Un legado en piedra
La Quinta Buenavista de Luis Caso Rodríguez en Colombres: un refugio en Asturias tras el éxito en Cuba
En el barrio de Balán, un poco más alejado del casco histórico de la villa de Colombres, tras una rejería original de la época, flanqueada por unos excelentes búcaros de piedra, se accede a un parterre geométrico custodiado por dos palmeras, tras las que se levanta la Quinta Buenavista, propiedad, en su día, de este empresario que pasó tres décadas en la isla caribeña y a su vuelta fue alcalde de Ribadedeva

Pluma y acuarela de la Quinta Buenavista por Adriana Asman, arquitecta ilustradora. / Adriana Asman
Virginia Casielles, historiadora del arte y especialista en el fenómeno migratorio de los indianos, firma esta serie de artículos sobre la huella en piedra que dejaron en Asturias los emigrantes que triunfaron en América. Esta especialista contará periódicamente para "Asturias Exterior" de LA NUEVA ESPAÑA, la historia constructiva y familiar que tienen algunas de las más señeras casas de indianos que hay en la región. Virginia Casielles es autora del libro “Una saga de maestros de obra”, sobre la familia Posada Noriega, que edificó numerosas casa de este tipo en el Oriente, y también de “El pequeño indiano”, la exitosa versión infantil del libro anterior.
Luis Caso nació el 21 de julio de 1856 en Colombres; era hijo de Santos de Caso y Manuela Rodríguez. Tuvo dos hermanos más: Vicenta y Francisco. Fue otro de los ribadedenses que se marchó a América en busca de un futuro mejor, muy probablemente reclamado por su padrino, D. Luis Ybáñez Posada —fundador del Banco Hispanoamericano—cuando tenía 15 años. A sus 19 años fue llamado a filas y ya era residente en Cuba. Sus primeros años en la isla, casi con total seguridad, trabajó para los hermanos Ybáñez hasta llegar a establecerse por su cuenta en Consolación del Sur, provincia de Pinar del Río.

Foto original de la Quinta Buenavista en 1899. / Archivo familiar Caso Llano.
Allí se puso al frente de dos negocios, siendo el primero y más importante El Faro y, posteriormente, La Diana, unas tiendas de abarrotes —en Cuba llamadas bodegas— dedicadas a todo tipo de ventas, que se convertían además en dinamizadores y centro de la vida social. La regencia de estas bodegas la compaginaba con importantes plantaciones de tabaco: “El Maney” y “Río Hondo”. En todos sus negocios hizo partícipes también a sus sobrinos, los hijos de su hermano Francisco.

El matrimonio Caso Ducheint con sus diez hijos en la entrada de la Quinta Buenavista. / Archivo familiar Caso Llano.
En los casi 30 años que permaneció en Cuba, tendrá gran éxito en los negocios y se casará con Domitila Ducheint Guerrero (Pinar del Río, 1868) —hija del francés Pedro Ducheint y la cubana Rafaela Guerrero— con la que tuvo 10 hijos: Ermelina, casada con Manuel Posada (hijo del Maestro de Obra), del que enviudará pronto y con quien tendrá cuatro hijos: María Esperanza (en algunos documentos aparece como María Ermelina), y Manuel, ambos solteros, María Luisa, casada con Ernesto Sebelón y Luis María; Manola, casada con Manuel Rodríguez, sin descendencia, fue maestra y levantó otra casa en Colombres, en el barrio del Redondo, conocida como Villa Manola; América, casada con el también indiano Casimiro Sevares, fueron padres de Teresa, Casimiro, Manuel, Jesús, Miguel Ángel y Alfonso, todos afincados en Valladolid y pasando la temporada estival en Colombres; Santos se casó con Fila Díaz, se asentaron en Cuba primero y en Estados Unidos después; de su matrimonio nacieron Zilia, Lidia y Luis; Luis, casado con Concha Ruiz, tuvo a Luis, Concepción y María del Carmen, afincados en El Peral, donde regentaban un negocio propio; Sabas Emilio se casó con Irene Lamero y de su matrimonio nacieron Juan José Luis, María Luisa y María del Carmen; tras una estancia en Cuba, su larga andadura americana continuó por México y Estados Unidos; María Luisa, casada con Francisco Amandi, y su hermana Auristela, casada con Venancio Ruiz, no tuvieron descendencia; Celia falleció muy joven, y Julio se casó con Josefina Ruiz Cantero, de cuyo matrimonio nacieron Luis y Domitila. Fijaron su residencia habitual en Madrid y pasaban los periodos vacacionales en Colombres.

Escuelas públicas de Colombres. Foto año 1912. / Archivo familiar Caso Llano.
En Cuba nacieron sus cuatro primeros hijos y, durante esos años, viajó tan solo dos veces a España. En torno a 1893, previa a la independencia colonial, es cuando decide regresar definitivamente a Colombres y levantar la Quinta Buenavista. Mientras duran las obras de la nueva mansión, se afinca en Llanes, en el barrio El Cotiello, y allí nacen sus hijos Luis, Sabas y María Luisa. A partir de 1899 fija su residencia en la quinta de Colombres, donde nacen sus últimos tres hijos, y ya no se documenta ningún viaje más a Cuba.
A pesar de estar ya afincado en España, sus negocios no cesaron y estableció en Bustio una fábrica de curtidos y pieles, en la que puso al mando y a la dirección a su hermano Francisco. La fábrica se vuelve tan importante que, con el tiempo, dio nombre a toda la zona: “El Curtido”. Funcionó activamente hasta que, en 1909, decidieron ponerla a la venta, como figura en la sección de anuncios de la prensa local de ese mismo año.

Quinta Buenavista. / V. Casielles
Su incesante actividad en la vida del Colombres de 1900 no cesaba, y desde el 3 de enero de 1906 hasta el 30 de junio de 1909, Luis Caso Rodríguez fue alcalde de Ribadedeva. De entre todas las acciones que realiza en sus años de regidor, destaca el empeño que siempre puso en el mantenimiento de las escuelas públicas de Colombres, cuyo edificio ya no se conserva y, en su lugar, se levantan unas viviendas que son conocidas como “pisos de los maestros”.
En dicha escuela realizó importantes contribuciones económicas que, junto a las que su padrino Luis Ybáñez y su esposa Prudencia Ruiz aportaban, hacían que estas instalaciones contaran con todo el material necesario para la labor educativa y, por supuesto, los sueldos de los maestros también quedaran cubiertos. Esta escuela estuvo funcionando en solitario hasta que Iñigo Noriega decidió patrocinar la Escuela de Comercio, para preparar a los futuros emigrantes en asignaturas tales como cálculo mercantil, gramática castellana, aritmética, geografía e idiomas, en especial inglés. Según se recoge en el Eco de los Valles de 10 de febrero de 1908, el 5 de febrero de ese mismo año se consensuó un tribunal para seleccionar a los docentes para ese centro. Dicha comisión estaba encabezada por Fermín Canella, Rafael Altamira y Aniceto Sela (rector y catedráticos de la Universidad de Oviedo), un profesor de instituto y otro particular; Manuel García como apoderado y representante de Iñigo Noriega; y, por supuesto, Luis Caso como alcalde, y Francisco Sánchez Villaverde como juez de Ribadedeva. Una vez seleccionados Félix Gavito y Miguel Álvarez, las clases comenzaron el 1 de marzo de 1908 con un total de 21 alumnos.

La fachada norte. / V. Casielles
Arquitectónicamente, la Quinta Buenavista de los Caso Ducheint, levantada en 1899 por el maestro de obra Manuel Posada Noriega, presenta una cuidada composición simétrica y una destacada volumetría, respondiendo así a las aspiraciones de prestigio y modernidad tan habituales en los retornados. Tanto su composición como su decoración son muy propios del gusto burgués finisecular.
En ella se aprecian reminiscencias del modernismo en la decoración de sus vanos, pero también hay una línea neoclásica basada en la simetría, la organización axial y el frontón triangular central que corona el cuerpo superior.
El tratamiento de las fachadas es donde más claramente se aprecia la huella del maestro Posada. La principal se resuelve con la clásica estructura de puerta de acceso, sobre la que se coloca una galería-mirador y el remate en frontón triangular. En este caso, se incluía la marquesina de entrada que, además de proteger del sol y la lluvia, tiene un gran valor decorativo, pero también simbólico, pues destaca el acceso como un punto de acogida y representación.
En las laterales, sus galerías rematadas con peinetas tenían la misma funcionalidad que la principal: no solo la climática, propia del clima norteño, sino también la de “ver y ser visto”; además, reforzaban el nombre de la casa: “Buenavista”, por sus inmejorables vistas a la Sierra del Cuera, al sur, y a todo el valle de Las Bajuras y Pimiango, al norte.

Interior de la Quinta Buenavista / V.Casielles
De todo el conjunto destacaban también los pináculos decorativos en cada una de las esquinas del tejado, muy del gusto modernista y, hoy, lamentablemente perdidos, pues la casa sufrió un brutal incendio producido por un cortocircuito tras la caída de un rayo el 29 de diciembre de 1979. De ella solo se conservaron los paramentos, pero su reconstrucción fue de lo más minuciosa en lo que respecta a su aspecto original. La pérdida de objetos familiares, así como del extenso archivo de la emigración familiar, supuso un duro revés imposible de recuperar. Salvo la galería lateral con su peineta y los pináculos, todo se ha reproducido de la manera más fidedigna posible.

Hórreo en el jardín de la Quinta. / V. Casielles
En su origen, la Quinta Buenavista presentaba paramentos en tonos grisáceos. Tras la rehabilitación, se optó por una combinación cromática más llamativa, con blanco y granate, que más adelante fue sustituida por gamas de amarillos y azules. Sin embargo, hace aproximadamente veinte años, se decidió recuperar la paleta original de la restauración, devolviendo al edificio su aspecto más reconocible.
El jardín, a base de parterres geométricos que rodean la vivienda, actúa como prolongación escenográfica de la misma, proyectando una idea de orden y bienestar. En su día no tenía tanto desarrollo como lo tiene actualmente, pues ha llegado a convertirse en uno de los más extensos dentro del patrimonio indiano privado, aderezado con flores y plantas de origen tropical y excepcionalmente cuidado.También se han plantado una serie de palmeras que delimitan el paseo que conduce al hórreo tradicional asturiano, que se esconde en el jardín y que, en el municipio de Ribadedeva, no abunda en absoluto.

Juan José Luis Caso Lanero, propietario actual de la Quinta Buenavista. / V. Casielles
Actualmente, es la única vivienda indiana habitada durante todo el año por la familia Caso Llano. Juan José Luis —nieto de Luis Caso Rodríguez e hijo de Sabas Emilio Caso Ducheint—, su actual propietario, es lo que podríamos designar como un indiano 3.0, o lo que es lo mismo, una tercera generación de indianos, pues él también puso rumbo a América. En marzo de 1956, México era su meta, pues allí residía su tía María Luisa Caso Ducheint junto a su esposo, Francisco Amandi, pero hizo una escala en Venezuela, concretamente en Caracas y, atraído por la vida bulliciosa y el clima de la Ciudad de la Eterna Primavera, se estableció en ella definitivamente. A los ocho días de su llegada ya había conseguido un trabajo, y a los dos años regresó para llevarse consigo a su madre, Irene Lamero, y a sus hermanas, María Luisa y María del Carmen

Luis Caso Rodríguez. / Foto Archivo familiar Caso Llano.
A Colombres venía en los periodos estivales, y en uno de sus viajes fue cuando adquirió la propiedad de la Quinta Buenavista y también conoció a la que se convertiría en su esposa, María Teresa Llano Lizama, con la que se casó en la Santa Cueva de Covadonga en 1963, trasladándose después, ya con ella, a Caracas, donde nacieron sus cuatro hijos y donde continuó desarrollando su carrera profesional durante largos años. A finales de la década de los 90 decidió volver a su terruño y hacer de Colombres y de la Quinta Buenavista su residencia definitiva, pues hasta ese momento tan solo venía junto a su familia en la época estival.
La labor constante de la familia Caso Llano en el cuidado, mantenimiento y restauración de la Quinta Buenavista es un ejemplo valioso de compromiso con la memoria histórica y cultural de Colombres. Gracias a su dedicación, esta joya arquitectónica no sólo se conserva, sino que puede ser disfrutada por generaciones presentes y futuras, enriqueciendo el legado común y reafirmando el vínculo entre pasado y presente.
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