Las crónicas del sportinguista volador

Me dueles, Sporting; pero el amor es ciego y seguiré a tu lado

Lo que hoy sentimos los sportinguistas es frustración, pero ser del Sporting no va de resultados ni de clasificaciones, va de pertenencia y de una pasión que no se negocia, por más decepciones que acumule

Un momento del último encuentro Castellón-Sporting

Un momento del último encuentro Castellón-Sporting / Omar Arnau

Diego Álvarez Bada

Diego Álvarez Bada

Diego Álvarez Bada lleva once años trabajando como sobrecargo de aviación en la línea bandera de México. Hace cinco fundó la peña "La villa de Quini", de la que es presidente. Es la primera y la única peña sportinguista oficial en México y fuera de España. Hasta diez veces al año vuela a España para ver los partidos del Sporting y ha vivido todos los derbis asturianos que se han celebrado desde 2017, cuando los dos principales equipos asturianos se volvieron a encontrar en la competición.

Dicen que en Denver, Colorado y conocida como la “Mile High City” por estar a una milla (1.609 metros) de altura sobre el nivel medio del mar, aquí todo cuesta un poco más: respirar, correr, y rendir. Fue aquí donde me tocó seguir el último partido del Sporting en otro capítulo doloroso en esta temporada. Irónicamente, hoy por hoy, juega como si le faltara el aire, como si cada paso le pesara el doble. Desde esta ciudad que mira al cielo, me tocó ver o más bien escuchar a un equipo que se arrastra en el llano. Que no levanta. Que no encuentra oxígeno en su fútbol.

Por las restricciones de región, al estar fuera de México y de España, ni siquiera pude ver el partido en directo. Lo intenté desde la tablet, pero la señal no estaba disponible en Estados Unidos. Así que terminé siguiéndolo por la radio y más tarde pude ver el resumen.

Perdimos 4-3 en Castellón. Y más allá de los goles —que podrían sugerir un espectáculo— el Sporting jugó un partido de nivel bajísimo, sobre todo en defensa, a pesar de que en ataque no se estuvo tan mal y se tuvieron varias llegadas de peligro, hubo muchos errores impropios de un equipo profesional. Errores que, de no ser porque hay cuatro o cinco equipos aún peores, este Sporting estaría ya con el acta de defunción firmada, condenado al infierno de la Primera RFEF. Los tres goles de Otero son lo único rescatable de la jornada.

El Castellón es un equipo valiente, que propone, que le gusta atacar, pero que también deja espacios y comete errores defensivos. De ahí lo alocado del marcador. Pero lo del Sporting atrás fue desastroso. Robert Pier, en estos momentos, no sabría decir si es futbolista profesional, y cada error suyo pesa como una losa. La defensa entera transmite inseguridad. Se insiste con alineaciones que pocos entienden. No me explico cómo Kevin Vázquez pudo jugar tantos años en Primera, ni por qué sigue siendo titular cuando Guille ya estaba disponible. Pablo García aparece como extremo cuando es lateral. Diego Sánchez, aunque sí es lateral de origen, ¿por qué no juega donde más ha rendido? ¿Y Cote? Qué decir de nuestro capitán de la Marea. Justo cuando podría aportar con su experiencia y sus centros, regresa al banquillo… sin jugar un solo minuto. Pronto se irá al retiro y nos arrepentiremos de no haberlo podido disfrutar en el campo en sus últimos partidos. 

Garitano, que hace dos semanas era poco menos que el mesías en Gijón tras dos victorias seguidas, vuelve ahora a estar en el punto de mira. Así funciona esto: del aplauso al abucheo en un pestañeo. Pero claro, tampoco ayuda empeñarse en decisiones que no concuerdan con lo que la afición pide. Si esto es lo que entiende por “solidez”, no quiero imaginar lo que sería el desorden. El Sporting juega como si le hubieran cambiado las instrucciones del fútbol por las de otro deporte. Sin intensidad, sin ritmo, sin sangre y desganado. 

Y aún con todo esto, con el equipo desinflado, la defensa como colador y la afición al borde del colapso, ahí estaré el sábado en El Molinón, para ver al Sporting recibir al Depor. Lo dije ayer y lo digo aquí, el amor es ciego. Porque si fuera por sensatez, no valdría la pena el esfuerzo. Porque sí, porque duele… y porque, inexplicablemente, todavía me ilusiona, pero a estas alturas ya no se trata de razones, se trata de lealtad. O masoquismo. Qué más da. Pero ahí estaré, como otros tantos que no fallan nunca. Porque la Mareona es la afición más fiel y viajera que hay. Porque incluso desde las Américas, seguimos haciendo miles de kilómetros por un equipo que hoy no está a la altura.

Conoce a otros asturianos como tú

Porque en el fondo, ser del Sporting no va de resultados ni de clasificaciones. Va de pertenencia. De una historia que nos supera. De una pasión que no se negocia, por más decepciones que acumule. Lo que hoy sentimos es frustración, sí, pero también es prueba de cuánto nos importa. Y por eso seguimos. Aunque duela. Aunque sepamos que este año ya no hay nada que rascar. Porque por muy abajo que esté el equipo, nuestra ilusión, esa que a veces parece tan ingenua, siempre encuentra la forma de volver a arrancar. Quizás no sea sensato. Pero es que nunca lo fui.

Quedan 12 puntos en juego, y 7 de ventaja sobre el descenso. La salvación no está todavía asegurada. El futuro es incierto. Y lo más grave: la esperanza está en números rojos. Pero mientras haya un balón rodando, y una bufanda rojiblanca al cuello, seguiremos. Aunque duela. Porque sí, por qué me duele este Sporting.

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