que tienen ese servicio en sus casas de América, los quieren tener también aquí en Asturias donde que aún no existían a principios del siglo XX. Hasta los años 80, me contaban que en un pueblo de Boal aún tenían que bajar a lavar al río. Pues bien, los americanos conocen esas comodidades de la de la sociedad moderna y las traen a Asturias. Y al traerlas, muchas veces benefician al vecindario. Eso pasó con las traídas de agua, pero también con los caminos, hospitales o infraestructuras eléctricas. Por el estudio que tengo hecho en el Registro Mercantil, entre 1890 y 1910, en el 50% de las empresas de distribución eléctrica que se constituyen en Asturias hay capital americano, socios americanos.
- Eso significa inversión empresarial.
-Siempre se habla de que esa primera fase, antes del 98, cuando lo que hacen es invertir en rentas. Y luego, en una segunda fase, ya notamos mucha presencia de emigrantes que tienen esa idea más empresarial, más moderna, de crear empresas. El ejemplo está claro en César Rodríguez, Ramón Areces y Pepín Fernández, con El Corte Inglés. No lo traen Asturias, pero lo traen a España. Ellos conocen un modelo de empresa en La Habana, los almacenes El Encanto, unos grandes almacenes creados por asturianos que son los más importantes de Cuba y probablemente de Sudamérica. Estos hombres salen de El Encanto por diferentes razones. Sobre todo César Rodríguez -Ramón Areces es todavía muy joven-, y Pepín Fernández se habían convertido en dos grandes dirigentes, hombres muy ricos. Pepín era un genio de la publicidad y del marketing. César era un genio de la gestión. Ellos crean dos grandes centros (Galerías Preciados y El Corte Inglés) que van a revolucionar la distribución comercial en España. Lo mismo pasó con Florencio Rodríguez, que crea el Banco de Gijón, antecedente del Banco Hispanoamericano; o el caso de Pepín Rodríguez, de Colloto, al que llaman el rey del tabaco y que se codea con los grandes comerciantes a nivel mundial.
-Ya es un tópico decir que el asturiano sólo parece emprendedor cuando sale de su tierra.
-Pero veamos quien emigra. ¿Emigra el conformista o el emprendedor? Ahí, desde mi punto de vista, se produce un proceso selectivo. Emigra más el emprendedor y, dentro de esos emprendedores, prospera es el que más aptitudes presenta. Yo creo que, además, para el país receptor los que llegaban tenían un perfil de un gran valor añadido. El país de destino se beneficia de ese talento que aquí desconoceríamos pero que aflora en una realidad diferente. ¿Cómo iba a poder Pepin Rodríguez, nacido en Colloto, demostrar sus capacidades en la Asturias de su época? O la familia de los Álvarez, originarios de Salas, donde hay desde un físico premio Nobel, Luis Walter Álvarez, que trabajó en el proyecto Manhattan hasta su hijo Walter, autor de la teoría de la extinción de los dinosaurios. Ellos llegaron una tierra que ofrecía esas oportunidades, países poco poblados con necesidades de gente que trabajase. Y en ese contexto son emprendedores. Ese talento aflora en un contexto que permite que aflore. Así, por ejemplo, tenemos a ese grupo de migrantes de Colunga que se hicieron con las finanzas de Buenos Aires o lo que pasó con los Menéndez de San Román de Candamo y el negocio del tabaco en Cuba. Además, toda esa gente que emigró se educa en una ética del esfuerzo. Es importante la cultura del trabajo, de que todo se consigue con esfuerzo. Son personas que empezaron desde abajo, trabajando como “cañoneros”. Los llamaba así por que tenían que salir como una bala de cañón cuando les ordenaban algo en los negocios en los que trabajaban.
-Era casi explotación infantil.
-Eran chicos que viajaban a América con once, doce o trece años. Aunque otros emigraban con 17 o 18 para eludir el servicio militar. Solían ir con una recomendación, trabajaban en negocios familiares y los familiares los explotaban. Era el modelo: tu familia te explotaba a ti, pero luego explotabas a tu familiar, a tu vecino, al amigo, al hijo de tu amigo… Trabajaban dieciséis, diecisiete horas… No había horario, no tenía más que un día libre al mes. El salario lo fijaba el patrón y no se lo daban hasta final de año. El patrón, que era familiar casi siempre, les daba de vez en cuando algo para gastos, pero no les daba el salario. Ellos trabajaban y dormían muchas veces en el mismo almacén. Me contaba Servando Fernández Méndez (cronista oficial de Navia) que su abuelo, que estuvo en Cuba, dormía detrás del mostrador y con una cuerda atada a la pierna por si se abría la puerta y entraba alguien. Ellos sabían que si trabajaban podían llegar a ser lo que ya eran sus familiares, tenían un referente. Su referente era ese emigrante que volvía y que había hecho dinero, que paseaba con un traje elegante y un reloj de oro y que luego construía su casa. Y ahí, en esa situación, es cuando se dan cuenta de la importancia que ejerce la educación. Cuando ellos ven sus propias carencias, porque vienen de un sistema educativo que es un desastre y comprueban que hay emigrantes de otras nacionalidades que llegan con más preparación.
-Crearon escuelas en sus pueblos de origen, pero también servicios para la comunidad asturiana en sus países de destino.
-Sí, por ejemplo, en Cuba, después de las jornadas laborales muchos iban a clases nocturnas que había en el Centro Asturiano, que tenía una sección educativa, el Plantel Jovellanos. La desprotección del emigrante era muy grande. Por eso, en Cuba, por ejemplo, crean también el hospital de la Quinta Covadonga, una mutualidad sanitaria. Las lecciones para la sociedad actual de aquel mundo emigrante son muchísimas. Primero, la ética del esfuerzo y del trabajo. Y, segundo, que si quieres conseguir algo necesitas formación, es la única manera de mejorar el capital humano.
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