Entrevista | Jesús G. Maestro catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Vigo, autor de "Una filosofía para sobrevivir en el siglo XXI"

“El pensamiento idealista conduce al totalitarismo, y la democracia actual está enamorada del idealismo”

“El sistema educativo requiere un cambio total que implica un cambio total de sociedad, pero hoy en día la gente no quiere que la eduquen, quiere que la engañen; prefiere vivir en el engaño a asumir la crudeza de la realidad”

“Cumplir las leyes no es ejercer la libertad, eso se llama obedecer”

"Hay más problemas psiquiátricos en un aula de Universidad que en la consulta de un psiquiatra y muchos nacen del narcisismo colectivo que nos han inoculado"

"Las ideologías son un negocio gestionado por los amigos del comercio y el comercio internacional no quiere demócratas, quiere consumidores"

Jesús G. Maestro.

Jesús G. Maestro.

La advertencia previa, o el aviso a navegantes, dice que el autor no está aquí para convencer a nadie, ni siquiera “para que me presten atención”. Él no discute opiniones, añade, interpreta hechos. Tomadas esas precauciones, ya se puede abrir “Una filosofía para sobrevivir en el siglo XXI” (Harper Collins), las 285 páginas en las que Jesús G. Maestro (Gijón, 1967), catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Vigo, zarandea sin compasión las costuras y los cimientos de las “democracias posmodernas”. Escribe el profesor en segunda persona, llenando su diagnóstico de apelaciones al lector y cargas de dinamita para una sociedad a la que ya la primera frase describe atenazada por la triple enfermedad del “miedo, la mentira y la culpa”. Y por Narciso, "el dios del siglo XXI", y por el el idealismo, la ignorancia, el conformismo y la complacencia en el autoengaño…

Maestro es "un verso suelto", “un hombre libre que atiza sin pudor”, reza el reclamo de la contraportada. En un vuelo rápido por su texto de frase corta y aforismo afilado se puede leer, por ejemplo, que “las redes sociales son ese espacio democrático en el que los necios enseñan a las personas inteligentes a dejar de serlo”, que “el objetivo de la educación que recibes es hacerte fracasar en la vida, pero sin que lo notes”, o que conviene tener “cuidado con la Universidad: es preferible ser un ignorante antes que convertirse en un necio titulado”. El profesor gijonés dedica el libro “a nuestras libertades, in memoriam”, y afirma desde el subtítulo que “yo no soy un youtuber”, aunque la editorial le promocione como “el catedrático más trending topic” y tenga miles de seguidores y más de 1.500 videos colgados con clases y reflexiones sobre literatura. "No conviene confundir el mensaje con el medio", explicará. A los dieciséis años empezó a escribir cartas al director en LA NUEVA ESPAÑA, donde fue colaborador en su adolescencia y primera juventud y donde nació la firma con inicial del primer apellido que utiliza desde entonces. Doctorado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, traductor, autor y editor además de "intérprete" de la obra de Cervantes, enseña en la Universidad de Vigo desde el mes de noviembre de 1994.

–¿Qué pretende?

–Nada. Escribiendo un libro no se consigue absolutamente nada. Yo escribo porque tengo una serie de ideas que exponer y que comunicar, pero sin la menor pretensión. No pretendo convencer a nadie de nada, ni que nadie cambie su manera de ser ni de actuar. Yo no hablo para que me presten atención, sino para que la literatura tenga un valor que ha perdido y que la mayor parte de la sociedad no es capaz de ver.

–“Miedo, mentira y culpa”, eso escribe, “son las tres fuerzas principales que gestionan el mundo y organizan la vida de la gente”. Vamos por partes: sostiene que se nos ha disparado el miedo y que la sociedad se ha vuelto muy débil.

–Mucho. Esta sociedad ha perdido mucha seguridad: en el trabajo, en la economía, en el conocimiento y en la salud mental. La gente es muy vulnerable económicamente y se siente también muy insegura desde el punto de vista de las ideas, del conocimiento, porque recibe una educación que está muy por debajo de lo que la realidad exige para sobrevivir y que no la capacita para enfrentarse a la vida. Cualquier acontecimiento deja al ser humano completamente desarmado porque es muy débil emocionalmente y tampoco es fuerte desde el punto de vista intelectual. El ciudadano tiene mucho miedo porque le faltan recursos, mecanismos de defensa, y eso es lo que aprovechan los poderes económicos para moldearnos y convertirnos en marionetas. La generación de nuestros abuelos era mucho más fuerte que la nuestra, y eso que no tenía una formación tan cualificada académicamente.

–¿Por ahí se cuela la mentira, aprovechándose de la ignorancia como arma de destrucción masiva?

–Totalmente. Un médico que se equivoca te mata en el acto, pero un profesor que se equivoca mata a una sociedad entera al cabo de treinta años. La mentira es mucho más atractiva que la verdad, que es muy desagradable. La mentira es un recurso muy útil para evitar problemas y esto nos conduce al idealismo, que viene a ser la mentira sobre la realidad, el autoengaño. La gente se engaña a sí misma para poder sobrevivir, y eso vuelve a tener mucho que ver con la educación que se recibe hoy en día y que se orienta hacia el engaño de la gente, cuando debería orientarse al desengaño. Pero desengañar a la población supone enfrentarla a una realidad ante la que no está preparada. Si les dices la verdad, los matas. La gente necesita que la engañen, es feliz sintiéndose engañada y prefiere vivir en el engaño antes que asumir la crudeza de la realidad. De ahí la importancia de la mentira, que es una forma de consuelo.

–¿Pero eso no ha sido siempre así?

–Sí. Lo que ocurre es que ahora disponemos de unos sistemas para mentir que multiplican las posibilidades que teníamos hace treinta años. Hoy tú te fabricas la mentira a tu medida, antes era una mentira estándar. Es lo que ocurre en la anécdota que cuento del profesor que dijo en clase: “Hoy traigo en esta caja la foto de mi alumno favorito”, y lo que había dentro era un espejo, el símbolo por excelencia del narcisismo… Todos los estudiantes salían encantados, sin pensar que en realidad, por un lado, el profesor no tiene por qué tener alumnos favoritos y por otro cada uno es como es y no tiene por qué ser siempre el primero. Luego, claro, cuando sales a la calle y te dicen que eres más feo que Picio o un "tontolaba", se te viene el mundo abajo.

–El tercer elemento de su triángulo de enemigos es la culpa, otro que siempre ha estado aquí, pero que ahora, a su juicio, se exacerba.

–Y mucho. Una sociedad libre de culpa es una sociedad que tiene demasiadas libertades y eso resulta muy inconveniente. A la gente la tienes mucho más amarrada si le inculcas la conciencia de culpa, si le metes en la cabeza que las cosas malas ocurren por su culpa. Usted es responsable de que el clima cambie o de que no cambie. Da igual. Yo no defiendo ninguna ideología, ninguna religión, credo o filosofía. Lo que digo es que la sociedad actual se mueve por tres imperativos muy fuertes, que son miedo, mentira y culpa, y que son los de siempre, pero que ahora han cambiado enormemente en su manera de imponerse o desarrollarse. Y cuando te das cuenta, estás muerto de miedo, tienes encima de ti un montón de culpas de las que no eres responsable para nada y estás saturado de mentiras que no te queda más remedio que creer porque no tienes alternativa.

Portada de "Una filosofía para sobrevivir en el siglo XXI"

Portada de "Una filosofía para sobrevivir en el siglo XXI" / .

–Hablando de la culpa, ¿cuánta tienen las redes sociales? Su libro las despedaza.

–Esto es como cuando se inventa el cuchillo o la piedra cortante. Te permite trocear la carne y no tener que comerla con la mano, pero el cuchillo también puede servir para matar al vecino. Fíjese lo beneficiosas que han sido las redes sociales, y la comunicación que nos permiten. Son muy valiosas, pero luego hay gente que vive ahí, que reduce su vida a esto y empieza a contraer enfermedades, sobre todo psíquicas. Los adultos ya hemos llegado a esto con un poco de callo, pero esto coge a un adolescente, a un chaval, y lo destruye completamente. Lo aísla, lo deja sin referentes.

–¿Le dice algo que los “padres” de esas criaturas se hayan puesto de acuerdo para retirar los filtros de control de veracidad de sus contenidos?

–Todavía tengo interpretaciones muy contradictorias respecto a eso. No sé muy bien qué quieren decir, porque tengo la impresión de que han manipulado esos filtros desde siempre, como se manipula un ecualizador de voces.

–Afirman, sin rubor, que lo hacen en nombre de la libertad de expresión.

–En nombre de la libertad de expresión se instaló la guillotina en Francia. En nombre de la libertad de conciencia Lutero mandó a la hoguera a mucha gente… En nombre de la libertad se han cometido los mayores crímenes de la historia, así que esa frase no dice mucho.

–¿Y ahora viene la inteligencia artificial a cronificar y agravar todo lo que usted denuncia?

–Yo creo que la inteligencia artificial es un producto de personas extraordinariamente inteligentes y que sólo sorprende a quienes no la saben controlar o pueden llegar a convertirse en sus víctimas, que por otro lado, por supuesto, son la mayor parte de la población. La IA puede hacer muchas cosas que la mayor parte de los seres humanos no sabemos hacer, pero no hay que olvidar que sólo sabe hacer aquello para lo que la programan. No puede componer una duodécima sinfonía de Gustav Mahler, porque no tiene el componente creativo que exige el arte. Otra cosa es que la gente no sepa exigir al arte un componente creativo y comulgue con lo que le dan. La IA es un potenciador de operaciones que da lugar a resultados muy útiles en medicina, en matemáticas o en actividades científicas, pero desde el punto de vista creativo sólo produce kitsch, modelos ortodoxos de arte. No es por sí misma buena ni mala. Si se utiliza bien, puede dar lugar a logros fantásticos; si se usa mal, es capaz de multiplicar las mentiras históricas soberanas. Y eso es tremendo: falsificación de imagen, de filmografía… El mundo de Orwell.

–Usted habla muy mal de las redes sociales y del uso que se hace de ellas, pero tiene miles de seguidores en YouTube. ¿Es un caballo de Troya o se ha pasado al enemigo?

–No sabría responder a esa pregunta porque en realidad yo no soy un youtuber. Soy una persona que expone ideas sobre literatura. Lo que ocurre es que es fácil confundir el mensaje con el medio, y el contenido con el canal. Yo estoy en YouTube porque me parece oportuno conservar en un formato audiovisual las clases, las exposiciones y las ideas que tengo sobre literatura. Pero nada más. Lo que ha ocurrido es que parece que esos videos han tenido cierta difusión, éxito o promoción, pero eso es algo a lo que yo no le doy importancia porque no hablo ni trabajo para que me presten atención. A mí lo que me interesa es la literatura. Luego la gente comentará o dirá lo que quiera.

–El siglo XXI sufre un gran trastorno colectivo narcisista de la personalidad. ¿Le sirve como resumen de la zona más grave del diagnóstico?

–Sí, pero no es una idea original mía. Eso ya lo han dicho muchísimos psiquiatras y psicólogos y yo no soy un especialista. Puedo hablar de lo que veo, y veo que en un aula de Universidad hay más problemas psiquiátricos que en la consulta de un psiquiatra y que muchos nacen de aquí, de este narcisismo colectivo que de alguna manera nos han inoculado.

–Le leo una frase suya: “La democracia es el Guadiana de la historia, aparece y desaparece, y no sabemos si en el siglo XXI desembocará en el océano del totalitarismo”. ¿Nos ve cada vez más cerca de esa desembocadura?

–Eso no sólo lo creo yo, lo cree mucha más gente, y tampoco es una idea que me haya inventado yo. El idealismo y los idealistas son los recursos humanos del totalitarismo. El pensamiento idealista conduce al totalitarismo y hoy en día la democracia está enamorada del idealismo. Es decir, la democracia es muy idealista, ha perdido de vista la realidad, y eso es muy inquietante, muy preocupante, porque la democracia es el mejor sistema político que tenemos, y porque si pierde de vista la realidad por razones idealistas puede convertirse en totalitarismo.

–¿Cómo?

–Las ideologías son un negocio gestionado por los amigos del comercio y el comercio internacional no quiere demócratas, quiere consumidores. En un mundo gestionado por el comercio, el derecho mercantil está por encima del derecho civil y esto cambia mucho las cosas, porque en una democracia los derechos del ciudadano no caben en una hoja de reclamaciones, pero en ese mundo gestionado por el comercio los derechos del ciudadano son los derechos del consumidor y esos sí caben ahí.

–Esta pregunta también es suya, se la plantea usted a sus lectores: cuando la democracia se comporta como un totalitarismo, ¿es tal vez porque la democracia es un totalitarismo que finge ser una democracia?

–Seguramente sí. Aquí pasa lo mismo que con aquello que decía Jorge Luis Borges: “Voy a escribir un cuento sobre un mandarín que soñaba ser una mariposa y que cuando despertó no sabía si era una mariposa que soñaba con ser un mandarín…” Si la democracia se comporta como un totalitarismo, ¿no puede ser que la democracia sea un totalitarismo que finge ser una democracia? No es un trabalenguas, es algo que nos hace pensar. El mundo está en marcha siempre, pero así como Fukuyama decía que la democracia es el fin de la historia, yo lo que sostengo es que el avance de la historia puede exigir el fin de la democracia. Porque la democracia aparece y desaparece, porque no siempre la hubo y cada vez que existe lo hace de una manera diferente. La democracia de los griegos no es la de los Estados Unidos del siglo XIX, que era una esclavista respecto a los negros…

–Dedica su libro “a nuestras libertades, in memoriam”. ¿Su concepto de libertad viene con una llamada a la insubordinación?

–La libertad es lo que los demás nos dejan hacer. Ahora bien, cumplir las leyes no es ejercer la libertad, eso se llama obedecer. La libertad avanza porque alguien en algún momento quebrantó una ley que después fue legitimada como una ley que podía ser quebrantada. En el siglo XIX, en Estados Unidos los negros eran esclavos hasta que esa norma se infringió y se les reconocieron los mismos derechos, teóricamente al menos, que a los blancos. Es decir, el avance de la historia es siempre el triunfo de una ilegalidad, de tal manera que lo que hoy está prohibido, mañana será ley en la que se objetiva una libertad. Si nos limitamos a obedecer, la libertad no avanza. Y uno de los elementos que más ha contribuido a ampliar la libertad humana ha sido la literatura, que cuando es realmente original siempre exige más libertad de la que permiten las leyes.

–No tiene piedad del sistema educativo. Escribe que “hay que ser un suicida para dedicarse a la enseñanza. Es un trabajo inútil”. ¿De verdad hay para tanto?

–Se sufre muchísimo. En la actividad docente hay una cantidad de bajas enorme, sobre todo en la enseñanza media. Hay que ser un suicida para, conociendo esa situación, adentrarse en ella. Porque la mayor parte de la gente no sabe dónde se mete, y hay muchos que no aguantan esas condiciones laborales, primero porque son por naturaleza un poco débiles y después porque el sistema los destruye. Los pone a los pies de los caballos de ejércitos de adolescentes que pueden más que ellos y ahí hay mucha gente que fracasa. El sistema educativo requiere un cambio total que implica un cambio total de sociedad. No puede haber un buen sistema educativo donde hay una mala sociedad y una masa social de gente que no está dispuesta a ser educada. Y la gente no quiere que la eduquen, quiere que la engañen.

–Echa las culpas de muchos de esos males al profesorado y a su actitud de sumisión ante el poder. ¿Qué le dicen sus colegas?

–Los colegas no nos leemos entre nosotros. No nos prestamos atención.

–Después de un diagnóstico tan poco complaciente tiene que haber un tratamiento. ¿Dónde está la salida? ¿Hay escapatoria?

–El castigo es colectivo, pero yo diría que la solución es individual. Para mí, si hay alguna forma de resolver un problema es con inteligencia y prudencia, y con el uso de la razón. El problema es que hoy en día la gente es muy poco prudente y no siempre inteligente. La gente ha perdido la razón y así sólo se puede desembocar en el fracaso.

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