Entrevista | Vicente Riesgo Alonso Sociólogo asturiano experto en migraciones, residente en Alemania, fue asesor de Merkel y está dirigió durante décadas la Academia Española de Formación de Bonn
«Si el nuevo gobierno alemán de coalición no tiene éxito, ganarán los ultras y, entonces, ¡pobre Europa!»
«Alemania vivió muy cómoda en el papel de que EE UU ponía la seguridad, Rusia ponía el gas y nosotros podíamos ser la buena conciencia del mundo diciendo cómo hay que respetar la democracia; ahora Europa sabe que tiene que defenderse sola»

Vicente Riesgo, en Alemania.
El sociólogo asturiano Vicente Riesgo Alonso (Lavio, Salas, 1955) llegó a Alemania en 1976, donde sigue residiendo. Ha dedicado su vida a la educación de colectivos emigrantes. Está jubilado como presidente ejecutivo de la Academia Española de Formación de Bonn, creada en 1984, una «universidad popular» que también forma a emigrantes turcos, rusos, latinoamericanos... En 2015 recibió la Cruz del Mérito de la República Federal de Alemania en reconocimiento a su labor. Fue asesor de la canciller Merkel en las políticas de integración de emigrantes.
-¿Cuánto ha cambiado aquella Alemania de Merkel que abrió las puertas a los emigrantes y esta Alemania en la que emerge, gracias al rechazo al extranjero, la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD)?
La admirable política, o reacción humanista de Merkel en aquel momento era comprensible. Era muy inteligible desde su experiencia y ética personal. Pero también hay que reconocer que ha llevado a situaciones estructurales sin salida. En Alemania han estado llegando los últimos años unos 300.000 solicitantes de asilo. Eso no hay sistema administrativo que lo pueda gestionar. Es una situación real que afecta sobre todo a los municipios. Aquí está el núcleo del problema. El Estado federal genera una serie de derechos, de políticas sociales de las que se benefician personas acogidas al derecho de asilo, pero no siempre pone los recursos financieros a disposición los ejecutores de esas políticas, los municipios. Eso supone que muchos municipios están al borde de lo imposible para poder hacer frente a todas estas personas. Desde los Verdes a los más conservadores, los partidos tienen un discurso parecido. Salvo en el partido citado (AfD), no hay un discurso antiemigrante. Todos dicen: queremos que las personas que han llegado puedan tener un futuro en Alemania y no sean siempre clientes dependientes de las ayudas del Estado, pero necesitamos poder respirar, una pausa, tiempo, necesitamos medios.
-Pero AfD triunfa culpando a los emigrantes.
Curiosamente en una zona, en el territorio de la antigua RDA, donde no hay tantos inmigrantes.
-¿Y cómo se explica ese auge de la ultraderecha en un país que, supuestamente, estaba vacunado?
Si alguien tuviera esa respuesta, en Alemania le propondrían al premio Nobel de todas las ciencias sociales posibles. Es una síntesis de factores. Hay un factor de carácter psicosocial. La reunificación de Alemania tuvo que hacerse en un tiempo récord y en circunstancias difíciles, eso se olvida con frecuencia, y generó muchas frustraciones en las biografías de millones de personas de la antigua RDA. Personas que, de hoy a mañana, se quedaron sin empleo porque su fábrica cerró. Eso genera traumas biográficos importantes, que están ahí en las profundidades del ánimo de una o dos generaciones. Por tanto, en el Este hay un cierto rechazo a los alemanes occidentales, pues llegaron allá como los que los saben todo, lo cual en parte es verdad. Hubo una actitud por parte de muchos en la política, en la administración de las empresas, de que los del Este no sabían nada y ellos tenían que enseñarles todo. Todo eso ha generado un cierto enconamiento que busca sus escapes. Y luego, actualmente, hay una especie de nostalgia idealizante de aquel régimen (de la RDA). Como cuando los oyes hablar de las buenas relaciones con Rusia, que defiende ese partido (AfD). Y yo les digo: pero olvidáis que estabais encerrados por un muro. Y que teníais a la Stasi. Olvidan el carácter perverso que tenía el régimen en muchos de sus aspectos de constitutivos.
-Y la llegada de emigrantes azuzó más ese descontento.
Evidentemente, el desencadenante del éxito último de este partido (AfD) es la llegada masiva de inmigrantes a partir del 2015, cuando su jefe en aquel momento dijo que aquella crisis era un «Gottes Segen für uns» («una bendición de Dios para nosotros»). La AfD se había fundado como partido eurocrítico que cuestionaba el euro y el principio de solidaridad europea, pero en 2015 prácticamente estaba a punto de desaparecer. Al menos en el nivel de representatividad en los parlamentos. El tema de la emigración les ha servido para subir. Y a eso se añade una mezcla de pseudopacifismo, de miedo a la guerra en Ucrania, querer entenderse bien con Putin, luego la crisis económica del gas… Son muchos factores que se van sumando.
-¿Cómo es la Alemania del rearme militar? ¿Cómo se vive la guerra de Ucrania?
Un sector amplio de la población lo vive con inseguridad, con miedo. Putin conoce muy bien la mentalidad alemana. No olvide que en el mundo anglosajón hablan el ‘german angst’, el miedo, la angustia alemana (a perder cosas que se han por hechas). Putin maneja muy bien esto. Sabe lanzar discursos adecuados porque él conoce este país, su lengua, y sabe que cierto tipo de amenazas más o menos solapadas tienen éxito en la población. Esto lo usa no solo la extrema derecha, también algún partido de la extrema izquierda, como Sahra Wagenknecht, en una escisión de Die Linke, la izquierda. Usa también ese discurso que yo le llamo pseudopacifista porque no condena las guerras de forma general sino solo según el significado de cada guerra.
-¿Cómo se recibe el trumpismo en la sociedad alemana?
La situación de Estados Unidos está influyendo mucho al ver que ya no son el aliado absolutamente fiable que se creía durante muchos decenios. Alemania vivió muy cómoda con ese papel. Estados Unidos ponía la seguridad, Rusia el gas barato y nosotros podíamos ser además la buena conciencia del mundo, diciendo cómo hay que respetar la democracia, los valores, los derechos humanos... Y si alguna vez hay que mancharse las manos que lo hagan los yankees, los americanos, que no tienen principios. Lo digo carizaturizando un poco lo que ha sido la segunda mitad del siglo XX y hasta ahora. Pero ya está, esto se acaba. Sin duda fue un shock también para la política alemana y para una parte grande de la población ver el tratamiento que le dieron a Zelenski en el Despacho Oval. Creo que eso movió mucho a dar ese paso, a la CDU, para quitar la restricción que había en la constitución al endeudamiento y así tener manos libres y poder invertir más ahora en la industria de defensa. Creo que empieza a verse con bastante realismo que Europa tiene que organizar su defensa sola. Porque no sabemos en qué dirección va a caminar Estados Unidos en los próximos años.
-Ni el propio Trump debe saberlo.
En Europa, todos los países que están en vecindad con Rusia tienen una sensibilidad muy diferente en estos temas de la que podemos tener en España y Portugal. A veces, cuando algún amigo español me dice que la OTAN se extendió mucho hacia el Este, yo le digo: habla con un polaco, con un lituano, con un estonio, letonio, con un finlandés y pregúntales. Ellos han querido entrar en la OTAN por unas experiencias históricas con Rusia que se pueden leer en cualquier libro de historia y hoy ya casi ver en los telediarios
-¿Este nuevo panorama servirá para que Europa se rearme, no solo con pertrechos militares, también como proyecto político?
Eso va depender en gran medida de la capacidad de liderazgo que tengan nuestros políticos. De los políticos que quieran liderar ese proceso, necesario e imprescindible para el futuro de Europa. A mi modo de ver, van a tener que tomar decisiones impopulares, como cuando Adenauer decidió vincular a Occidente a la futura la Alemania Federal. Entonces tenía a la mitad de la población en contra, que había sido educada en un antiamericanismo y antifracesismo; una población que había colaborado estrechamente con el régimen nacionalsocialista y no estaba por esa orientación. La propia socialdemocracia prefería dar la prioridad a la reunificación de Alemania antes que al ingreso en la OTAN. O cuando se introdujo el euro con Helmut Kohl. Si se hubiera votado, el 90% de alemanes hubieran dicho que preferían el marco, que era más seguro y estable.
-¿Habrá líderes a la altura de este momento?
Por parte de Merz creo que sí existe esta visión a la hora de crear el gobierno de coalición (entre conservadores y socialdemócratas). Y pienso que por parte de los socialdemócratas también hay una conciencia muy clara de que, o Europa juega ahora esa carta, o se acabó. Este gobierno está condenado a tener éxito. Todo el mundo lo sabe, y ellos los primeros, que como no tengan éxito las siguientes elecciones las va a ganar por goleada la AfD. Y, entonces, ¡pobre Europa! Europa tiene que asumir eso. Tiene que poder porque va a ser la última oportunidad. Si no, Europa se va a convertir pues, no sé, en un satélite de Rusia, en unas democracias tuteladas por Rusia. Hoy ya sabemos la capacidad de influencia de estos regímenes autoritarios en los medios cuando hay elecciones. Ya vimos lo que pasó en Rumanía. Ya hay muchos ejemplos que nos avisan de cuál va a ser la alternativa. No sólo para Alemania, para Europa
-Pero a veces parece que en el discurso popular flota la impresión funesta de estamos en el fin de ciclo de las democracias liberales y toca la era de la ultraderecha. Como si la historia no se escribiera cada día y fuera algo inevitable.
La historia se escribe en una conjunción de factores estructurales, sistémicos, y factores de biografía, de relaciones. Ahí es donde juega un papel clave el liderazgo. La II Guerra Mundial no hubiera sido igual si en Gran Bretaña no hubiera gobernado Churchill. No creo en absoluto que las democracias liberales hayan llegado a su fin, todo lo contrario. Están en una crisis. Ha habido crisis anteriores. Entre las mayores crisis que han tenido las democracias liberales ha sido el régimen nacionalsocialista, el demonio en la tierra dispuesto a arrasar con todo, y la han superado. Ahí es muy importante el papel de estas personalidades líderes, para poner iniciar procesos, acompañarlos o para hacer girar la historia en la dirección falsa, como entiendo que ahora está haciendo Putin en Rusia, que está dañando enormemente a su país convirtiéndolo en una colonia de China. O Trump, que está dañando terriblemente a EEUU. Ambos están perjudicando estratégicamente el futuro de su país, lo están privando de aliados. La gran fuerza estadounidense, a diferencia de otros imperios, es que ha tenido aliados voluntarios y los está perdiendo.
-Al Este, el expansionismo a toda costa de Putin y al Oeste el caótico Trump. Europa, en medio.
El papel del liderazgo político es clave. Hay que tener nervios de acero. Y ahora la gran labor, muy difícil sin duda en nuestras democracias, es llevar contigo a la población. A través de una buena comunicación, de un buen gobierno, convencerlos de que ese es el camino a seguir. Porque ningún ser humano sensato en nuestras democracias realmente quisiera vivir en uno de esos regímenes.
-Usted vivió una dictadura, pero los que hoy tienen 20 años nunca lo experimentaron y, en una de estas, se confunden… Hay mucho respaldo juvenil a la ultraderecha.
Pues esto es una labor evidentemente educativa sobre la historia que hemos olvidado mucho en Europa. En la escuela y en la familia también hay una responsabilidad de transmitir ciertas cosas, ciertos valores, ciertas experiencias históricas. Que sepan lo que es una dictadura como la que vivimos en España. Cuando llegué a Alemania todavía podías ir a la frontera y ver que, del otro lado, estaban encerrados como en una jaula, con unas barreras enormes por todo el país. El Telón de Acero era real. No era solo en Berlín como se cree la gente. Me acuerdo de la primera vez que fui a Berlín oriental y, cuando volví, al pasar el último control tuve la impresión de salir de una cárcel. Y me dije: ahora sé lo que es la libertad. Nuestra obligación es transmitir a los jóvenes esas experiencias. Y, sobre todo, educar a los jóvenes en el valor de Europa: por qué existe, por qué se ha construido...
-Usted participó en el reciente congreso mundial de cultura asturiana organizado por la Academia de la Llingua y habló sobre la crisis del mundo rural asturiano. ¿Cuál es su visión?
Yo me siento obligado, en este tema como en otros, a tener esperanza. La esperanza como un deber ciudadano, como un principio ético al que no puedes renunciar. Creo que hay oportunidades, si bien están muy amenazadas. Todo debería pasar por poner en marcha procesos reales de participación en el mundo rural. El mundo rural vive una relación de interdependencia asimétrica con el mundo urbano, que es el que establece discursos, hábitos y prácticas que tienen una visión del mundo rural, en el mejor de los casos, como un espacio de ocio, de paisaje contemplativo. Se entiende que los habitantes tradicionales del mundo rural son incluso los que perjudican a la naturaleza. Gran parte de la normativa parte de la desconfianza total hacia el campesino, hacia el pastor, hacia el que tiene estas actividades tradicionales porque es el que contamina el medio ambiente, el que estropea los nidos de los pájaros, los conejitos y los pobres jabalíes y los pobrecitos lobos… Todo es un discurso urbano, ajeno al entendimiento de la naturaleza; es el mundo de Walt Disney, es otra realidad. Todo eso es desconocer profundamente quiénes son los creadores y conservadores del famoso paisaje. Del paisaje-cultura, como me gusta a mí decir. Por eso hay que cambiar esa actitud y poner en marcha procesos de participación, difíciles de gestionar pero gestionables. Existen modelos en el mundo de cómo se pueden generar esos procesos.
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