La huella en piedra de los emigrantes asturianos

La obra de un indiano tan visionario como desconocido: la residencia La Solana y el hospital-asilo Ulpiano Cuervo

Ulpiano Cuervo y Solá, estrechamente ligado a las grandes fortunas textiles asturianas en Puebla, fue un indiano filántropo que anticipó las necesidades sociales del siglo XXI.

Su gran legado fue el centro asistencial de Colombres inaugurado en 1907 y que, tras su cierre en los años 30 del pasado siglo, se reabrió en 1972 de la mano de las Hermanas de la Caridad bajo la gestión de la Fundación Ulpiano Cuervo

Pluma y acuarela de la casa de La Solana por Adriana Asman, arquitecta ilustradora.

Pluma y acuarela de la casa de La Solana por Adriana Asman, arquitecta ilustradora. / .

Virginia Casielles

Virginia Casielles

Virginia Casielles, historiadora del arte y especialista en el fenómeno migratorio de los indianos, firma esta serie de artículos sobre la huella en piedra que dejaron en Asturias los emigrantes que triunfaron en América. Esta especialista contará periódicamente para "Asturias Exterior" de LA NUEVA ESPAÑA, la historia constructiva y familiar que tienen algunas de las más señeras casas de indianos que hay en la región. Virginia Casielles es autora del libro “Una saga de maestros de obra”, sobre la familia Posada Noriega, que edificó numerosas casa de este tipo en el Oriente, y también de “El pequeño indiano”, la exitosa versión infantil del libro anterior.

Ulpiano Cuervo y Solá nació en Santianes (Piloña) en 1844. Era hijo de Gabriel Cuervo y Pascuala Solá y tuvo dos hermanos más, Juan y María del Carmen. La familia se afinca en Colombres, pues su padre, guardia carabinero natural de Infiesto, es destinado a este puesto en la zona oriental. De ahí la ligazón de Ulpiano Cuervo con la capital ribadedense y sus relaciones con otros compoblanos afincados en México, como los hermanos Ybáñez Posada, a quienes le unía una fuerte amistad.

En el año 1870 ya figura junto a su hermano Juan en el censo de emigrantes como residente en México, concretamente en Orizaba, y trabajando como comerciante; en realidad, al mando de una empresa de tejidos, pues en dicha ciudad veracruzana la industria textil había tenido un gran impulso de la mano de otro grupo de emigrantes franceses, los barcelonnettes, que a partir de 1850 comenzaron a viajar en masa al auspicio de Jacques Armaud, industrial textil francés establecido en México desde 1821. Para entonces, Armaud ya tenía muy avanzada su propia revolución textil en esa zona y en la no tan distante ciudad de Puebla.

Ulpiano Cuervo

Ulpiano Cuervo / Foto cedida por Archivo familiar Paco Sánchez

Con el tiempo, llevado por sus negocios, Ulpiano Cuervo se trasladó, precisamente a Puebla, donde perteneció a la élite poblana porfirista tras conseguir un meteórico ascenso social y una gran fortuna gracias al desarrollo de la industria textil en ese área y en Tlaxcala. Esta última era una región en la que la artesanía había tenido un gran desarrollo y donde los artesanos locales, tejedores manuales que fueron contratados para la industria textil moderna, impulsaron el despegue industrial de toda la zona.

Para fines del siglo XIX, en el estado de Puebla estaba muy afianzada una red empresarial de industriales, muchos de ellos de origen asturiano. Así, Ulpiano Cuervo tenía negocios además de una gran amistad con los hermanos Ybañez Posada y con otros ribadedenses, como Constantino Noriega Madrid, quien tenía una fábrica de hilados en Atlixco: La Carolina. También le unían lazos de amistad con el cántabro Ángel Solana Alonso, natural de Bustablado, igualmente dedicado a los tejidos, y con quien en 1887 se hará socio inversionista del Banco Oriental de México. Esta no fue su única aventura en la banca, pues también participó en la fundación del Banco Hispanoamericano en 1901 con Luis Ybañez Posada.

La Solana cuando todavía era propiedad de la familia de Francisco Pérez.

La Solana cuando todavía era propiedad de la familia de Francisco Pérez. / Archivo familiar Caso Llano

Durante los últimos años del siglo XIX y principios del siglo XX, Ulpiano Cuervo estuvo muy activo en los círculos sociales de la ciudad de Puebla, tales como el Casino, el Círculo Español o la Sociedad de Beneficencia Española, que ofrecían servicios de salud y socorros mutuos. Esas participaciones, aún desde México, en los círculos benéficos fueron el germen de su filantropía ya de vuelta en España. Al ver de cerca las necesidades que tenían sus compatriotas menos favorecidos, decidió, en su retorno, dedicar parte de su fortuna a la beneficencia. Algo que también ayudó a su labor benefactora fue no haber tenido descendencia, a pesar de haberse casado en dos ocasiones.

Se casó en primeras nupcias con Ana García Torres, quien falleció muy pronto, y en segundas con Esperanza Herrero Moriones, natural de Reus, con la que tampoco tuvo sucesión. Concretamente, su matrimonio tuvo lugar el 9 de abril de 1905 en México, en la finca La Tacubaya, propiedad de la familia de ella. Posteriormente parten para Veracruz para poner rumbo a España, pues el Sr. Cuervo estaba ya aquejado de su enfermedad crónica y decide volver para intentar su recuperación.

Aspecto actual de La Solana. Fachada Sur. Torreón y balcón con trabajo ornamental de cottage.

Aspecto actual de La Solana. Fachada Sur. Torreón y balcón con trabajo ornamental de cottage. / V. Casielles

Su primera visita a Ribadedeva, ya como matrimonio, está documentada en el diario "El Cantábrico" del 6 de junio de 1905, y en él se recoge la llegada de los Cuervo en el tren de las 10 de la mañana en compañía de su amigo Constantino Noriega Madrid. Lo primero que hacen al llegar es ir a visitar el estado de las obras del asilo que se construye en la entrada de Colombres, donde son recibidos por una multitud de vecinos y los niños y niñas de la escuela. En este primer viaje a Colombres se instalarán en la casa de Las Helgueras de su amigo Constantino Noriega y luego dividirán su tiempo entre Durango (Vizcaya), donde tenían familia; Madrid, durante el invierno, y, al llegar la primavera, emprenderán un viaje por las principales capitales andaluzas para afincarse ya definitivamente en Colombres en abril de 1906.

En esa visita de 1905 a Ribadedeva comienzan los planteamientos para comprar una nueva residencia familiar en el pueblo de Colombres, y para ello recurren a la que Manuel Posada Noriega, el maestro de obras local, había levantado para Francisco Pérez, otro emigrante retornado, en el barrio de Badalán. Dicha casa no cumplía con las necesidades ni el gusto de la familia Pérez, por lo que decidieron levantar otra de nueva planta en el cercano barrio de La Linde y vender la anterior a Ulpiano Cuervo y a su esposa Esperanza.

Puerta principal original de La Solana

Puerta principal original de La Solana / V. Casielles

Según queda reflejado en el testamento del benefactor, toda la propiedad, incluida la reforma de la misma, fue sufragada íntegramente con capital de Esperanza Herrero. De propiedad de Ulpiano Cuervo, era otra casa en la calle de Badalán, que él determinaba que podría quedar a disposición de una “familia pobre y honrada” sin tener que pagar renta alguna.

La residencia de los Cuervo Herrero será conocida como La Solana. En origen, tenía una planta rectangular, dos pisos y bajo cubierta con buhardilla. En todas las fachadas, los vanos tienen un papel preponderante, pues organizan el espacio y contribuyen a la decoración, utilizando para ello también los dinteles de piedra en sillar, que arrancan de las impostas, ligeramente curvados en la parte inferior y con galerías de madera y cristal en la superior. Cuenta con dos accesos: uno en la fachada norte (calle Francisco Sánchez Noriega) y otro en la sur, donde se ubica la torre —ampliación posterior ya levantada por los nuevos propietarios—y un mirador de madera con los trabajos ornamentales de cottage, conformando una fachada muy pintoresca en este lado del edificio. Toda la planta del inmueble es complicada y sorprendente, con juegos de volúmenes en altura y retranqueos en los muros. El ya citado mirador de la cara sur formaba parte de la habitación matrimonial y, de él, el saber popular transmite que fue donde Ulpiano Cuervo fue operado de una complicada traqueotomía, que le hizo terminar sus días hablando con mucha dificultad.

Fachada principal del Hospital-Asilo Ulpiano Cuervo.

Fachada principal del Hospital-Asilo Ulpiano Cuervo. / V. Casielles

El Sr. Cuervo se planteó muchas labores como filántropo, pues tuvo intención de crear una nueva escuela de comercio si la de Iñigo Noriega cerrara sus puertas. Asimismo, tuvo intención de levantar una nueva iglesia parroquial. Pero de todas las obras filantrópicas que se planteó, la que se llevó a cabo y le hizo ser recordado hasta nuestros días fue el Hospital-Asilo, al que ya se ha hecho mención anteriormente. Dicho hospital comienza a construirse en 1904—cumpliendo los deseos de su primera mujer, Ana, quien fue la que más esfuerzos puso en que se llevara a cabo antes de fallecer—, bajo la dirección del arquitecto municipal de Madrid Don José López Sallaberry (autor de, entre otras muchas obras, el edificio del Banco Hispanoamericano en la calle Canalejas, del trazado inicial de la Gran Vía y del traslado de la fuente de Cibeles a su emplazamiento actual). El inicio de las obras fue inaugurado por su amigo Florencio Noriega, pues Cuervo estaba en México y se documenta trabajando, además de a los Posada Noriega, al también contratista Florencio Ruiz e inspeccionando las obras al ilustrado Manuel García, como recoge el diario "El Cantábrico" de 24 de enero de 1905.

 El Hospital se proyecta como un edificio moderno en arreglo a los últimos adelantos constructivos. Se diseña con un planta en H con el cuerpo principal de dos pisos y habitaciones abiertas a un balcón de tradición local, al tiempo que dos cuidadas estructuras de piedra regular y mampostería forman cuerpos perpendiculares de cubierta en torreón. Estética muy similar a la utilizada en otros hospitales financiados con capital de la emigración como el de Faustino Sobrino en Llanes. Siguiendo la descripción que en el periódico "El Diario de la Marina" se realiza el 26 de octubre de 1907, el edificio: “Cuenta con tres pabellones, el primero mide 540 metros cuadrados. A la izquierda, portería y escalera de servicio. A la derecha, sala de consultas, sacristía, capilla con esbelta cúpula y galería de cristales de colores. Dos habitaciones para infecciosos, cuartos de baño con water-closs, dos habitaciones para carabineros (porque el padre del fundador perteneció a este Real Instituto), otra para botiquín, comedores y carboneras. En el primer piso: sala de operaciones con gabinete y arsenal quirúrgico, con los aparatos más modernos, oficina de administración, ropero, cuarto de costura, cuatro habitaciones para enfermos y para las Hermanas de la Caridad y otra para los criados. Las buhardillas de gran elevación están preparadas para, si hubiera necesidad, armar 20 camas más. Las alas laterales son un pabellón para cada sexo, el de la izquierda para hombres y el de la derecha para mujeres. En cada pabellón hay 20 camas. En conjunto, los tres pabellones miden 900 metros cuadrados. Para recreo de los enfermos, se formó un parque con fuentes y surtidores y el agua llega a todos los pisos”. Ese mismo diario recoge que todo el hospital era conocido como “Santa Ana” y no solo la advocación de la capilla en honor a su primera mujer, pero bien es cierto que el resto de la prensa y documentos de la época hace alusión al edificio como Hospital-Asilo Ulpiano Cuervo, nombre que conserva hasta nuestros días. 

Fachada posterior Hospital-Asilo Ulpiano Cuervo. Vista  de la capilla poligonal con advocación a Santa Ana.

Fachada posterior Hospital-Asilo Ulpiano Cuervo. Vista de la capilla poligonal con advocación a Santa Ana. / V. Casielles.

Con toda esta dotación de servicios, el moderno edificio fue inaugurado el 30 de septiembre de 1907, en una ceremonia in situ con bendición del arcipreste de Ribadedeva D. José Nespral y la presencia de muchos otros indianos como Florencio Noriega, Iñigo Noriega, Antero Ruffini, Telesforo García… Posteriormente al acto, tuvo lugar, como se recoge en el periódico "El Cantábrico" de 12 de octubre de 1907, “un fastuoso banquete en el balneario de la Franca donde participaron 60 comensales y donde se celebraron varios brindis y discursos”.

En su origen, el hospital estuvo dirigido por las Hermanas de la Caridad y el primer capellán fue Marcelino Arbesú. La institución funcionó como un patronato, dirigido a la muerte del Sr. Cuervo, ocurrida el 21 de abril de 1914 tras una bronconeumonía gripal, por su viuda Esperanza Herrero. El reglamento de la fundación imponía que, al fallecimiento de ella, el orden en la sucesión para dirigirla sería: el cura de la villa, el alcalde presidente del ayuntamiento, el médico municipal (que era el mismo que el del hospital) o los tres mayores contribuyentes. Su viuda fue la continuadora de su legado hasta que, coincidiendo con la revolución mexicana y con el crack de la bolsa de Nueva York, que desemboca en una grave crisis económica, todo comienza a resquebrajarse y, ya definitivamente, en 1933 se cierra la institución por falta de fondos y por tener tan solo acogidas a dos personas. De esto nos deja constancia también el diario "La Región" de 20 de noviembre de 1934, donde se recoge “que lleva casi un año abandonado y es un edificio adecuado para albergar a 25 guardias civiles, pues Colombres se había quedado sin puesto de Guardia Civil”. Ese mismo diario recoge ya, el 22 de octubre de 1935, que un grupo de guardias ya se aloja en el edificio mientras esperan que se construya la nueva casa cuartel.

Posteriormente, y hasta 1972, permaneció cerrado. En ese momento, fue abierto como asilo de ancianos de la mano de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl. El asilo aún hoy mantiene una intensa actividad bajo la gestión de la Fundación Ulpiano Cuervo, una institución privada calificada como Fundación Asistencial, con 46 plazas residenciales.

De ahí la faceta de visionario, además de filántropo, del Sr. Cuervo, pues su idea de principios del siglo XX se mantiene muy viva en la actualidad, permitiendo que su labor trascienda en el tiempo y siga siendo testigo y fuente de la memoria de otra época.

La casa La Solana fue adquirida el 22 de abril de 1977 por la familia Caso Llano, a Josefa Tassier y su esposo Panayotis Orphanides, descendientes de Doña Esperanza Herrero Moriones, en la ciudad de Reus. A día de hoy, es una vivienda vacacional donde es posible disfrutar y empaparse del legado en piedra que los indianos nos han dejado.

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