Mario Fanjul controla el puente que lleva de España a Etiopía salud, igualdad, desarrollo y cohesión social

El biólogo langreano ejerce como coordinador general de la cooperación española en el país del Cuerno de África tras una carrera en dos continentes que le ha enseñado a ver el sustrato común que une a “todas las sociedades": "En el fondo, somos muy parecidos, todos tenemos las mismas necesidades"

La oficina que dirige canaliza la ayuda oficial y asegura que los fondos “se invierten de la manera más transparente y con el mayor impacto posible y que el trabajo llega a las poblaciones más vulnerables”

Mario Fanjul, durante una visita de terreno a un programa impulsado por el Fondo de Poblaciones de Naciones Unidas (UNFPA) para poner fin a la Mutilación Genital Femenina

Mario Fanjul, durante una visita de terreno a un programa impulsado por el Fondo de Poblaciones de Naciones Unidas (UNFPA) para poner fin a la Mutilación Genital Femenina / UNICEF

Etiopía vive en 2017. Tiene su propio calendario de trece meses, celebra el año nuevo el 11 de septiembre y cuenta las horas a partir de la salida del sol, así que el reloj marca las doce a las seis de la mañana. Se come mucha carne, pero sólo de vez en cuando, porque el sesenta por ciento de la población, cristiana de base ortodoxa, cumple escrupulosamente con sus 220 días anuales de ayuno vegano en los que deja de consumir cualquier alimento de origen animal. Es el segundo país más poblado de África, tiene la extensión de dos españas y 68 lenguas y grupos étnicos distintos, pero a pie de calle, en el fondo, si se tamiza el exotismo cultural “todas las sociedades somos muy parecidas. Todas tenemos los mismos problemas”, unas necesidades parecidas y unas aspiraciones similares. Lo que se oye es la voz de la experiencia de Mario Fanjul Benítez (Langreo, 1984), que ahora es el coordinador general de la Cooperación Española en Etiopía, que antes fue responsable de proyectos de la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (AECID) en Ecuador y mucho antes cooperante con Cáritas en Centroamérica, Bolivia y Colombia.

Por todas esas partes ha visto él un sustrato común hecho de seres humanos diferentes con “las mismas preocupaciones: cuidar de la familia, disponer de una fuente de ingresos que procure a su gente una buena educación y una buena salud y tener tranquilidad, y vivir bien, y disfrutar de lo que a uno le gusta”. Aunque la traducción del bienestar pueda tener en cada sitio significados distintos, siempre hay un mínimo que conecta por la base “lo que quiere una campesina etíope con los anhelos de un empresario ecuatoriano o las aspiraciones de un trabajador asturiano”, remata. “Y entender esto es fundamental para el trabajo que hacemos”. Mario se ve en su autorretrato más como un profesional del desarrollo que de la cooperación internacional, y con el matiz concreta una filosofía que quiere “para Etiopía lo mismo que para España” y apoya en el mundo “políticas públicas que estén alineadas con la nuestra” en persecución, entre otros propósitos, de “un medio ambiente sano, de la igualdad de género, la salud universal y otros elementos básicos de la convivencia y la cohesión social”.

También es un asturiano expatriado por elección propia que va para catorce años de residencia en el extranjero, un graduado en Biología que llegó a África dando un rodeo por el centro y el sur de América y un voluntario que profesionalizó la vocación de servicio empapado por todo lo que aprendía un chaval en la cuenca del Nalón de los ochenta y noventa. Allí le marcó, cuenta, la triple combinación “que puede parecer extraña” de “una familia con mucho compromiso social, un contexto social de resistencia y lucha por la justicia social y las experiencias de misioneros y cooperantes de ONGs que venían a mostrar su trabajo a los alumnos del colegio de La Salle de La Felguera”. Así se le abrieron “los ojos” y las puertas del voluntariado en el concejo y después del IES Cuenca del Nalón y de la Facultad de Biología de la Universidad de Oviedo vinieron las primeras experiencias de cooperación en el extranjero. Trabajó como biólogo en Togo y Chad, y a través de Cáritas llegó “la gran oportunidad de empezar a vincular mi compromiso personal con una carrera profesional”. De la mano de la organización humanitaria de la Iglesia vivió y trabajó en Honduras de 2011 a 2015, pasó hasta finales de 2016 a Bolivia y Colombia y cambió de rumbo en 2016, cuando AECID, el eje del sistema español de cooperación en el exterior, le hizo responsable de proyectos en Ecuador.

Mario Fanjul, durante la inauguración de una planta solar en los campos de refugiados de Melkadida, dentro de un proyecto apoyado por AECID y la UE.

Mario Fanjul, durante la inauguración de una planta solar en los campos de refugiados de Melkadida, dentro de un proyecto apoyado por AECID y la UE. / UE

Un cambio de destino y continente viró su brújula hacia Etiopía en 2019, primero para ejercer como responsable de Programas de salud y género y para ascender a partir de 2021 a coordinador general, con la tarea de “dinamizar el programa de cooperación de España en este país del Cuerno de África y armonizar todos los esfuerzos que hace el Estado, las comunidades autónomas y las ONGs o fundaciones para ayudar al desarrollo de esta nación extremadamente diversa y compleja, pero llena también de enormes potencialidades”.

Si se traduce, dirá que custodia un “puente” para llevar a Etiopía “los valores de la sociedad española” y explicará que “cuando alguien está orgulloso de algo suyo, quiere compartirlo. Por eso trabajamos en salud, porque con sus dificultades creo que nuestro sistema sanitario público es ejemplar”, o en cuestiones de género, desarrollo rural y lucha contra el cambio climático. Por eso médicos españoles viajan a Etiopía para formar a sus homólogos y se usa la experiencia española en la lucha contra la violencia machista en el combate contra “las prácticas tradicionales nocivas, como la mutilación genital femenina y otras”.

Mario Fanjul (tercero por la izquierda, arriba), junto a algunos compañeros de la Oficina de Cooperación Española en Etiopía.

Mario Fanjul (tercero por la izquierda, arriba), junto a algunos compañeros de la Oficina de Cooperación Española en Etiopía. / AECID

La imagen del puente le sirve también para identificar a la oficina que dirige como la pasarela de llegada de los recursos españoles para programas de cooperación, o como la garantía de que esos fondos “se invierten de la manera más transparente y con el mayor impacto posibles y de que realmente el trabajo llega a las poblaciones más vulnerables”. También tienen encomendada la tarea del fortalecimiento de los vínculos “sociales, políticos, económicos y culturales con Etiopía” y eso traslada a la agenda del día a día “muchos espacios de conversación, reuniones o visitas a terreno” en uno de los países del mundo que está mejor surtido de embajadas. Etiopía es la sede de la Unión Africana y eso le da a la capital, Addis Abeba, una altísima concentración de representantes de la comunidad internacional y le otorga la estimulante condición, sigue Fanjul, de “escenario magnífico para hablar con colegas de otros países y analizar la situación de la paz y estabilidad regional y para explorar cómo podemos unir fuerzas entre países amigos para proponer soluciones a retos globales”.

No es aquel, por lo demás, un lugar fácil. Sí “más estable” después de la guerra de Tigray que agitó esta región entre 2020 y 2022, pero no del todo libre de hambrunas episódicas asociadas a problemas climáticos ni de “retos importantes en el acceso a la salud, la educación o la igualdad de género”. Se diría que hay dos etiopías, diagnostica Fanjul, una que aún arrastra “los retos de desarrollo del pasado, con muchas situaciones humanitarias y muchas conflictividades” y otra que pone el acento en su setenta por ciento de población juvenil y se posiciona como “un terreno increíble para la mejora productiva”.

Habla el padre de Nora, que va a cumplir dos años en Etiopía y tiene un nombre a medio camino entre la cultura asturiana y la árabe de su madre, francoargelina, y el nieto de Josefa Cabello, una emigrante malagueña que ha cumplido 105 años en La Felguera. Habla también un asturiano que tiene “muchos amigos fuera que sueñan con volver”. Sin ánimo de aleccionar desde fuera, Mario Fanjul contempla con inquieta esperanza a una región que necesita perseverar en la apuesta por lo público y atraviesa una crucial “fase de desindustrialización que abre muchos retos en lo económico y lo social, pero también muchas oportunidades”. Receta para afrontarlas inversión, orientada a “cubrir el nicho de la industria con tecnología, innovación, educación y una productividad sostenible. Porque no podemos aspirar a que sea el sector de servicios, el turismo, nuestra gran fuente de ingresos”. 

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