La gijonesa que investiga el asturiano en Wisconsin y piensa que “estaría bien que mucha más gente apreciara su propia forma de hablar”

Sonia Barnes, especialista en sociolingüística, ha dedicado su carrera investigadora en Estados Unidos a “dar visibilidad a la llingua” y dirige un programa de enseñanza de español a hablantes “de herencia” en la Universidad Marquette de Milwaukee

En Estados Unidos el asturiano y sus estudios "se valoran" y a sus alumnos "les encanta" conocerlo, asegura

Sonia Barnes.

Sonia Barnes.

Sonia Barnes (Gijón, 1982), de soltera Quintana Muñoz, trabaja en una orilla del lago Michigan que a su manera tiene vistas al Cantábrico. Filóloga, docente e investigadora en la Universidad Marquette de Milwaukee (Wisconsin), estudia el asturiano a más de 6.000 kilómetros de Asturias “para dar visibilidad a la llingua fuera del Principado”. Y no es la única, y allí aprecian lo que hace y le pagan. Y nadie la cuestiona, y ha percibido más la estima que el estigma de las lenguas minoritarias y celebra el valor que en los entornos académicos se da a la asturiana “como objeto legítimo de investigación lingüística”… En agosto hará veinte años que llegó a Estados Unidos con muchas ganas de ser profesora universitaria, una licenciatura en Filología Hispánica y una plaza en un programa de máster para enseñar y aprender a enseñar en la Universidad Miami de Oxford (Ohio).

Desde aquel primer aterrizaje hasta hoy hay un doctorado en Ohio State, un rápido proceso de fascinación por los métodos de enseñanza en el país que la acogió y un marido y dos hijas estadounidenses y una carrera de trece años en Marquette. Ejerce en una universidad jesuita con unos 11.000 estudiantes donde toda su labor investigadora –la tesis, los proyectos, los artículos en revistas muy reputadas– sigue gravitando sobre el asturiano y donde dirige el programa de enseñanza de español para hablantes de herencia.

Su especialidad es la sociolingüística, el estudio de las conexiones entre el uso de la lengua y los factores sociales, o la necesidad de saber por qué habla cada uno como habla. Sus incisiones en el asturiano y las variantes lingüísticas de Gijón se han preguntado “por qué los hablantes utilizan las formas que utilizan en los momentos en los que las utilizan” o “cuáles son los significados sociales que, en muchas ocasiones de manera inconsciente, atribuyen a esos usos lingüísticos” cambiantes. El último capítulo de una lista muy larga de aportaciones tiene las conclusiones todavía en revisión y es un experimento que ha intentado identificar “con qué implicaciones sociales se relaciona el uso de la o final del castellano y la u del asturiano”.

Los participantes en el proyecto, hablantes de Gijón y la cuenca del Nalón, escucharon una grabación de la palabra gato en la que la vocal final había sido alterada digitalmente hasta dar con siete versiones diferentes entre la o y la u. Tenían que decir si habían oído “gato” o “gatu” y habían sido distribuidos en grupos, y habían reaccionado a la escucha después de ver una fotografía de un hombre en un contexto urbano y otra de un ambiente rural… Todo para medir la influencia de los estereotipos sociales que todavía asocian el uso del asturiano a los entornos agrarios, la percepción de lo que oyen los que son más o menos favorables a la oficialidad de la llingua o el “conflicto interno” que experimenta hablante urbano que “tal vez quiere diferenciarse de manera inconsciente de una forma de hablar que identifica con el campo, pero a la vez mostrar orgullo y apego a su tierra…”

Mientras sigue escarbando en los resultados para afinar las conclusiones, Sonia Barnes enseña español, entre otros alumnos a unos cien hablantes “de herencia” al año. Son hijos de inmigrantes latinoamericanos, de México y Centroamérica en apreciable mayoría, a los que debe esforzarse por quitarles la “vergüenza” y aportarles “la confianza que deben tener en sus propias habilidades, porque muchos de ellos han crecido escuchando que su español no es bueno, porque no es académico”, y eso no es verdad. Hay que enseñarles que su variedad del idioma es tan válida como cualquier otra y a una estudiosa del asturiano ese planteamiento le suena. La lingüista traza entonces un curioso paralelismo con todos aquellos que en Asturias tienen su propia versión de ese reparo hacia su forma de hablar y ese punto de desprecio hacia lo suyo que ella querría erradicar. “Todavía está pendiente una labor de educación pública”, señala la investigadora, porque “estaría bien que mucha más gente apreciara su forma de hablar, que es legítima. También la de los que, como yo, hablamos no el asturiano normativo, sino la mezcla con rasgos de asturiano y castellano que se utiliza habitualmente en la región, y que también sirve para expresar cosas que no cabrían en una lengua o en la otra…”

–¿Sabéis que mi lengua tiene tres géneros?

En sus clases son frecuentes los ejemplos traídos de casa y la comprobación de que a sus estudiantes el asturiano “les encanta. Les gusta mucho conocer las lenguas de la Península”, y ayudados por la ausencia del contexto sociohistórico que puede generar conflictos y fricciones dentro de la región, como no han oído hablar de la oficialidad y sus desavenencias ahí fuera les genera curiosidad y les interesa. “El asturiano se entiende aquí”, persevera la profesora, “como una lengua completamente legítima, sin ningún tipo de discriminación y con un enorme valor”, señala una vez más, como objeto de investigación lingüística”.

En la universidad Marquette, Sonia Barnes tiene un cuarenta por ciento de docencia, otro cuarenta de investigación y un veinte de labor administrativa y de servicio. También saca tiempo para presidir el capítulo de su universidad de una asociación de profesores que sería “lo más parecido que puede haber a un sindicato sin el poder que tienen estas organizaciones en España”. En este país en el que el movimiento sindical no se parece en nada al europeo, su colectivo, explica, “aboga por la libertad académica del profesorado, por la necesidad de que los docentes tengan un papel en la toma de decisiones administrativas y académicas y por que todos los empleados de la universidad tengan unas condiciones laborales dignas”.

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