Los asturianos en el mapa: un catedrático en Japón, el país que ya llegó al futuro de "Black Mirror"
Arturo Escandón es catedrático en Educación de Lenguas Extranjeras en la Universidad de Nanzan (Nagoya) y prepara junto a su pareja, la asturiana Giselle Fernández, una ponencia sobre el asturiano en el congreso de hispanistas y latinoamericanistas de Japón

Arturo Escandón junto a dos de sus alumnas japonesas / .
La comunidad de asturianos en el exterior que LA NUEVA ESPAÑA teje a través de su edición "Asturias Exterior" ya supera los mil integrantes, repartidos por los cinco continentes e inscritos en el mapa interactivo del periódico. Los apuntados al mapa pueden conocer la ubicación de otros asturianos que se encuentren en los alrededores. Además, en los próximos días este mapa incorporará nuevas funcionalidades que permitirán a todos los asturianos inscritos interactuar entre ellos. Arturo Escandón, que vive en Nagoya (Japón) es uno de los inscritos en ese mapa.
Arturo Escandón es catedrático en Educación de Lenguas Extranjeras en la Universidad de Nanzan, en Nagoya (Japón). En su biografía se resume la historia de la emigración asturiana, la del siglo XX y la del XXI: “Nací en Santiago de Chile, en el seno de una familia asturiana. Soy asturiano, español y chileno. Me afinqué en Japón a principios de los años 90 y desde entonces empecé a viajar con mucha frecuencia a Asturias. Intentaba pasar todo el tiempo que podía en el concejo de Peñamellera Baja, en El Mazu, la localidad que fuera la cuna de mi abuelo, a tiro de piedra de Panes, visitando a un primo de mi padre que se empeñó en mantener las raíces de los Escandón. Este tío me enseñó Asturias Oriental. Congeniamos, porque estaba chiflado por Asturias, por sus paisajes y por su historia, y yo estaba igual y lo sigo estando. Con el tiempo, mi conexión con Asturias pasa más por Oviedo, pero el embrujo antediluviano de la pica de Peñamellera me lleva a cualquiera de los dos concejos, donde aún me quedan un par de tíos”.
Escandón se dedica a la enseñanza del español en Japón “y a la investigación de la didáctica de las lenguas extranjeras, aunque ahora estoy investigando la enseñanza del asturiano en el Principado con la ayuda de muchas personas, especialmente de la Universidad de Oviedo. Este año, mi pareja, Gisele Fernández, asturiana, y yo daremos una ponencia sobre el asturiano en el congreso de hispanistas y latinoamericanistas de Japón”, asegura que este asturchileno que también encabeza uno de los centros de investigación de la universidad de Nagoya, “una ciudad industrial poco conocida, pero muy pujante y con muchas universidades y centros de investigación e innovación científica y técnica, que está situada en la provincia de la que es oriundo el grupo Toyota”.
Arturo Escandón lleva fuera de Asturias toda su vida, “pero siempre con un pie dentro”, matiza. “A Asturias la extraño siempre, a todas horas. Con la llegada del otoño mi pareja y yo abrimos la temporada de fabada y pote asturiano en Japón. Y para Navidades, no faltan las casadielles”. Se conectan a diario con Asturias a través de LA NUEVA ESPAÑA. “Creo que sabemos más de lo que pasa en Oviedo que en Nagoya”, apunta. Asegura que entre las primeras cosas que hacen cuando están “en casa, en Oviedo” es “hacernos con el ejemplar en papel de ‘La Nueva’ en el estanco”. Todos los veranos, puntualmente en agosto, visitan Asturias. “Y en cualquier época del año también, cuando voy por trabajo a España”, añade.
Son ya treinta años en Japón, un país que le ha aportado “una visión diferente de la organización social”. Así explica la sociedad japonesa y añade una comparación con la española: “Cuando una sociedad es educada y fuerte, no se necesita un número ingente de leyes o de normativas para controlarla, porque se autorregula. No es sostenible judicializar la política, como está ocurriendo en España. Es mejor optar por la autorregulación. De otro lado, también es peligroso que la ciudadanía no tenga dientes y que deje de orientar a los legisladores y al gobierno. La sociedad española está mucho más sana de lo que parece a este respecto: tiene una sociedad civil y un sector privado muy dinámicos, que merecen más apoyo de las administraciones. Japón me ha enseñado que tanto el sector privado como la sociedad civil y el gobierno tienen que remar en la misma dirección, con respeto”.
Vive Escandón en “un país abnegado, acostumbrado a guardar la compostura en los momentos de crisis; basta con ver cómo reaccionaron ante la emergencia nuclear de Fukushima”. Pero también tiene sus fallas: “A diferencia de Asturias y de España, Japón carece de seguridad alimentaria. Tiene que importar prácticamente todos sus alimentos, incluso el arroz, cuya producción está ya muy subsidiada. En estos momentos hay inflación y un encarecimiento paulatino de la vida. Los salarios están congelados desde hace más de una década. Una manzana cuesta 1,5 euros, lo mismo que tres tomates medianos. Y encima, la cesta básica de la compra se va a encarecer aún más como consecuencia de la guerra de aranceles de Trump”.
Así ve la evolución del país nipón: “Japón, ante la pérdida de competitividad, está apostando por mantener su moneda débil y potenciar su ‘poder blando’: hacer caja con la venta de sus productos y servicios culturales, como el turismo. Lo que es preocupante es que su infraestructura apenas da para satisfacer el consumo interno y está recibiendo una ola de turistas. Una habitación de 12 metros cuadrados en un hotel de tercera puede costar 200 euros la noche en Tokio, y los oficinistas y trabajadores viajan cada mañana con turistas en vagones ya de por sí atestados de gente”.
Escandón tiene una sensación amarga cuando mira al mañana. Y su reflexión llega, acaso, hasta la raíz de un nuevo malestar digital: “Creo que el mundo vive un sueño que se está volviendo rápidamente una pesadilla. En Japón, hay un efecto "Black Mirror" (serie distópica que alerta contra efectos de la tecnología sobre la sociedad). Vivo en un país con un desgaste medioambiental y de infraestructuras enorme, envejecido, que comienza a recibir oleadas de turistas que se pasan el fin de semana haciendo compras en grandes almacenes y cogen un avión de vuelta llenos de paquetes y bolsas. Toda esta actividad frenética es mediada por la inteligencia artificial: aplicaciones intérpretes, mapas con geolocalizadores, plataformas de hostelería, vuelos, etc. Regresan a sus países con fotos y vídeos, pero no han visto en profundidad nada. Ningún turista ha hecho un amigo japonés. Todo es descartable. Todo son ‘experiencias’ superfluas. Usar y tirar. ¿Qué sentido tiene dilapidar los recursos del planeta en esta cacería de experiencias banales?”
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