Los culetes salen a 12 euros en Argentina: la peripecia burocrática para conseguir sidra natural de los asturianos de Santa Fe
El langreano Alejandro Blanco, de la directiva del Centro Asturiano de Santa Fe, consigue después de muchos trámites el primer cargamento de sidra natural que entra en la Argentina en las dos últimas décadas
El destino de las 12 cajas será el I Concurso de Escanciadores de América, donde habrá una eliminatoria con agua para elegir a los 8 escanciadores que disputarán el título con botellas cuyo precio superarían los 70 euros al sumarles los distintos costes de la importación

Alejandro Blanco, con la sidra delante del Centro Asturiano de Santa Fe.
El langreano Alejandro Blanco salió de la terminal aeroportuaria de carga de Ezeiza (Buenos Aires) con el coche lleno de cajas de sidra natural asturiana y música a todo volumen de la gaita de Tejedor. Eran las ocho y media de la tarde del 6 de mayo y llevaba desde las nueve de la mañana tramitando la salida de un pequeño cargamento de 12 cajas de sidra (72 botellas) que le habían llegado por avión desde Asturias. Superado un laberinto burocrático de primer orden, ya tenía la materia prima “para hacer historia”: la sidra para el primer concurso de escanciadores de América que se celebrará el próximo día 24 en el Centro Asturiano de Santa Fe. Hacía al menos dos décadas que, por limitaciones administrativas, los asturianos en Argentina no podían disfrutar de sidra “de la de escanciar”. Alejandro lo ha conseguido. Pero a qué precio: “Sumando todo el proceso, cada botella nos salió a unos 80 dólares/72 euros”. Siguiendo la medida canónica (seis culetes por botella) cada culete saldría a 12 euros al cambio actual.
Por eso, de cara al concurso de escanciadores Alejandro Blanco hará una selección previa de los que finalmente se subirán al escenario para disputar el histórico título de primer campeón de escanciadores de Latinoamérica. “Home claro, haremos una clasificatoria (con agua) para que los ocho mejores puedan subir arriba a escanciar. Al precio que nos salió la sidra, no va a subir cualquiera”. Además, para tratar de compensar el gasto efectuado, el Centro de Santa Fe venderá un par de botellas (ya hay solicitantes) y otras entrarán a formar parte de una rifa. “El premio gordo será que te puede tocar una botella, cuatro bollos preñaos y dos raciones de callos, o así, pero también te puede tocar otro premio: probar un culete”. La DOP (Denominación de Origen Protegida) “Sidra de Asturias” ha colaborado enviando camisetas y otro tipo de merchandising para niños y adultos que será repartido o sorteado.
Cuando a principios de abril LA NUEVA ESPAÑA adelantó el proyecto de organizar el primer concurso de escanciadores de Latinoamérica, al calor de la declaración de la cultura sidrera como patrimonio de la humanidad por la UNESCO, Alejandro Blanco ya anunció que el concurso se iba a celebrar “sí o sí, sea con sidra o con agua”. Entonces era consciente de que desde hacía al menos dos décadas los centros asturianos de Argentina –hay 18- no tenían la posibilidad de hacerse con sidra natural asturiana para sus celebraciones. Había, sí, sidra champanizada, pero no sidra natural para escanciar. Hubo intentos por parte del Centro Asturiano de Buenos Aires, pero el cargamento no logró cruzar la aduana. Ahí comenzó la exploración administrativa de este directivo del centro de Santa Fe que fue “chigreru” en una sidrería de Sama de Langreo y que está casado con Fernanda Cantero, una profesora de música argentina que conoció en Asturias cuando ella llegó para participar en la Escuela de Asturianía y perfeccionar sus conocimientos de gaita. Tienen una hija, Deva Covadonga, de 8 años.
Alejandro tocó muchas puertas y ventanillas para lograr hacerse con la sidra y encontró con la clave principal que abría la puerta para que la bebida más asturiana pudiera entrar en Argentina: que la bebida esté inscrita en la lista del Instituto Nacional de Alimentos de Argentina, lo que requiere no sólo efectuar el trámite sino también enviar una muestra para los correspondientes análisis bioquímicos que caractericen el producto. “Era la pescadilla que se mordía la cola: no se podía importar porque no estaba en el INAL y no estaba inscrita en el INAL porque no se podía importar. Faltaba que a alguien se le encendiera un poco la chispa, metiera tres botellas con él en el avión, que eso se puede traer, y las llevaras al INAL para los análisis. Digamos que tenían que coincidir esas circunstancias que ahora se dieron, de cara a este evento”.
Alejandro, que ya conoce el procedimiento administrativo para que la sidra natural pueda pasar la aduana, y que la ha registrado en el INAL, tiene intención de convertirse en importador. En principio, el objetivo sería abastecer a los Centro Asturianos del país. El precio, calcula, será sensiblemente inferior a esta sidra con la que escanciarán en Santa Fe, que ha salido a precio de champán del caro. Su idea, además, es que el concurso que ahora acogerá el centro de Santa Fe se convierta en una actividad itinerante “y que se genere una cultura sidrera aquí”.

La sidra para el concurso de escanciadores, a la puerta del Centro Asturiano de Santa Fe / A.B.
Alejandro Blanco ya respira tranquilo con la sidra a buen recaudo en las instalaciones del centro de Santa Fe, uno de los grandes defensores de la cultura asturiana en Argentina: tiene su propio colegio, con medio millar de alumnos, donde las tradiciones y la cultura del Principado forman parte del curriculum formativo. Pero la peripecia de vivió para conseguir que la sidra pasara la aduana la recordará toda su vida, probablemente.
El pasado día 6 hicieron un viaje de 1.000 kilómetros, ida y vuelta, para ir desde Santa Fe a Buenos Aires para recoger la sidra al aeropuerto. Allí les estaban esperando las 12 cajas de sidra con denominación de origen “Val de Boides” comprada en el llagar Castañón de Quintueles (Villaviciosa), que les había llegado a través de la empresa de Joaquín Menéndez, La Luna Shipping.
“Fuimos mi mujer y yo con la nena a Buenos Aires porque queríamos que compartiera esi momento con nosotros. Fuimos con ella pensando en que era llegar el martes, pasar la noche y el miércoles ir a retirala y volver a Santa Fe. ¿Pero qué pasó? Pues nada, primero a la sidra la libero en Iberia, donde ya tuve que pagar como 255 dólares por un cargo de la aerolínea por manipulación y recepcionamiento. Pero después se complicó”.

Alejandro Blanco a las puertas de la terminal aduanera en Buenos Aires. / A.B.
Alejandro iba con todos los papeles hechos, pero una vez completado el trámite con Iberia pasa a la aduana argentina y se encuentra con alegan un exceso de peso, después comenzaron a aflorar otros requerimientos administrativos con los que Alejandro no contaba. “Entonces yo empiezo a llorar a todo el mundo: oiga que esto es algo histórico, que es sidra…” Blanco fue pasando de un empleado a otro. “Muchos trámites. Y yo venga a conta-y la historia a mucha gente. Fuera de la aduana hay una zona de los despachantes y yo taba allí, con la gente que entra y sale, que se reúne, el salón de despachantes que-y llamen ellos… Y yo taba allí sentáu, echando un pitu fuera o taba cola neña dando vueltes palante y patrás y tanto se lo había contado a todo el mundo que yo escuchaba a la gente que pasaba diciendo: ‘sí, sí, ahí hay una bebida, una sidra o así que viene de Asturias, que está parada y no la pueden sacar por no sé qué historia. Conté-y la historia a tol mundo, ¿entiendesme?, buscando ayuda. Decía: seguramente pa ti esto ye un envío más, un trámimite, pero pa los asturianos emigraos, pa los descendientes de asturianos de adopción que-yos gusta la cultura asturiana, esto ye un momento históricu. ¿Nun entendéis que tais haciendo historia con eso? Esto ye lo que yo decía a tol mundo pa intentar sensibilizalos de alguna manera”.
No siempre funcionaba la sensibilización: “La primera que me atendió díjome una frase lapidaria, escucha: la aduana argentina no escucha histories, sólo lee papeles”.
Al final, Alejandro Blanco consiguió desbloquear la situación a las ocho y media de la tarde y salir con la carga hacia Santa Fe. Pero no sin un susto final. “Llega el momento de cargar la sidra y yo tenía el maleteru despejáu enteru, y pensaba: saco caja por caja y aquí éntrenme de sobra. Pero no, dizme el de la aduana: no se puede dividir, aquí un bulto entra y un bulto sale. Meca, ¿y dónde meto yo les doce cajes con todo el embalaje, con el palé y todo? Ahora a mover los asientos y tola maniobra”. Al final, entró. “Y al final salí con la sidra, y les gaites a tope. La gente no entendía na. Pero yo taba en éxtasis”. A las tres y pico de la madrugada estaban por fin en Santa Fe. Con la sidra.