Un asturiano entre los misiles en Jerusalén y la precariedad de los palestinos: días de guerra y paz en una tierra santa vacía de peregrinos

Crónica de una estancia en Israel que comenzó con alertas por misiles, continuó con la llegada de la tregua y concluyó con un llamamiento para que los turistas cristianos vuelvan

El Muro de las Lamentaciones

El Muro de las Lamentaciones / P. Á.

Pablo Álvarez

Pablo Álvarez

Ataque aéreo sobre el entorno de Jerusalén. Martes, 14 de enero, tres de la madrugada. Suena la alarma del alojamiento que desde hace pocos días acoge a una veintena larga de turistas españoles y de otros países. Algunos la oyen; otros no. Unos se levantan y se dirigen a alguno de los refugios (habitaciones blindadas) del edificio. Otros, más fieles a sus raíces latinas (o latinoamericanas), se dan otra vuelta en la cama con esperanza de que el peligro escampe y el timbre cese… cosa que termina sucediendo. A la mañana siguiente, los foráneos se enteran de que la alerta ha sido generada por un misil balístico disparado desde Yemen. Algunos fragmentos del proyectil han caído finalmente a unos 20 kilómetros de los turistas, sobre el tejado de una casa a las afueras de Jerusalén, sin originar daños humanos.

La vida continúa

Para un ciudadano occidental convencional, un misil a 20 kilómetros sería motivo de zozobra absoluta. Para un israelí, se trata de un acontecimiento casi rutinario. A la mañana siguiente, los niños acuden a los colegios con normalidad. Las vías de acceso a la capital están tan congestionadas de coches y autobuses, como siempre. Lo mismo sucede con la autopista que une Jerusalén con Tel Aviv, las dos principales ciudades del país, que suman en torno a 1.100.000 habitantes, sobre una población total que ronda los 10 millones. "Aquí la gente ha hecho vida normal prácticamente durante toda la guerra, en Jerusalén sobre todo", explica el empresario gallego José Manuel Gude García, quien reside en Israel desde hace 17 años.

Arriba, una calle de Jerusalén, habitualmente muy concurrida y ahora casi vacía. A la derecha, mosaico con el Padre Nuestro en asturiano, en la iglesia del Pater Noster, y carteles de los rehenes israelíes de Hamás en el aeropuerto de Tel Aviv. | P. Á.

Carteles de los rehenes israelíes de Hamás en el aeropuerto de Tel Aviv. / P. Á.

Un misil siempre es noticia, pero en israel menos

El país está en guerra. Con una superficie que es dos veces la de Asturias, mantiene abiertos media docena de frentes bélicos de manera prácticamente simultánea. Pero los israelíes se saben en uno de los territorios mejor protegidos del mundo, con una cúpula de hierro (iron dome) que se considera casi inexpugnable. Por eso un misil apenas les inmuta. La mayor parte del territorio judío mantiene su ritmo de vida rutinario, pero la realidad es que Israel está en guerra desde hace 15 meses largos.

Las alertas no son una broma

"Nos dicen que hemos de tomarnos en serio este asunto de las alarmas", indica el responsable del grupo de extranjeros al día siguiente de la alarma nocturna, después de asesorarse al respecto. Y añade: "Lo más recomendable es descargarse una aplicación en el teléfono". Se refiere a "Tzofar", una herramienta que proporciona notificaciones sobre sirenas en Israel y que permite recibir alertas basadas en la selección de ciudades, áreas, ubicación actual y amenazas relevantes. Dicho y hecho: descargada.

Los rehenes, omnipresentes

El aeropuerto Ben Gurión, de Tel Aviv, recibe al visitante con filas de carteles que reclaman la liberación de los casi cien rehenes israelíes que desde el 7 de octubre de 2023 están en poder de los terroristas palestinos de Hamás. Debido a la situación bélica, el flujo de vuelos es mínimo. La llegada de turistas a eso que se llama "Tierra Santa" lleva desde entonces reducida a la mínima expresión. Los lugares relacionados con la vida y muerte de Jesús de Nazaret están inusualmente desiertos, pues la presencia de cristianos en Israel ha ido disminuyendo hasta alcanzar apenas un 2 por ciento de la población.

Vista de Jerusalén desde el Monte de los Olivos. En primer término, el cementerio judío. Las piedras sobre las tumbas son la señal de la visita de los seres queridos y de que el recuerdo permanece vivo. | p. á.

Una calle de Jerusalén / P. Á.

Un kilómetro cuadrado de alta intensidad

La vieja Jerusalén es "ciudad santa" para las tres religiones monoteístas (judíos, musulmanes y cristianos). Eso explica que su kilómetro cuadrado escaso de superficie amurallada suela estar abarrotado de gente. Un kilómetro cuadrado milimétricamente distribuido en cuatro barrios: judío, musulmán, cristiano y armenio. Espacios como el Muro de las Lamentaciones (Western Wall), el Santo Sepulcro, el Calvario o la Explanada de las Mezquitas (que incluye la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al Aksa) suelen estar inundados de turistas, en buena parte peregrinos con motivación religiosa. Fuera de la capital, lo mismo sucede en la Basílica de Belén, el Mar Muerto, el lago de Tiberíades, el Monte de las Bienaventuranzas, Cafarnaúm (el pueblo de Jesús), el río Jordán... Y también en lugares laicos, como el imponente parque nacional de Cesarea o la soberbia fortaleza de Masada.

Espacios casi vacíos

Pues bien, debido a la guerra, al recelo de los potenciales visitantes o a la cancelación de vuelos por parte de las aerolíneas, esos destinos multitudinarios –salvo los de culto judío– están ahora asombrosamente despoblados. Como mucho, dos o tres grupos en cada uno, de los que alguno suele ser de escolares locales que se instruyen en las vicisitudes históricas de un pueblo en permanente conflicto. El panorama dibuja una ocasión de oro para disfrutar con calma de lugares en los que habitualmente hay que hacer cola para pocos minutos, o incluso segundos, de degustación. Eso sí, hay que atreverse a ir y disponer de medios de transporte para hacerlo. Un dato muy significativo: en Tel Aviv, el pasado viernes, día 24, salió un vuelo hacia Madrid a las 16.05 horas, y no había otro hasta las 17.40 horas. Más de hora y media sin despegues a media tarde.

Control estrecho y maletas abiertas

La zona de facturación del aeropuerto está casi desierta. Pero eso no relaja el férreo control que imponen las autoridades judías. El marcaje de entrada y salida no llega a ser canino, pero sí intimidatorio, y se suma a la exigencia de un permiso de acceso que se obtiene a través de internet. A la llegada: ¿A qué viene usted? ¿Cuántos días? ¿Qué piensa hacer? Y a la vuelta: ¿Qué ha hecho usted aquí? ¿Ha pasado a territorio palestino? ¿Con quién ha estado? ¿Le han hecho algún regalo? ¿Ha preparado usted mismo la maleta? Los responsables de la vigilancia aeroportuaria identifican los grupos y, a menudo, retienen durante unos minutos a algunos de sus miembros sin aclarar los motivos. La seguridad es un bien supremo al que se sacrifican privacidad e intimidades. Las maletas de los viajeros pueden ser abiertas sin miramientos ni disimulos: los candados simplemente saltan por los aires, el equipaje ha sido patentemente revuelto... Éstas son las reglas del juego cuando se está en guerra, que es casi siempre. En todo el país, la densidad de policías (de azul) y de militares (de verde) es muy elevada. Y la de cámaras en las calles se ajusta a la misma proporción.

Días de guerra y paz en una tierra santa y vacía de peregrinos

Vista de Jerusalén desde el Monte de los Olivos. En primer término, el cementerio judío. Las piedras sobre las tumbas son la señal de la visita de los seres queridos y de que el recuerdo permanece vivo. / P. Á.

Llega la tregua

Volvemos a las alarmas y a los turistas despertados por la alerta de un misil yemení. Los miembros del grupo descargan la app de las alertas. Y más o menos a esa misma hora el teléfono empieza a lanzar una serie de mensajes esperanzadores. Parece estar abriéndose, por fin, el camino de la paz: "Biden asegura que el acuerdo de tregua en Gaza ‘está a punto’ de salir adelante", anuncian los medios de comunicación el mismo 14 de enero. La esperanza crece. En los días siguientes, el acuerdo genera tensiones no sólo entre los israelíes y Hamás, sino también en el seno del Gobierno de Benjamín Netanyahu, en el que los ministros más extremistas proclaman su temor a que "terroristas condenados a cadena perpetua" salgan de las cárceles y luego "intenten hacer daño de nuevo, intenten matar de nuevo". Finalmente, el domingo 19 se produce el primer canje de tres mujeres israelíes retenidas por Hamás a cambio de la liberación de unos 90 presos palestinos, la mayoría mujeres y con una decena de menores entre ellos. Mientras tanto, la app Tzofar continúa comunicando algunas alertas, pues Gaza no es el único enemigo. Pero la situación ya es muy distinta. La tensión comienza a aflojar…

Un pueblo en permanente conflicto

Aflojar, lo que se dice aflojar, es un verbo que los judíos no conjugan con demasiada frecuencia. Al analizar la historia de este pueblo, unos se remontan 4.000 años atrás y otros lo dejan en 3.000, pero se trata en todo caso de un itinerario marcado por las guerras, las conquistas, las invasiones, las deportaciones, las destrucciones, las reconstrucciones… Una historia reciente caracterizada por el holocausto nazi y por la lucha con los palestinos por un angosto territorio que, bisagra entre Europa, Asia y África, es mayormente un desierto y un secarral, lo que convierte en primordial la desalación de agua.

Días de guerra y paz en una tierra santa y vacía de peregrinos

Judíos en el Muro de las Lamentaciones / P. Á.

Bombas en supermercados en un lado

Para los israelíes, la guerra y la lucha por la supervivencia forman parte de la cotidianeidad. "Por dos veces salí de un supermercado y la tienda estalló detrás de mí", afirma una guía turística nacida en un país sudamericano y afincada en esa franja del planeta que va desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo. La mujer se refiere al lustro de gran tensión, entre 2000 y 2005, originado por el gesto del entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharón, de pisar la Explanada de las Mezquitas, zona exterior del recinto de la Cúpula de la Roca y de la mezquita de Al-Aqsa, y lugar santo del Islam. Interpretado como una gravísima provocación por parte de la población palestina, este hecho desató la Segunda Intifada, una sucesión de actos violentos que se cobró la vida de casi 5.000 personas, 900 menores de edad. Cuatro meses después, Sharón arrasó en las elecciones. La citada guía se muestra aliviada con la anunciada liberación de judíos. "He acompañado en bastantes actos a las familias de los rehenes, ha sido muy duro", confiesa. En su análisis de los hechos, lamenta el hecho de que "todos los países estén en contra nuestra, ese antisemitismo que vemos en tantos sitios". Una colega suya, que en comentarios informales no oculta su oposición al nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se muestra muy tajante en lo que se refiere al conflicto con los palestinos: "Los de Hamás juegan con nosotros. Ahora sueltan a tres rehenes en vez de soltarlos a todos".

Pobreza creciente en el otro

A menos de diez kilómetros de Jerusalén, desde el territorio palestino de Belén (parte de Cisjordania), otro guía ofrece una versión muy distinta: "El 70 por ciento de nuestra economía viene del turismo. Llevamos dos años en coma. Para mí, este es el segundo grupo desde octubre de 2023". Belén, lugar del nacimiento de Jesús según el relato evangélico, tiene en la actualidad 45.000 habitantes. La precariedad en la que viven sus gentes es patente: "A raíz de la guerra nos retiraron los permisos para pasar a trabajar en el territorio de Israel; es muy difícil sobrevivir así". Como consecuencia, "con esta guerra se han marchado entre 115 y 120 familias cristianas completas". La verdad numérica es que los cristianos, antaño mayoría en Belén, constituyen ahora en torno al 8 por ciento de la población. La bandera cristiana en los emplazamientos de la vida de Jesús la portan los religiosos franciscanos, custodios oficiales –en no pocas ocasiones a costa de su misma vida– de los llamados "Santos Lugares" desde el siglo XIII, y desde las filas ortodoxas, los griegos y los armenios, principalmente. En la Basílica de la Natividad, el espacio está dividido por milímetros. "Para limpiar, tienen que estar todos presentes. Está reglamentado hasta dónde se colocan los recogedores al barrer. Incluso para colocar un tornillo hace falta ponerse de acuerdo", relata el guía.

Días de guerra y paz en una tierra santa y vacía de peregrinos

El Santo Sepulcro (casi siempre abarrotado y ahora sin colas). / P. Á.

Llamamiento a los turistas

La tregua entre Israel y Hamás sigue en marcha. El intercambio de rehenes y prisioneros avanza de manera paulatina. La Tierra Santa aparece como un territorio más seguro. Ya el pasado 18 de enero, el patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, y el Custodio de Tierra Santa, el padre Francesco Patton, hicieron un llamamiento a la Iglesia universal para que, ante la tregua, las peregrinaciones retornen pronto. "Miles de cristianos viven aquí principalmente de los ingresos de la hospitalidad turística de los peregrinos, especialmente, en la zona de Belén", destacó Patton.

El debate sobre los ultraortodoxos

Los peregrinos llevan casi 16 meses ausentes, pero los judíos ultraortodoxos, vestidos de negro y con vistosos tirabuzones, acuden cada día a los lugares de oración para proclamar sus salmos, sacudir su cabeza, rezar e incluso llorar. El Muro de las Lamentaciones o el túmulo del rey David –que ocupa el lugar en el que, según la tradición, Jesús celebró la Última Cena con los doce apóstoles– evidencian la intensidad de los gestos y la existencia de relevo generacional. También es intenso el debate en Israel sobre si este colectivo dedicado al estudio de la Torá (libro sagrado de los judíos) debe continuar eximido del servicio militar en un país embarcado en continuas guerras. Lo que no admite discusión es que, con guerras o sin ellas, las principales carreteras de Israel están congestionadas, que la gente se mueve, que la construcción de viviendas está en ebullición en espera de que más judíos se animen a vivir en el único territorio en el que son mayoría. Israel es un país construido sobre un desierto, diseñado para los judíos y que tiene centrada su estrategia de crecimiento en el desarrollo de la alta tecnología.

De izquierda a derecha, judíos en el Muro de las Lamentaciones, y el  Santo Sepulcro (casi siempre abarrotado y ahora sin colas). | p. á.

Mosaico con el Padre Nuestro en asturiano, en la iglesia del Pater Noster / P. Á.

La paz no es sólo hablarla

Los judíos saludan con un "Shalom aleichem". Los musulmanes, con un "As-Salaam-Alaikum". Ambas expresiones significan lo mismo: "La paz sea con vosotros". En Oriente Medio, esa tierra que es bisagra entre Asia, África y Europa, la gente se saluda con deseos de paz. Pero ya sea al grito de Shalom o al de Salaam, la paz, además de proclamarla, hay que construirla de día en día. Para que las sirenas de las alarmas se callen. Para que nadie se despierte sobresaltado. Para que los refugios de las casas se vean invadidos por las telas de araña de la paz.

José Manuel Gude García, ante la puerta de Damasco de Jerusalén.

José Manuel Gude García, ante la puerta de Damasco de Jerusalén. / P. Á.

José Manuel Gude García | Economista gallego afincado en Israel

"Israel es un país muy bueno para los negocios, porque el judío sabe situarse"

José Manuel Gude García nació en Ribeira (La Coruña), en 1971. Estudió Económicas en Santiago, realizó un máster en el IESE, trabajó en el ámbito del marketing y en 2008 se trasladó a Israel. En este país, se dedicó unos años al marketing digital y en 2019 se pasó al turismo de peregrinaciones. Reside en Jerusalén.

¿Cómo va el turismo de peregrinaciones?

Complicado. Hemos pasado por el covid, después por la guerra... Estoy en una empresa que se llama Terra Dei Tours. En 2019, trajimos a Israel 5.000 personas. Fue el mejor año. Nuestros clientes son, sobre todo, franceses, porque el dueño de la empresa tiene mucha relación con Francia, y yo estoy desarrollando el mercado de habla española e inglesa.

¿Qué sucedió durante la pandemia de covid?

Prácticamente no hubo nada porque la gente no podía moverse, no podía llegar aquí. Luego trabajamos muy bien en 2022 y en 2023, hasta el 7 de octubre, cuando se inició la guerra y ya se paró todo. Muy poquita gente se ha atrevido a venir…

Lo cual parece lógico…

Bueno, nos está costando mucho convencer a la gente de que uno puede venir y hacer una peregrinación totalmente normal. Y se entiende porque la impresión que uno tiene cuando ve las noticias desde fuera de Israel es de guerra en todo el país, y no tiene nada que ver. En momentos muy puntuales, ha habido ataques que sí que traían cierto peligro para la población. Pero tenemos el iron dome (cúpula de acero), un sistema defensivo que intercepta prácticamente todos los misiles.

¿Ese mensaje de seguridad cala?

Aquí la gente ha hecho vida normal prácticamente durante toda la guerra, en Jerusalén sobre todo. Las zonas clásicas de peregrinación no hay ningún problema en visitarlas. Si en algún momento puntual no es recomendable visitar un lugar, somos los primeros que aconsejamos no hacerlo, y se diseña un plan alternativo. Pero en todo este tiempo de conflicto esto ha sucedido en muy pocas ocasiones. El testimonio que tenemos de la gente que ha llegado aquí es que han disfrutado un montón, porque además no hay que hacer colas en los sitios.

¿La demanda de turismo religioso aumenta?

Si la situación política es normal, esto va para arriba. Es un sector con mucho potencial y va a crecer mucho más.

Aparte del factor religioso, ¿qué es lo que más llama la atención de Israel a los foráneos?

Estamos en un territorio muy complejo. El dicho es que uno, cuando llega aquí, primero no sabe nada; cuando pasan unos meses, piensa que sabe; y cuando lleva más tiempo, se da cuenta de que todavía no sabe nada. Obviamente, en realidad sabe más, pero la situación tiene muchas variables: hay una situación histórica, formas de ser distintas. Por ejemplo, el tema del perdón aquí es muy complicado…

¿Qué quiere decir?

Aquí, cuando hay una provocación de un lado o de otro, es muy fácil que se genere una escalada que es difícil de parar. En España te puedes enfadar un momento, pero acabas perdonando. Aquí es habitual que la ofensa vaya mucho más lejos.

Judío y árabes son distintos…

El judío es un tipo muy práctico, muy directo en todo. En la forma de hablar, en la forma de trabajar… No importa si te gusta o no. El árabe es todo lo contrario….

¿Más gallego?

En cierto sentido, sí (risas). A menudo, no sabes muy bien lo que te quiere decir. Pero va un poco más allá, porque incluso el decir que no es algo que se ve mal. Si preguntas algo y tiene que responderte que no, prefiere no hacerlo. Hay todo tipo de fórmulas en el hablar, en modos de decir, que acabas aprendiendo… La forma de trabajar también es distinta. El judío es muy práctico, sabe muy bien cómo sacar provecho económico de una situación. En ese sentido, son muy buenos. El árabe es distinto, sí que es muy buen vendedor.

¿Es fácil venir aquí a trabajar?

Tienes que conseguir un visado de trabajo, y si no eres judío es difícil que te lo concedan. Tienes que demostrar que al menos una de tus abuelas es judía, y entonces te dan la nacionalidad. Casándote con una persona judía también obtienes la nacionalidad y la residencia. Israel promueve que los judíos en el extranjero vengan aquí, hay una política muy activa en esa línea. Si no eres judío, la cosa se complica. Pueden darte un permiso de trabajo por cinco años, pero luego tienes que marcharte.

¿Es un país bueno para hacer negocios?

Es un país muy bueno para hacer negocios, porque el judío es muy negociante y sabe muy bien situarse y buscar. Israel es el paraíso de las start-ups, más que Silicon Valley, más que Estados Unidos. Es el país con más start-ups por cabeza en el mundo. Hay cosas en el carácter que les ayuda. Los hombres hacen tres años de servicio militar y ahí desarrollan mucha responsabilidad, porque con 19 años tienen que dirigir personas en situaciones a veces de mucha presión o de combate. Son tres años para los hombres y dos para las mujeres. Eso hace madurar a la gente y, de hecho, muchos crean sus propias empresas, sobre todo de alta tecnología, que es súper rentable. Los sueldos se han disparado porque faltan brazos de informáticos. Puede haber primeros sueldos de 5.000 euros, y esto va en aumento porque no se encuentran gente preparada para la demanda que hay.

¿El coste de la vida?

Ha ido subiendo bastante en los últimos años. Tienen diversos condicionantes, por ejemplo el Ejército, que supone un gasto muy importante. Hay que mantener todos esos años de servicio militar. Hay dos millones de árabes en el país que no están muy bien situados laboralmente. Y luego está el asunto de la población ultraortodoxa, que va creciendo. Se dedican a la religión, a estudiar la «Torah», y tienen un subsidio del Estado. Sus mujeres suelen trabajar, y lo normal es que esas familias tengan bastantes hijos. Uno de los debates actuales es que parte de la sociedad quiere que esa gente tenga una educación normal, trabaje y haga el servicio militar, que ahora no hacen. Pero, para complicar las cosas, luego resulta que el primer ministro necesita el apoyo de partidos ultraortodoxos, y eso provoca que no acaben de acometerse esas reformas

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