Asturias exporta talento

Juncal Alonso, de la cuenca minera al imperio de Twitch: una asturiana entre las profesionales jóvenes con más potencial del país

"Asturias es nuestra Ítaca particular, emprendemos el viaje siempre teniéndola como destino final, a veces sin darnos cuenta de que estemos donde estemos ya nos lo ha dado todo, viene con nosotros y es parte de lo que somos"

Juncal Alonso.

Juncal Alonso.

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Juncal Alonso (Madrid)

"Nací en Aller. Lidero en Madrid la estrategia creativa del Brand Partnerships Studio de Twitch, el mayor servicio de streaming del mundo y parte del ecosistema Amazon en España. Además, he sido seleccionada por Nova como una de los 111 profesionales menores de 35 años con más potencial del país. Mi trabajo siempre ha consistido en contar historias: de personas, marcas y organizaciones, buscando crear conexiones a través de la creatividad"

Es una de los 111 profesionales menores de 35 años con más potencial del país. Casi nada. Juncal Alonso (Aller, 1991) lidera en Madrid la estrategia creativa del Brand Partnerships Studio de Twitch, el mayor servicio de streaming del mundo. Rebobinemos: "Por capricho de mi padre, nací en ‘Aller’. Así lo inscribió en el registro, a pesar de que llegué al mundo en el hospital en Oviedo. Los alleranos también nacemos donde queremos. Este hecho refleja su empeño –creo que exitoso– en crear en mi hermano y en mí un arraigo y un orgullo de ‘pueblu’. Mis padres, que siempre nos han dado libertad para salir y explorar, supieron sembrar en nosotros ese germen de asturianía que nos devuelve a casa con solo escuchar una palabra en ese acento cantarín tan nuestro. Potenciaron en nosotros grandes alas con raíces fuertes, un gran sentido de la lealtad y la justicia tan ligados a esta tierra, y un tesón que roza la cabezonería, propio de los de ‘la viga travesá’".

Sus primeros años transcurrieron en Moreda de Aller, rodeada de mujeres: "Toya, Mati, Luz… y mi abuela Zuce, omnipresente como cuidadora y referente, entonces y ahora. Cuando mis padres trabajaban, siempre había alguna –muchas veces todas– en casa, dándole sentido a la palabra sororidad mucho antes de que se pusiese de moda. Luego nos mudamos a Pola de Lena, donde pasé la mayor parte de mi niñez y juventud, ganándome las credenciales de ‘asturiana de la cuenca minera’ que llevo con orgullo".

Fue al colegio Sagrada Familia-El Pilar, donde empezó a forjarse "mi vocación. Era una ‘mala’ estudiante de buenas notas. Tuve grandes profesores que se ocuparon de potenciar otras habilidades que hoy en día son clave en mi profesión. El club de lectura y las redacciones que escribía cada domingo para Yayo desarrollaron mi amor por las letras; los concursos de dibujo y todas las ‘fueyas’ que pinté me hicieron entender la importancia visual de las ideas; las obras de teatro de Carlos me empujaron a crear sin complejos, y las oportunidades creativas que Rafa puso sobre la mesa no solo sembraron la semilla de mi profesión, sino que también me brindaron la posibilidad de hacer mi primer viaje fuera de España con mis compañeras".

Conoce a otros asturianos como tú

Entrando el primer día de clase al salón de actos, "Rafa me apartó un segundo para decirme que había llegado un proyecto y que había que montar equipo. Se trataba de un concurso para mostrar nuestra visión de la Unión Europea, con el premio de un viaje para conocer sus instituciones. Hicimos un corto con muñecos de plastilina que ahora recuerdo con ternura, tanto por el tremendo esfuerzo que supuso cada figurita y su grabación como por el resultado, que no fue otro que el esperable de un grupo de seis niñas sin conocimientos en la materia. Eso sí, ganamos, nos fuimos a Bruselas y, por primera y única vez, un crepe me supo más rico que un frixuelu de mi ‘güela’. Me lo estaba comiendo en la Grand Place con mis amigas, gracias a una idea que había salido de nuestras cabezas. A ninguna de ellas les sorprendió que años después me decantase por estudiar periodismo, a pesar de que parecía encaminada a ciencias".

En 2015, en plena crisis de refugiados, "vi lo que estaba pasando en Calais con ‘The Jungle’, uno de los campamentos de más grandes de Europa. Me presenté allí como voluntaria para colaborar con una ONG local. Malvivían más de 10.000 personas sin ningún tipo de infraestructura y hacían falta manos para todo. Gracias a esta experiencia, entendí el valor de aplicar las habilidades adquiridas en el ámbito profesional a la acción social. Tiempo después, un amigo asturiano me habló de una iniciativa en Uganda: un programa de agricultura de café sostenible para que los agricultores pudiesen enviar a sus hijos a la escuela. Me uní sin dudarlo. Construimos la marca de café, creamos una empresa social que reinvertía los beneficios en el desarrollo de la comunidad y pasamos de unas docenas de granjeros a más de mil seiscientos en todo el país. Aquel amigo asturiano se convirtió en mi marido. Seguimos haciendo equipo y ‘liándonos’ el uno al otro para sacar adelante proyectos como este".

La creatividad "no es otra cosa que saber crear conexiones entre diferentes conceptos e ideas. Hacen falta referencias, cuantas más y más diversas, mejor. Muchas están en libros, exposiciones, cine… pero también en experiencias vitales. Aprender a mirar y ver el valor de lo que tenemos delante son deberes de casa. Por eso, a pesar de haber vivido fuera de Asturias desde los 18 años y haber estado en más países que años tengo, no he dejado de pasar ni un solo verano en Gijón. Será su luz de agosto, como dice Nacho Vegas, o que soy asturiana practicante, porque me gusta sacar la asturianía a airear todo lo que puedo, para que no se oxide".

Hace unos meses adoptaron una perrita "y se nos ocurrió llamarla ‘Ablana’. Solía ser una palabra muy recurrente en mi casa porque mis abuelos tenían ‘ablanos’, pero llevaba años sin utilizarla. Hasta ahora, que la tengo que repetir constantemente… y cuando lo hago, muchas veces me descubro pensando en mi abuelo Jesús, en ‘todes les ablanes’ que rechacé pese a su insistencia y en mi abuela Nieves recorriendo el larguísimo pasillo para traérmelas recién tostadas. Hace años que murieron y nunca nadie me ha vuelto a ofrecer ablanes. Escuchar ‘ablana’ en boca de mis amigos de fuera de Asturias, de angloparlantes y de latinos es un triunfo pequeñito que me llena de orgullo, un trocito de mi casa asturiana que ya forma parte de otras de todo el mundo. Lo de practicar la asturianía en mi casa se traduce en fabadas para 15 o 20 amigos un par de veces al año con los ingredientes traídos la mayor parte de las veces de Moreda de la carnicería de Pepín hasta Londres o Madrid. No se trata solo de comer el plato típico, sino de compartir como lo hacemos allí porque las mesas en Asturias siempre han sido muy largas y si no cabemos, se hace sitio, se traen sillas, cucharas, alguno aguanta de pie… pero comemos todos".

Asturias es "para muchos de nosotros nuestra Ítaca particular, emprendemos el viaje siempre teniéndola como destino final, a veces sin darnos cuenta de que estemos donde estemos, volvamos o no, Asturias ya nos lo ha dado todo. Viene con nosotros y es parte de quienes somos".

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