Los asturianos de Buenos Aires nombran socio honorario de su Centro al jurista Javier Junceda

Junceda agradeció una distinción que tiene para él un significado especial ya que su abuelo, Paco Moreno Joubert, nació en Buenos Aires: "Esa patria de la infancia de mi abuelo sigue igual, y el centro asturiano se encarga de mantenerla impecable para los oriundos del Principado”

Jauver Junceda, tercero por la derecha, junto a Pilar Simón, presidenta del Centro Asturiano de Buenos Aires, tras la entrega del carnet de socio honorario del Centro.

Jauver Junceda, tercero por la derecha, junto a Pilar Simón, presidenta del Centro Asturiano de Buenos Aires, tras la entrega del carnet de socio honorario del Centro.

E.L.

El Centro Asturiano de Buenos Aires, el segundo más importante del mundo, homenajeó este miércoles por la noche al jurista asturiano Javier Junceda, que recientemente recibió, además, el título de doctor honoris causa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) en Lima (Perú). Los asturianos de la capital argentina entregaron el carnet de socio honorario a Junceda, que lo recibió emocionado por la vinculación familiar que tiene con la ciudad a través de su abuelo, Paco Moreno Joubert, “que era porteño”. “Nació en Buenos Aires, donde vivió hasta cerca de los quince años”.

Javier Junceda con otros integranters de la directiva del Centro Asturiano de Buenos Aires

Javier Junceda con otros integranters de la directiva del Centro Asturiano de Buenos Aires / .

Junceda indicó que “emociona recorrer las calles que pisó mi abuelo Paco, antes de protagonizar la epopeya de su vida, primero viajando casi niño desde Buenos Aires a Brasil y luego a Puerto Rico, donde sentó sus raíces y triunfó”. Según indicó el jurista asturiano “esa patria de su infancia sigue igual, y el centro asturiano se encarga de mantenerla impecable para los oriundos del Principado”. Sobre el acto celebrado el miércoles aseguró: "Nunca olvidaré el sonido de las gaitas en el Teatro Casona del Centro, mientras bailaban unos jóvenes el pericote. Cuesta no soltar alguna lágrima".

(Javier Junceda Moreno contó en el 21 de marzo de 2021 en LA NUEVA ESPAÑA, la historia de su abuelo Paco Moreno, un texto que forma parte del libro “Cuando llegamos. Experiencias migratorias”, publicado en la Colección Pulso Herido de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y donde Gerardo Piña-Rosales recopiló 18 historias de la emigración. A continuación reproducimos ese artículo).

Junceda firmando en el libro de honor del Centro

Junceda firmando en el libro de honor del Centro / .

El gran salto vital de Paco Moreno

(Javier Junceda Moreno contó en el 21 de marzo de 2021 en LA NUEVA ESPAÑA, la historia de su abuelo Paco Moreno, un texto que forma parte del libro “Cuando llegamos. Experiencias migratorias”, publicado en la Colección Pulso Herido de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y donde Gerardo Piña-Rosales recopiló 18 historias de la emigración. A continuación reproducimos ese artículo).

A caballo entre los siglos XIX y XX, la bella joven francesa Marie Joubert Viaud viaja desde la localidad alavesa de Alegría a Buenos Aires en busca de porvenir. Allí enseñará piano. Pronto se le cruza en el camino Alfredo Vendrell, un catalán oriundo de La Seo de Urgel, con quien se casa. Concibe allí a dos hijos antes de enviudar prematuramente.

Por esas mismas fechas, Francisco Moreno Franco se embarca desde La Guardia pontevedresa hacia la Argentina. El destino le obsequia enseguida con María, con la que contrae nupcias y recorre diversos países detrás de un mañana más halagüeño.

El primogénito del matrimonio, Francisco -Paco Moreno-, ve la luz en la París de América poco tiempo después. Sus hermanos Honorio y Avelino, también. Con los años, los Moreno Joubert se desplazarán a Brasil en búsqueda de un mejor acomodo, y allí nacerá el cuarto hermano, Hernán. En Galicia, de vuelta a España, llega la última hija, llamada Josefina.

Mientras eso sucede en Europa, el niño Paco Moreno permanece en América valorando un nuevo salto vital: la conquista de Puerto Rico. A las Antillas arriba tras navegar desde Río de Janeiro cuando apenas cuenta con once años. Lo hace en la bodega de un envejecido mercante entre ratones del tamaño de tigres que le impiden pegar ojo. En su destino, tendrá que barrer almacenes hasta la extenuación y dormir siempre en sombríos catres. Meses después, empieza a colaborar en la mecánica del automóvil bajo el abrasador sol caribeño y a estudiar por las noches para poder salir adelante, lo que le permite traer consigo a sus hermanos mayores.

Esa epopeya de la adolescencia boricua se ve pronto recompensada con la inmensa fortuna de poder conocer y tratar a unos cántabros que le aparecen súbita y providencialmente en escena: Emma y Diego Agüeros, de Quintanilla, una pequeña y maravillosa aldea del valle del Nansa, en las Asturias de Santillana. En una esquina de su gasolinera, taller y establecimiento de neumáticos en San Juan, los Agüeros permiten que Paco Moreno sitúe su minúscula oficina y emprenda su incipiente profesión como corredor de seguros. Haciendo de todo, Paco logra con enorme fuerza de voluntad y perseverancia el sueño del sustento necesario para mantenerse y servir además de sólido soporte a sus hermanos y su madre, que había vuelto a enviudar y viajado a Puerto Rico para vivir con los suyos hasta alcanzar el descanso eterno en el precioso cementerio sanjuanero de Isla Verde, a la ribera misma del mar.

Paco se encuentra a la que sería su mujer naviega en un viaje a Asturias, con ocasión de la jira de Porcía, acompañado de amigos puertorriqueños originarios de España y de algunos miembros de la familia Agüeros. Ya contaba con una economía saneada, pero le faltaba poder formar su propia familia, que era su principal empresa. Tras dos años de amor epistolar, océano de por medio, la pareja consigue por fin poner rumbo a la Isla del Encanto, donde el matrimonio tendría tres descendientes.

Moreno sigue desde entonces yendo y viniendo desde Europa a América. Su próspero negocio de Insurance Broker, rotulado con su propio nombre y apellidos, le facilita el acomodo tanto a su familia como a algunos de sus hermanos y compatriotas. Sus dineros tienen igualmente como finalidad diversas iniciativas filantrópicas en España, por entonces tan necesitada. El muro exterior del campo de fútbol de Navia, que aún se mantiene en pie, es una de esas generosas iniciativas suyas.

Haber padecido una niñez y juventud sacrificadas hace que Paco no se detenga en su afán permanente por el bienestar de su prole. A las frecuentes estancias en España siguen viajes a Nueva York en noches de Reyes Magos para que sus críos puedan ver y tocar la nieve por vez primera. Interpreta tangos con su mandolina e inundado en lágrimas nostálgicas junto al piano de Maribel, su segunda hija, que es la niña de sus ojos. Acude a los actos culturales y festivos de la Casa de España, en el viejo San Juan. Ayuda con discreción a paisanos de esa otra cara fracasada de la emigración. Cultiva plátanos para la venta en su hacienda de la montaña de Jagüeyes, donde aprovecha para distraerse en los días de fiesta. Todo lo invierte en los suyos, implicándose especialmente en su educación y felicidad, con plena responsabilidad.

La muerte sorprende a Moreno en la orilla europea, sin dejar nunca de olvidar al nuevo mundo. En España, añora a Puerto Rico, y en Puerto Rico, a España, como le sucede a cualquier emigrante. Su madre descansa hoy en América y él lo hace en Europa, un signo que ha marcado a tantísimas generaciones durante los últimos siglos.

España, Francia, Argentina, Brasil, Estados Unidos…. La aventura vital de Paco Moreno constituye el ejemplo más hermoso de lo que las migraciones han supuesto: la importancia de las personas y la intrascendencia de lo demás. El cúmulo de circunstancias extraordinarias que han coincidido en la trayectoria de Paco revela que la existencia humana no es sino un apasionante viaje migratorio. Su sangre francesa y española, su nacimiento argentino, su experiencia brasileña, su matrimonio asturiano, su nacionalidad norteamericana y su intensa crónica personal, familiar y profesional en Puerto Rico hasta su final en la Madre Patria, convierten a Moreno en un testimonio vivo de que las tierras -todas ellas- son un mero sostén para que podamos desarrollarnos en plenitud, recorriendo ese camino a través del duro trabajo y la honestidad.

No existe lugar del planeta que no haya recibido a gentes de otras procedencias. Estados Unidos es un paradigma de este rico mosaico de razas y culturas, invariablemente unido por el cariño a un país que ha sabido acoger a quien ha llegado a invertir sus energías en biografías limpias, alegres y honradas. España también lo ha sido y lo sigue siendo, porque el español ha sido y sigue siendo un migrante.

Muchísimas gracias, querido abuelo Paco, por tu ejemplar vida.

Tracking Pixel Contents