La historia del vaqueiro que fundó Alsa y tras vender las acciones abrió la droguería más antigua de Madrid: "Era un tipo valiente"
Ramón Riesgo, descendiente de Manuel Riesgo, reabre la droguería familiar que puso a andar su bisabuelo materno
La historia comienza en una aldea de Valdés, Leiriella, que tuvo que abandonar el patriarca familiar a causa de la tuberculosis

Ramón Riesgo, delante de la droguería Riesgo, en Madrid / LNE
Si Manuel Riesgo viviera hoy, si fuese un personaje reciente, probablemente ya estaría disponible un documental sobre su vida en las principales plataformas de contenidos. El título bien podría ser el siguiente: el vaqueiro que fundó Alsa y abrió la droguería más legendaria de Madrid.
“Fue un tipo valiente y muy emprendedor. Sí, en esa época la gente era muy valiente”, dice Ramón Riesgo, su bisnieto materno, que, después de muchas noches sin dormir, dirige el negocio familiar: la Droguería Riesgo, ubicada en la calle Desengaño, en pleno centro de Madrid. Riesgo no es un negocio más. Es la droguería más antigua de la capital y de toda España. El local lleva funcionando desde 1866, siendo primero un herbolario catalán y, desde 1923, ya una droguería, que sigue en la actualidad.
Pero todo comenzó mucho antes. Leiriella, una minúscula aldea en la que quedan once viviendas, en la parroquia de Paredes (Valdés), es el sitio clave de toda esta historia. Allí nació y vivió Manuel Riesgo, nacido a finales del siglo XIX casado y con trece hijos. El ganado era su dedicación, pero siempre tuvo ojo para los negocios. De hecho, sin saberlo en aquel momento, fue uno de los fundadores del que hoy es uno de los grupos de transporte más potentes de Europa: Alsa. En 1916 se constituyó "El Luarca" que en 1923 pasaría a ser Automóviles Luarca S. A. (la actual Alsa). Ahí estaba Riesgo, junto con Francisco García Gamoneda, Vicente Trelles, Liborio Rodríguez, Fernando Álvarez-Cascos y Antonio González Vega, los padres de la compañía.
La historia dio un giro, porque Manuel tuvo que desplazarse a Madrid y ya no se movería de allí. Dos de sus hijos fallecieron en Asturias por tuberculosis, otros estaban enfermos y él mismo se contagió. Toda la familia se trasladó a la capital, para estar cerca de uno de los sanatorios de la sierra. El vaqueiro llegó a la gran ciudad y vendió sus acciones de Alsa para poder encarar otro negocio. De Leiriella a la capital. En Madrid contó con la ayuda de Honorio Riesgo, un empresario tío suyo, también asturiano, que en la sociedad madrileña era una gran personalidad. Fue, de hecho, uno de los tres presidentes asturianos de las Cortes en el siglo pasado, en su caso en 1933. Honorio echó un buen cable a su sobrino, presentándole a gente del sector empresarial, muy bien relacionada.
Con ese asesoramiento, Manuel se hizo con un herbolario gestionado por unos catalanes que, entre muchos otros clientes, servía a la Casa Real. Era un local de la calle Desengaño. No lo sabía, pero sería su templo, su negocio, su todo para siempre. Casi de la noche a la mañana, puso el negocio patas arriba y le dio un nuevo impulso, cambiando el modelo comercial. Lo hizo todo en un deteriorado estado de salud, afectado por la tuberculosis,
“Las hierbas se vendían bien, pero empezó con los productos químicos. No tenía ninguna experiencia en ese sector, pero vio que habría oportunidades”, explica su bisnieto. Y vaya si las hubo. Droguería Riesgo comenzó con ese nombre en 1926 y subió como la espuma hasta convertirse en un sitio de culto. Empezó a vender al por mayor, no solo a clientes particulares, y adquirió más locales para almacenar los miles de productos con los que comercializaba y que previamente salían de un laboratorio. El negocio se transformó en un pequeño imperio que abastecía a importantes empresas químicas, universidades, laboratorios… Durante la Guerra Civil la droguería siguió abierta. Su época dorada llegó a partir de los años 50, cuando llegó a tener un centenar de empleados, con una facturación anual de 7 millones de euros. Los 500 metros cuadrados del local fueron testigos del desarrollo de España. El fundador falleció en 1947 y sus hijos continuaron el legado.
“Era un negocio dorado”, explica Ramón Riesgo sobre la droguería, que tenía un claro enfoque familiar. Ahí trabajaron innumerables miembros de la familia Riesgo. Padres, hijos, nietos, sobrinos... Empezaron con métodos impensables en la actualidad para un negocio que vende productos químicos. Ramón lo recuerda así: “Había colas de gente para comprar productos químicos, de todos los tipos. Muchas veces la gente llegaba, pedía lo que quisiese y se pesaba en el mostrador, algo imposible hoy”. Pero el buen camino se empezó a torcer, ya con el fundador fallecido. no de la noche a la mañana, pero sí poco a poco. En la quinta generación empezaron los problemas. La crisis de 2008 hizo mucho daño, pero la droguería consiguió salir adelante. Cuando había cierta estabilidad llegó el socavón, con muchas deudas. Ramón, actual gerente, fue testigo de todo, porque entró en la empresa con 30 años y allí hizo de todo, empezando desde abajo: almacén, atención al público, luego parte comercial...

Riesgo, en el interior del establecimiento, con una fotografía detrás de Luarca / LNE
Una parte de la familia decidió vender el 60 % del negocio a unos inversores extranjeros. Era el año 2018 y los vendedores vieron en esa operación la única solución para enderezar económica muy preocupante. Otros miembros de la familia nunca lo entendieron. “Los que entraron eran nefastos. Aquello fue un robo. Se quedaron con el control de la droguería y se acabaron cargando la empresa”, cuenta Ramón.
En julio de 2024 la tienda cerró, después de que la sociedad que la gestionaba dejase varias deudas por pagar, incluidos los sueldos de los trabajadores. Según Riesgo, los dos inversores están ahora inmersos en un proceso penal relacionado con Alu Ibérica.
Ramón Riesgo se quedó en el paro y decidió lanzarse a la aventura, convencer a cuatro socios (tres de ellos primos y otro amigo) e intentar reabrir el negocio familiar. Contó con una aliada inesperada, decisiva en toda esta historia: la propietaria del local, que previamente se lo había comprado a los Riesgo y que era una clienta histórica de la droguería. Tras lograr echar a los anteriores inversores, volvió a alquilar el local a sus antiguos propietarios, facilitando así la reapertura en manos de los Riesgo. “Sin ese gesto, no hubiésemos podido”, explica Ramón.
En noviembre, la tienda volvió a abrir, con cuatro empleados, el quinto en marcha, y dos mil productos disponibles. “Hemos empezado de cero, pero estamos contentos. Tenemos los clientes de siempre y muchas personas que vienen de fuera”, explica. La tienda tiene clientes VIP: Alaska es una de ellos, también el programa El Hormiguero, que compra ahí los productos químicos para sus experimentos. También sigue abasteciendo a empresas. Todos los productos llegan de diferentes laboratorios que hacen de proveedores, más de cien. En la Droguería se almacena el producto y se vende.
“Tenemos de todo, pero está muy de moda todo lo relacionado con la alimentación y la belleza”, destaca el gerente, que comenta cómo se está poniendo de moda que cada cliente llegue, pida sus propios componentes y elabore sus propias cremas. “La cosmética está triunfando, pero no la de productos acabados: ahora la gente quiere hacerse las cosas directamente”., indica.
Riesgo mira su local con satisfacción sin perder de vista a Asturias, a donde se escapa de vez en cuando, siempre a Luarca, donde tiene varios primos: “Para mí esto es una victoria personal y familiar”, asegura, ordenando los cajones del mostrador, un total de 500, organizados uno a uno por su bisnieto. También señala con emoción un mapa de todos los concejos de Asturias y varias fotografías de Luarca, cerca de donde todo empezó. “Y por suerte podemos seguir…”.
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