Una científica de Castropol busca las medicinas del futuro para alargar la vida saludable
Dolo Díaz es una de las responsables de desarrollo de fármacos en Altos Labs, una empresa biotecnológica con cuatro premios Nobel que explora las técnicas del rejuvenecimiento celular para tratar de revertir las enfermedades asociadas al envejecimiento

Dolo Díaz, en su despacho de Altos Labs, en la bahía de San Francisco.
“Imagine un mundo en el que sea posible revertir las enfermedades”. La audacia de esta invitación, que da la bienvenida en la web de la empresa biotecnológica Altos Labs, puede bastar para explicar por qué Dolo Díaz, científica castropolense con más de tres decenios de carrera en la industria biotecnológica estadounidense, menciona la “ambición” de la propuesta entre los motivos que le decidieron a aceptar la oferta disruptiva para trabajar en un proyecto “novedoso” y “pionero”, “estimulante” y “emocionante”. Doctora en Farmacia, nacida y criada en Castropol y asentada en la bahía de San Francisco, lleva casi dos años en el complejo engranaje de Altos como directora global y vicepresidenta senior de Descubrimiento y Desarrollo de Fármacos, como una de las responsables de la división que se ocupa de “traducir” en medicamentos reales la investigación básica que desarrolla la compañía en el campo del “rejuvenecimiento celular”.
La empresa cuenta entre sus poderosos inversores al “padre” de Amazon, Jeff Bezos, o al magnate rusoisraelí Yuri Milner, ha reunido un plantel internacional de científicos del más alto nivel y asume como intrépida idea de partida la persecución de un futuro en el que sea posible cambiar el curso de las enfermedades asociadas al envejecimiento. Parte de su fundamento científico toma asiento en los descubrimientos del Nobel japonés Shinya Yamanaka, y en las ampliaciones que entre otros aportó el farmacéutico y bioquímico manchego Juan Carlos Izpisúa, uno de los fundadores de Altos: las células pueden “rejuvenecer”, o ser “reprogramadas”, o parcialmente reseteadas mediante el borrado de sus propiedades “epigenéticas” para devolverlas “a un estado más resistente al estrés conservando su identidad…”
A su estela, Dolo Díaz (1969) reunió y dirige un equipo de científicos expertos en desarrollo biotecnológico –farmacólogos, químicos, patólogos– que ayudan a buscar caminos para “traducir” estas investigaciones básicas “en medicamentos que puedan llegar a ensayos clínicos, tener potencial para ser aprobados y llegar a los pacientes que los necesiten”. Cuenta que además de la “ambición” del proyecto le sedujo el modelo “único” de una organización que compagina la investigación básica y la aplicada, “la investigación académica con el descubrimiento y desarrollo de medicamentos”. Como casi ninguna otra empresa de su género, destaca la farmacéutica castropolense, en el esquema de funcionamiento de la compañía se mezcla “lo mejor de la ciencia académica con lo mejor de la ciencia técnica de la industria”.
El organigrama de Altos, que nació en 2022 y toma su nombre de la población de la ciudad de Los Altos, en la bahía de San Francisco, tiene tres institutos de investigación –radicados en San Francisco y San Diego (California) y Cambridge (Reino Unido)–, uno de computación y el de Medicina al que pertenece Dolo Díaz. La selecta plantilla cuenta con tres premios Nobel en su junta directiva además de Yamanaka, que ejerce como asesor científico, y a la científica asturiana le ofrece “el privilegio” de trabajar junto a otros cuatro prestigiosos investigadores españoles, Manuel Serrano, Pura Muñoz Cánoves y María Abad además de Juan Carlos Izpisúa.
“En veinte años podremos prevenir el envejecimiento”, ha dicho Izpisúa. “Desde luego que hay esa posibilidad, Juan Carlos es un científico pionero en este campo y la misión de Altos es hacer esos comentarios realidad”, avanza Dolo Díaz, que sin embargo se obliga a precisar que el propósito de la empresa “no es revertir el envejecimiento, sino la enfermedad”, o más bien la amplia gama de ellas que se asocian al envejecimiento. No las concreta, pero sí matiza, cuidado con los elixires de la eterna juventud, que su propósito “no es aumentar los años que vive la gente, sino mejorar la salud” de los años que viva. Se diría, en resumen, que las células rejuvenecen para que las personas envejezcan mejor y que lo suyo encaja en el ánimo de añadir vida a los años más que años a la vida… Aquí se trabaja con el concepto de "healthspan" -la vida saludable- más que con la pura esperanza de vida en años -el "lifespan"-, y todo con el “enfoque a largo plazo que se necesita para hacer realidad estos descubrimientos e innovaciones”.
Dolo, que antes que farmacéutica fue remera en el Club de Mar de Castropol, que llegó a campeona de España y no pisa una embarcación desde hace más de treinta años pero reconoce que el deporte le ha enseñado mucho “sobre la resiliencia”, ha llegado hasta aquí remando desde que al acabar la carrera de Farmacia en la Universidad de Santiago de Compostela tuvo una sensación de cierto desvalimiento. Quería investigar y eso en España le pareció complicado. Optó por un intercambio de un año en Estados Unidos y se ha quedado más de treinta, entre otras cosas a comprobar que su impresión sobre la ciencia en España no estaba demasiado desviada. Hizo un máster en Toxicología en Utah, se doctoró en la misma especialidad en la Universidad de Washington, en Seattle, y sin salir de allí completó su formación con dos años de posdoctoral en el centro de investigación del cáncer Fred Hutchinson, “pionero en trasplantes de médula”.
La decisión de orientar su vida laboral hacia la investigación aplicada abrió un consistente currículum de puestos de relevancia en la industria biotecnológica. Todavía en Seattle, empezó haciendo ensayos de toxicología celular, enfocados a la seguridad de los medicamentos, para la francesa Eurofins y tras mudarse a la bahía de San Francisco, uno de los epicentros de la investigación biotecnológica en Estados Unidos, trabajó casi diez años en Genentech, “la compañía que usó por primera vez la técnica del ADN recombinante para el desarrollo de medicamentos”, y siete en la startup Denali Therapeutics, que la enfocó hacia las enfermedades neurodegenerativas, la gestión de equipos y el desarrollo de tratamientos para el Parkinson o el Alzheimer. Fue su último destino profesional antes de Altos.
De tan extensa experiencia saca una conclusión que invita a la reflexión cuando asegura que percibe “una diferencia dramática” al comparar la financiación y el apoyo con el que cuentan los ecosistemas investigadores de España y Estados Unidos. “En España hay muchísimo talento”, señala, personas “que podrían hacer muchas cosas transformadoras si tuvieran más apoyo financiero…” Vuelve a Asturias todos los años y aquí siente, dice, que respira. Echa “mucho de menos la calidad de vida de España y de Asturias” y confía en poder viajar con más frecuencia. De momento, para acallar la nostalgia, tiene en California un lugar favorito, Pebble Beach, “una zona de playas rocosas que me recuerda mucho a Asturias”.
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