Andrés Fernández, hijo de un exiliado antifranquista asturiano: un ujier de El Berrón en el Parlamento Europeo que antes fue enfermero y químico

Este asturiano de El Berrón llegó a Bruselas con su padre, que huía de la dictadura franquista y desde hace una década trabaja en la cámara europea: "Me interesa mucho la política y aquí se ven mucha cosas"

Adrián Barbón, con el ujier asturiano Andrés Fernández

Adrián Barbón, con el ujier asturiano Andrés Fernández

Xuan Fernández

Xuan Fernández

Estrasburgo (Francia)

Entre todo el trajín del Parlamento Europeo en Estrasburgo (Francia), con eurodiputados yendo y viniendo, reuniones a todas horas y 27 idiomas a la vez, hay un tipo de El Berrón que probablemente conozca a los políticos comunitarios y a los comisarios mejor que nadie porque los ve bien de cerca, en directo y a menudo sin cámaras ni micrófonos de por medio. “Me interesa la política mucho y aquí se ven muchas cosas”. El que habla es Andrés Fernández (Campones, El Berrón, Siero, 1962), el ujier asturiano del Parlamento Europeo, que hace un hueco en uno de los descansos del interminable pleno ordinario para contar una historia personal de aúpa, con el Principado siempre presente. ¿Cómo acaba un tipo nacido en El Berrón de ujier en el Parlamento? Tiene miga.

Todo empieza casi en su nacimiento, en 1962, en el tardofranquismo. Su padre, antifranquista, emigró a Bruselas en 1963, al poco de nacer su hijo. “Mi padre se sentía amenazado por sus ideas políticas y porque además su madre, mi abuela paterna, había estado en la cárcel después de la guerra, porque su marido era socialista”, explica Fernández. El caso es que el patriarca, Andrés, hizo las maletas a la capital de Bélgica, también por asuntos laborales, y al poco lo siguió toda la familia: el pequeño Andrés y su madre, María Rosario, aunque luego vendría otro hermano que ya nació en Bruselas, Luis Manuel. También les acompañó su abuela paterna, Pacita. “Me acuerdo un poco del eterno viaje en autobús, que estaba lleno de gente de Pola de Siero”. Los Fernández iniciaron una nueva vida en Bélgica. El padre empezó a trabajar en una fábrica de grasas para camiones y la madre, que había sido cocinera en El Polesu, un histórico establecimiento de Pola de Suero, hizo lo propio en casas particulares. “En Bruselas había una gran comunidad española y asturiana: tiendas, bares, restaurantes…”. También equipos de fútbol: la peña del Oviedo, para los aficionados carbayones, y la Asturiana, vinculada a los del Sporting. Fernández, apasionado oviedista, defendió los colores azules. “Había muchísima piquilla, jugábamos unos buenos derbis”, recuerda.

La vida laboral del ujier asturiano merece un aparte, porque Fernández empezó de enfermero y fue químico durante treinta años antes de llegar al Parlamento Europeo. Lo explica él mismo. “Estudié Química en un colegio superior, pero antes había hecho el curso de enfermero y trabajé durante dos años de ATS. Luego entré a trabajar en el laboratorio de una fábrica y ahí estuve treinta años, antes de una reestructuración interna en la que hubo muchos despidos”. El asturiano se quedó sin trabajo, pero afortunadamente, muchos años atrás, había realizado una prueba de acceso a las instituciones europeas que le permitió volver pronto al mercado. “Estaba en una lista y me llamaron”. Entró en el Parlamento en 2015: va para diez años (los cumple en septiembre) de aquí para allá entre eurodiputados y repite que le gusta su trabajo. Fernández vive en Bruselas, pero una vez al mes, como en esta ocasión, tiene que acudir a Estrasburgo (Francia) para trabajar en el pleno ordinario. En el Parlamento hay unos cincuenta ujieres, que se ocupan de preparar las salas para las comisiones, proporcionar los documentos necesarios a los eurodiputados y muchas otras tareas cotidianas. “Debido al trabajo hacemos una buena relación con casi todos, muy buena”, indica.

El ujier conoció a Barbón esta semana durante la visita institucional. Se lo presentó el eurodiputado socialista Jonás Fernández, con el que tiene una buena relación. De vez en cuando, juntos en Bruselas ven los partidos del Oviedo y sufren con el equipo azul. Fernández, con una agenda tan apretada como los eurodiputados, tiene a Asturias muy presente pese a vivir a 1.500 kilómetros de distancia. No parece casualidad que su mujer, Aurora, a la que conoció en Bélgica, sea de Mieres. Tienen dos hijas, Sara e Inés, que nacieron en Bruselas, pero son asturianas “a tope”. No es una frase hecha o el clásico tópico: las dos llevan tatuada la Cruz de la Victoria y la lucen en las vacaciones en Nava, de donde era la madre de Fernández y a donde acuden casi todos los veranos. “Sigo Asturias desde la distancia, la echo de menos”, destaca el ujier asturiano, antes de regresar al Hemiciclo. 

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