El actor avilesino que dejó su carrera y se fue a probar suerte en el teatro en Madrid... ¡Y allí sigue 53 años después!

"Muchas veces se tiene la sensación, por muchos años que uno lleve, de que estás empezando de nuevo, y también hay algo de injusto en esta profesión: el talento no va siempre unido al éxito, ni mucho menos"

César Sánchez, en «Los lunes al sol».

César Sánchez, en «Los lunes al sol».

Tino Pertierra

Tino Pertierra

César Sánchez (Madrid)

Actor avilesino. Nació en 1953, en pleno proceso de industrialización de la ciudad, «que significaría un cambio radical para la villa. Estudié en el colegio San Fernando y estuve un par de años en la Universidad de Oviedo cursando lo que entonces se llamaba Filosofía y Letras. Lo dejé en 1972 para marcharme a Madrid a probar fortuna en el teatro, donde sigo cincuenta y tres años después».  

Que le quiten lo "interpretao". El actor avilesino César Sánchez lleva cinco décadas volcado en su profesión. Nominado en la última edición de los premios de la Unión de Actores como mejor actor de reparto por la obra "Los lunes al sol", Sánchez se define así: "Un transmisor de emociones. El texto suele estar escrito, pero hasta que no se encarna y se muestra al público no se hace realidad. Es el intérprete, con todo su ser, el que revive la complejidad que pueda tener el personaje, dotándole, dentro de los límites que impone el texto, de toda la vitalidad que requiera, para dar al espectador una realidad artística que le conmueva".

Ha trabajado en los tres medios: teatro, cine y televisión, aunque "el grueso de mi carrera ha sido sobre un escenario. Yo, que soy muy adaptativo, he disfrutado mucho tanto en el audiovisual como sobre las tablas. La metodología, la energía, la proyección de la voz… todo eso cambia según hagas una u otra cosa. No estoy descubriendo nada nuevo, en cine o televisión hay que hacerlo todo ‘más pequeño’ porque la cámara lo ve y lo agranda… No la puedes engañar. Pero siempre he pensado que la verdadera prueba de fuego para el intérprete es el teatro".

Ahí no hay montaje posible, "ni pueden suprimir planos… estás en vivo, descarnado, ‘desnudo’… Tu instrumento es tu cuerpo, tu voz, tu emoción de ese momento. Si la cagas, solo puedes esperar hacerlo mejor al día siguiente. Por eso es tan mágico, es el único arte efímero, como la propia vida. Eso hace que la gente pueda empatizar de una manera brutal. El teatro existe desde los albores de la humanidad, y estoy convencido de que seguirá existiendo siempre".

Lo más gratificante es "actuar; lograr el estado de ánimo que sucede únicamente mientras lo estás haciendo y que permite que la magia sea posible. Olvidarte un rato de ti mismo y crear para un patio de butacas oscuro lleno de gente con la que hay un pacto tácito: vamos a contarles algo que saben que es mentira, pero jugamos todos a creérnoslo. Actuar es eso, jugar (‘play’ en inglés); pero jugar tan en serio como los niños cuando crean historias o se enzarzan en luchas de indios y vaqueros. Lo peor son las temporadas de inactividad, desgraciadamente, muy frecuentes. Y la incertidumbre, el miedo a no volver a trabajar. Muchas veces se tiene la sensación, por muchos años que uno lleve, de que estás empezando de nuevo. Y también hay algo de injusto en esta profesión. El talento no va siempre unido al éxito, ni mucho menos. Hay un enorme factor suerte. Estar en el lugar correcto en el momento justo, tener contactos (como en todo)… Yo no he sido nunca un trepa, ni alguien que haya desarrollado una estrategia de marketing para ir medrando, ni he cultivado amigos ‘necesarios’ o ‘convenientes’... Pero no me arrepiento de ello. Honestidad, amor al oficio, perseverancia, ilusión. Esos son los valores por los que he intentado guiarme".

Empezó a actuar muy joven, "creo que con 14 o 15 años, en un grupo de aficionados. Pero cuando realmente me ‘enganché’ fue cuando creamos en Avilés unos cuantos amigos el grupo de teatro ‘Cátaro’. Yo tenía 16 años, los demás eran mayores, pero no mucho más. Estuvimos funcionando durante dos años con bastante éxito y con una actividad frenética. En 1972 algunos decidimos probar suerte en Madrid, que era donde se podía ejercer en serio la profesión. Y en mi caso particular, aquí sigo".

Con su familia viajaba todos los años en verano o en Navidades unos días a Ávila o a Madrid. "Así que cuando me trasladé aquí, a Madrid, ya tenía alguna semblanza de lo que era y la sorpresa no fue muy grande. Sí me seguían impresionando las grandes distancias y la facilidad de llegar a los sitios en metro. También ver en persona a los grandes actores que admiraba. Pero, vamos, era muy joven y a esas edades te adaptas enseguida y vives".

La mejor forma de salir adelante "es formarse. Las nuevas generaciones son las mejor preparadas. Les diría que tengan en cuenta que esta profesión es una carrera de fondo. Hay que saber sobreponerse a los contratiempos y no rendirse. Llegar arriba es muy difícil y mantenerse en lo alto más todavía. Con esto no quiero decir que pierdan la ambición, sino que tengan en cuenta que también, como dije antes, hace falta una buena dosis de suerte".

El mayor problema "es la inseguridad en el trabajo, esa continua intermitencia. Y yo la he vivido también, aunque ocasionalmente, porque he tenido la inmensa suerte de tener periodos cortos de parón. Pero es muy común estar trabajando de forma habitual y tener largas temporadas de paro. El actuar es un aprendizaje continuo, un aprendizaje del modo de hacerlo y un aprendizaje de ti mismo, un viaje de autoconocimiento. No solo se indaga en los personajes que interpretas, sino que también profundizas en los sentimientos que nacen de ti".

Lleva muchos años viviendo fuera de Asturias y, "aunque voy algunos días todos los años y procuro estar al tanto, no me veo capaz de analizar profundamente su situación socioeconómica. Pero creo que el mayor problema que padece es la falta de trabajo y la constante huida de la gente joven de allí. En mi sector, como casi siempre, el problema es económico".

No estudió "en ninguna escuela de interpretación y todo lo que sé lo he aprendido sobre el escenario, con los consejos y directrices de mis compañeros actores y directores. Cuando llegué a Madrid había grandes ejemplos en los que fijarse: José María Rodero, Ismael Merlo, Fernando Fernán-Gómez, Agustín González, José Luis López Vázquez, José Bódalo... Aún hoy en día sigo aprendiendo de mis compañeros de escenario. Y cada nuevo director con el que trabajo me sorprende. Mantengo por mi oficio la misma ilusión y curiosidad que cuando empecé".

Recuerdos a escena. Su época en el colegio San Fernando, "ahí empecé a jugar al baloncesto, luego seguí en la Atlética Avilesina. Continué jugando hasta mi ‘huida’ a Madrid". Y tiene metido en sus sentidos "el olor de la hierba mojada, el sabor de la nata que forma la leche recién ordeñada y hervida, el tacto de la arena de la playa, la vista de las montañas, el sonido de las olas…".

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