Bienvenidos a la villa asturiana de Colombia, con hórreo, Santina y escanciadores (y una historia que empieza en Siero)

Tina Fernández, emigrante asturiana, nació en 1936 y con doce años se fue a vivir con su familia al país latinoamericano, donde se casó e hizo vida

Su segunda residencia se llama "Villa Asturias", engalanada con banderas del Principado y "todas las cosas posibles" de la región: "Así puedo estar como en casa"

Una imagen de Villa Asturias, en El Carmen (Colombia)

Una imagen de Villa Asturias, en El Carmen (Colombia)

Xuan Fernández

Xuan Fernández

En El Carmen, una zona montañosa a unos 30 kilómetros de Cali, una de las principales ciudades de Colombia, hay una enorme finca con una Santina en una recreación de la Santa Cueva, un hórreo, madreñas, banderas de Asturias en cada una de las tres entradas del recinto y manteles con la Cruz de la Victoria en las mesas para las comidas. “Tengo todo lo que se puede imaginar, en cada viaje traigo algo distinto, y así seguiré haciéndolo”. Lo cuenta Tina Fernández, de 89 años, una emigrante asturiana que lleva en Colombia desde 1948 y vive entre su piso de Cali y “Villa Asturias”, que es así como se llama, naturalmente, la finca descrita anteriormente.

Tina Fernández, sentada, en el medio, con sus hijos, nieetos y otros familiares, en Villa Asturias

Tina Fernández, sentada, en el medio, con sus hijos, nieetos y otros familiares, en Villa Asturias / T. F.

Villa Asturias es su segunda residencia, su casa de verano, su refugio particular… Y también lo más parecido a estar sin estar en la región donde nació, aunque lo haga a casi 8.000 kilómetros de distancia y con un ojo siempre en el Principado, a través de los canales de noticias españoles que tiene puestos continuamente.

“Mis vecinos ya saben la historia y todo el que entra en Villa Asturias sabe que se sumerge en un sitio distinto”, explica. El cartel de la entrada principal es claro: “Asturias, paraíso natural”, el legendario lema del Principado. El último objeto que forma parte de este particular museo es un escanciador de sidra que Tina trajo en su último viaje, hace pocos años.

La recreación de la Santina, en Villa Asturiasa

La recreación de la Santina, en Villa Asturiasa / T. F.

La historia de esta Villa, con cuidados jardines, varias edificaciones además de la casa principal, árboles y estanques, va pegada a la historia personal de Tina. La asturiana protagoniza una vida llena de casualidades. Nació en febrero de 1936, meses antes de que estallase la Guerra Civil, en Pumarabule, una población de Siero. Su padre fue combatiente en el bando nacional y su madre era ama de casa. Después tuvo un hermano, que, al contrario que ella, nació cuando acabó la guerra.

Tina, con una memoria extraordinaria, recuerda cómo iba al colegio de las Dominicas en Oviedo, en tren todos los días desde Pola de Siero. La vida de la familia Fernández cambió en 1948, cuando el padre decidió realizar un viaje a Colombia y llevarse a toda la tropa. Allí tenía dos hermanos desde hace años que querían regresar a Asturias para ver a su madre y le pidieron ayuda a Avelino, el padre de Tina. Así fue. La familia al completo hizo las maletas rumbo a Colombia. El plan era estar un año ahí, no más. Los cálculos no fueron los correctos.

“Dejamos la casa de Asturias como quien va de viaje largo, con más ropa que la habitual, pero con la idea de regresar en un año”, explica Tina. Llegaron a Buenaventura, que es donde se ubica uno de los principales puertos del país, con un gran movimiento comercial, y lo que iba a ser un año acabó siendo una vida. Tina lo explica así: “Se alargó por circunstancias, uno de mis tíos tuvo un accidente, la cosa se retrasó… El tiempo iba pasando y mis padres me apuntaron a un colegio como internada. Mi papá se fue empapando de los negocios y le gustó. Empezó a trabajar como distribuidor de alimentos a los almacenes. Le gustaba la vida allí, pero a mi mamá no. Ella quería regresar a Asturias, echaba mucho de menos la vida allí”.

Una comida familiar, en Villa Asturias

Una comida familiar, en Villa Asturias. En primer término la pequeña reproducción de la Santa Cueva de Covadonga. / T. F.

La madre, Beremunda Díaz, logró convencer con mucho esfuerzo e insistencia a su marido, que aceptó regresar al Principado. Con las maletas en marcha, el plan volvió a torcerse. “Cuando mi papá ya estaba convencido, resulta que la niña, que era yo, había crecido. Me enamoré de un colombiano y les dije a mis padres que me quería casar”, cuenta Tina. Tenía 16 años y se subió al altar con Federico Gálvez, que era intermediario aduanero, con quien compartió una vida. Sus padres, preocupados por Tina, no la quisieron dejar sola en Colombia, con una boda por delante a esa edad. Decidieron guardar la ropa en el armario y quedarse. No solo eso: en Colombia tuvieron un tercer hijo y ya no se plantearon regresar. El padre de Tina vivió a caballo entre Buenaventura y Cali y la madre se instaló en la gran ciudad porque le gustaba más la vida de allí.

Un cartél de Asturias, paraíso natural

Un cartél de Asturias, paraíso natural / T. F.

También Tina, ya viuda, se quedó para siempre en Cali y se dedicó toda su vida a cuidar de sus seis hijos, sus seis nietos y sus tres biznietos. También a dar forma a “Villa Asturias”, su refugio en las montañas. La finca la compraron su marido y ella hace 60 años y, poco a poco, la fueron decorando. Tina la define como “casa de recreo”, lo que sería en España una segunda residencia. Allí va cada vez más porque la tiene a tiro de piedra de su piso en Cali, unos 45 minutos en coche. “Pone Asturias por todas partes, hasta la vajilla de mi casa”, cuenta. El tesoro más preciado es una réplica de la Virgen de Covadonga, de unos tres metros de alto. La trajo ella misma en uno de sus viajes y es un lugar sagrado en Villa Asturias, donde a menudo Tina organiza fiestas familiares, comidas y cenas. Sus invitados dicen: “Vamos a Villa Asturias”. Y allí se plantan. En total, puede tener alrededor de un centenar de objetos.

Tina, que tiene acento colombiano, asegura que su villa le permite “estar” en Asturias, su hogar, un lugar del que no pierde vinculación sentimental pese a haberse ido hace tantos años. Dice que vive muy pendiente de todo desde la distancia. Cada vez que viaja a España sus hijos le invitan a recorrer el país y ella insiste: “Asturias, Asturias, yo solo quiero ir a Asturias”.

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Cuando va al Principado se queda en casa de familiares y recorre la región de Oriente a Occidente. Covadonga es siempre parada obligada, pero su predilección es Oviedo, “la mejor ciudad del mundo”. Admite que no sabe quién es el presidente del Principado, pero a través de sus familiares intenta estar informada del día a día. Sus conocidos le transmiten que la capital va muy bien, que vive un gran momento. Ella, cuando está en Asturias, ve todo “perfecto”, mucho mejor que en cada viaje anterior. Para ella es lo máximo. Por la televisión, dice con gracia, cantaba los goles de Villa, delantero asturiano, ya retirado.

De la situación actual de Colombia, aunque no se prodiga, dice que “ahí estamos”. Insiste en que el país y su gente merecen la pena, al margen de la inestabilidad política y económica que existe en muchos países de América Latina, también en el suyo. “Se vive bien, hay una gran diferencia con Europa, pero uno se adapta y en Cali se vive una especie de eterna primavera. Yo no me puedo quejar”. Y así, sin quejarse, promete: “Espero ir pronto a Asturias, y además ahora ya hay AVE. Me subo al tren en Madrid y solo quiero eso: Asturias y Asturias”.

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