Pablo Martínez, oncólogo asturiano ya se muestra optimista: "El cáncer pasará a ser una enfermedad crónica"
"Sientes como si hubieras ganado una maratón. Te sientes muy realizado"

Pablo Martínez, oncólogo asturiano ya se muestra optimista : "El cáncer pasará a ser una enfermedad crónica"
El oncólogo nacido en Cangas del Narcea Pablo Martínez Rodríguez, de 43 años de edad, que desde octubre pasado es vicepresidente de desarrollo de la empresa biotecnológica californiana Amgen, una compañía puntera con más de 27.000 empleados y presencia en más de 100 países, no para de recibir reconocimientos.
Pablo también es el chaval que siempre quiso ser médico y el estudiante que escogió la optativa de Oncología en el último curso de la carrera en Oviedo, el MIR del Hospital Vall d'Hebrón y el oncólogo que pasó siete años entre ensayos clínicos a la búsqueda de terapias contra el cáncer en Barcelona.
Es el investigador que no podía decir que no a una beca en Harvard y al que vinieron a buscar de la industria farmacéutica. Hizo carrera primero en AstraZeneca y desde hace tres años en Amgen, un gigante del sector en el que ejerce desde octubre como vicepresidente de Desarrollo en Oncología. Ha intervenido en el hallazgo de un tratamiento de inmunoterapia que se demostró eficaz contra los tumores de cuello uterino y ha liderado el desarrollo de otro recién aprobado en Estados Unidos para el cáncer de pulmón de célula pequeña. Con los pies vocacionalmente pegados a las raíces, vuelve a Cangas al menos los veranos y las navidades, pregonó las fiestas del Carmen y la Magdalena de 2023 y acaba de ser distinguido con la «Manzana de oro» del Centro Asturiano de Madrid.
–¿Se atreve con el minuto y resultado de la batalla contra el cáncer? ¿A qué distancia está la meta?
–La situación ha mejorado, pero todavía no es óptima. Somos optimistas porque miramos hacia atrás y vemos que hace cuarenta años prácticamente no había nada contra el cáncer y es en los últimos veinte cuando han llegado las nuevas terapias, anticuerpos, vacunas, inmunoterapia, y hemos avanzado mucho. Las tasas de supervivencia ya superan desde hace años de forma global el cincuenta por ciento, pero lo que nos hace ser más optimistas es la velocidad: hay nuevas medicinas contra el cáncer cada año, y cada año hay más. El avance de la tecnología y el progreso de lo que conocemos sobre la enfermedad hace pensar que probablemente, en el transcurso de mi vida, pasaremos a considerar el cáncer una enfermedad crónica. Yo siempre hago la comparación con la tuberculosis. A mi abuela eso era lo peor que le podías decir, porque aquello mataba mucha gente cuando ella era niña… Pienso que cuando yo sea mayor, alguien me contará que tiene un cáncer y los de mi generación estaremos horrorizados, pero el que lo tiene dirá: «Yo me tomo este tratamiento y ya está...»
–Cuando trabajaba en Barcelona, colaboró en el descubrimiento de un tratamiento de inmunoterapia efectivo contra el cáncer de cuello uterino. ¿Se puede describir la sensación del hallazgo?
–Sientes como si hubieras ganado una maratón. Te sientes muy realizado, eres consciente de que es algo único y de que hay mucha gente que ha trabajado toda su vida y no ha tenido la suerte de vivir ese momento… Se podría decir que es una satisfacción sin euforia, un poco la paz del guerrero. Yo lo vivo con humildad, pero también con satisfacción, tendiendo a pensar que ha merecido la pena.
–El Pembrolizumab ayuda a las células inmunitarias a destruir las cancerosas. ¿Cómo funciona?
–El sistema inmune detecta todo lo que no es tuyo. Por eso el descubrimiento de un cáncer, que básicamente son células que se convierten en extrañas, es un indicio de que el sistema inmunitario ya ha fallado en la tarea de matar las células cancerosas. Estos tratamientos descubrieron que el cáncer tiene un mecanismo para escapar, un «escudo» contra el sistema inmune, y son capaces de destruirlo, consiguiendo que sean las propias células inmunitarias del paciente las que ataquen otra vez al cáncer. Es como si le quitáramos el camuflaje. No funciona para todos los cánceres, ni en todos los pacientes, pero sí en un grupo importante. Si comparamos esto con la quimioterapia entenderemos el beneficio que se obtiene con estos tratamientos de inmunoterapia, con muchos menos efectos secundarios, y por qué ha supuesto un cambio de paradigma.
–¿Hacia dónde va ahora la inmunoterapia?
–Surgió hace aproximadamente una década, ahora estamos en otro nivel en el que el principio es el mismo. Seguimos intentando activar el sistema inmune para atacar el cáncer. El año pasado se aprobó en Estados Unidos otro fármaco que lideré, en este caso contra el cáncer de pulmón de célula pequeña y que esperamos que en un año o dos esté aprobado también en Europa.
–¿Se utiliza ya como sustituto de la quimioterapia?
En Estados Unidos este nuevo tratamiento ya está aprobado y se utiliza después de la quimioterapia y se trataría, sí, de poder utilizarlo en su lugar. Por eso decimos que los avances no repercuten sólo en los resultados, sino en la calidad de vida del paciente, porque estos nuevos tratamientos suelen tolerarse mejor que la quimioterapia.
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