Entrevista | Marisa salas Química asturiana e investigadora del CSIC

"Mi hermana, Margarita Salas, superó su timidez porque quería triunfar"

"La ciencia de los años setenta era muy masculina; ella lo decía y siempre sintió que la veían como la mujer del investigador Eladio Viñuela, que se apartó para que brillase por sí sola"

Marisa Salas, en su casa de Madrid.

Marisa Salas, en su casa de Madrid.

Xuan Fernández

Xuan Fernández

Marisa Salas (Gijón, 1940) es una química gijonesa que trabajó toda su vida en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que tuvo una prolífica carrera, siempre a la sombra de su hermana, Margarita Salas, la gran científica asturiana, fallecida en 2019. Marisa, la otra Salas, que vive en Madrid, nunca ha dado una entrevista. Hasta ahora.

-¿Quién es Marisa Salas?

-Nací en Gijón, soy la única de mis hermanos, Pepe Salas, el mayor, y Margarita Salas, la pequeña, que no nació en Canero. Soy la pequeña, del 1940. Mis padres se trasladaron para poner en marcha el sanatorio psiquiátrico de Gijón y yo ya nací allí.

-¿Qué recuerda de aquello?

-Gijón es mi casa, aunque ya no tengo familia allí. Recuerdo el sanatorio, que estaba al lado de la plaza de toros, y el enorme jardín que tenía. El sanatorio era un chalet muy grande. Nosotros vivíamos en la primera planta y en la segunda y la tercera estaban los enfermos. Recuerdo un pastor alemán que teníamos, "Sultán", que era muy inteligente, ayudaba a los enfermos.

-¿Cómo era Margarita de niña?

-Yo, como era la pequeña, jugaba con los dos, con mi hermano y con mi hermana. Margarita jugaba a las muñecas y a las cocinitas, nada de laboratorios. Y mi hermano más al balón y a las espadas. Margarita fue muy tímida, pero muy trabajadora. En el colegio era la mejor de su clase, sacaba unas notas brillantes. Las monjas del Colegio de la Asunción, donde estudiamos, decían que era la alumna más destacada de toda su historia. A Margarita le gustaba estudiar y trabajar, por eso sacaba esas notas.

-Estudió Química en Madrid, ¿lo tuvo claro siempre?

-No, la verdad. En el bachillerato me gustaban mucho la literatura y la filosofía, pero también las ciencias naturales y la química. Estuve dudando si hacer Filosofía y Letras. Pero vi que esa carrera tenía menos salidas. Entonces leí un libro que me entusiasmó: "Los cazadores de microbios", de Paul de Kruif. Ahí decidí que quería "cazar microbios" y me decanté por la química. Además, Margarita también iba a estudiar Química. Así seguiría con ella. Fuimos a la misma facultad.

-Siguieron los mismos pasos.

-Sí. Me gustaban mucho las clases, especialmente la química orgánica y la bioquímica. Ahí fue donde empecé a orientar mi carrera. Me gustaban más que la inorgánica, por ejemplo. Margarita también siguió ese mismo camino: química orgánica y bioquímica. Nuestras carreras fueron muy paralelas. Las dos hicimos la tesis con Alberto Sols, gracias a la mediación de Severo Ochoa, que era medio pariente de mi padre. Un verano lo invitó a comer a Gijón y allí conoció a Margarita, que estaba en tercero de Química. Él le recomendó tirar por la bioquímica, le mandó un libro, y le recomendó que hiciese la tesis con Alberto Sols, un gran investigador, y que luego se fuese a Nueva York. Eso hizo.

-¿Cómo era Severo Ochoa?

Una persona amable, agradable, y siempre fue muy atento con nosotras.

-Usted también fue a Estados Unidos.

Sí, primero a la Universidad de Kentucky, en Lexington, con el profesor Sweet, que trabajaba en síntesis de proteínas. Fue un cambio desde la bioquímica a la biología molecular. Luego estuve otros dos años en la Universidad Rockefeller, en Nueva York, con Fritz Lipmann, que fue premio Nobel de Medicina. Con él trabajé investigando el mecanismo de inhibición de proteínas cinasas y también la biosíntesis de proteínas en sistemas de reticulocitos. No tenía aplicaciones directas, pero ayudaba a entender los fundamentos de la biología molecular.

-Regresó a España.

-Estuve cuatro años en EE UU. Volví a Madrid en 1970 porque se convocaron plazas del CSIC y saqué una como colaboradora científica. Volví definitivamente a finales de ese año. Desde entonces desarrollé toda mi carrera en el CSIC.

-¿En aquellos años había muchas mujeres científicas?

-Era un mundo más masculino, eso seguro. Margarita, por ejemplo, contaba que Sols era muy machista. Cuando se reunían Margarita y Eladio (Viñuela, químico y marido de Margarita Salas) con él, Sols solo se dirigía a Eladio. Margarita se quejaba de eso. Yo, en cambio, nunca me sentí apartada, quizá por mi forma de ser.

-¿Qué hizo al regresar a España?

-Volví al Centro de Investigaciones Biológicas, en la calle Velázquez de Madrid. Allí estaban ya Margarita y Eladio. El director del instituto, el doctor Candela, les había dado espacio para trabajar. Luego, Eladio nos dio a mi hermano y a mí un par de laboratorios para que instaláramos un centro de cultivo de células, que era la especialidad de Pepe. Después nos trasladamos al nuevo Centro de Biología Molecular de la Universidad Autónoma. Con mi hermana compartía espacio, pero hacíamos investigaciones distintas.

-Explíquelo.

-Margarita investigó la biosíntesis de proteínas, determinó la dirección de lectura del mensaje genético y descubrió dos factores de iniciación, hallazgos fundamentales en biología molecular. Luego cambió de tema y comenzó a estudiar el fago phi29 (un virus que infecta bacterias), que investigó hasta el final de su carrera. Yo trabajé con mi hermano en regulación del ciclo celular hasta 1977. Después, los dos nos incorporamos al estudio del virus de la peste porcina africana. Era un problema muy serio, especialmente en Extremadura. Eladio se enfocó en eso, dejando a Margarita sola con sus estudios, porque ella siempre sintió que la veían solo como "la mujer de Eladio". Él quiso que ella brillara por sí sola.

-¿Qué investigaciones hizo?

-Estudiamos la biología molecular de la peste e intentamos desarrollar una vacuna, aunque fue muy difícil porque el virus no induce anticuerpos neutralizantes. Más adelante, ya con la ayuda de más colaboradores, conseguimos crear un mutante del virus, que fue fundamental. La peste porcina fue el asunto al que más años dediqué. Actualmente se sigue preparando una vacuna. La peste logró eliminarse de España en los años 90, pero posteriormente regresó a Europa en los 2000, sobre todo al Este.

-Cuando fallece Eladio Viñuela, usted se queda al frente de ese grupo

-Eso sucedió. El grupo no se podía perder tras su fallecimiento. Éramos 20 personas con dos laboratorios y Margarita tampoco quería perderlo. Ella influyó para que me nombrasen responsable.

-¿Cómo era su hermana fuera del laboratorio?

-Margarita siempre fue una persona muy reservada. Yo también lo soy, pero era distinto. Margarita superó esa timidez y esa reserva porque ella quería triunfar. Quería ser alguien. Y efectivamente, nunca se negaba a hacer una entrevista o recoger un premio. Era ambiciosa, esa es la palabra, quería que se la reconociera y lo consiguió con tu trabajo. Yo no soy como Margarita.

-¿En qué sentido?

-Creo que Margarita heredó de mi madre una fuerza de voluntad, no se le ponía nada por delante que no pudiese superar. Y yo era más retraída en ese sentido. Yo siempre he estado detrás, creo que por mi carácter. Margarita muchas veces decía que se puede ser menos inteligente, pero con un carácter especial se puede llegar más alto.

-¿Qué aprendió de ella?

-Yo creo que fue un ejemplo para mí desde la infancia, porque yo veía que ella estudiaba, y yo me ponía a estudiar. Siempre sus avances en ciencia fueron importantes para mí, tener una hermana que consiguiera todo eso.

-¿En su época había mejores condiciones para los investigadores que ahora?

-No, en aquel tiempo había peores condiciones. Menos dinero, menos posibilidades de becas…. Pero bueno, no me puedo quejar. Presentábamos proyectos de investigación al Plan Nacional y había algo de dinero. Siempre hay quejas. Evidentemente la ciencia en España necesita más dinero, más compromiso estatal. Margarita decía que la ciencia no debería depender tanto de los gobiernos sino del Estado, para evitar los vaivenes.

-¿Qué le aconsejaría a una estudiante de Química?

-Diría que tendría que hacer una tesis doctoral, y luego ir fuera, hacer una estancia postdoctoral, ya sea en Estados Unidos u otro país, porque ahora, con Trump, hay un problema enorme. Lo que pasa en Estados Unidos me preocupa mucho.

-¿Sigue la actualidad?

-Sí, mucho. Leo periódicos, oigo la radio y veo la televisión, aunque menos. Lo que hago es leer mucho.

-¿Y cómo lo ve?

-Pues mal, mal. Está todo muy polarizado. Se ve en la calle. Creo que tiene que haber gobiernos más ecuánimes, que sepan que gobiernan para todos los españoles. Pero esta es mi opinión. Me considero una persona centrada, otra persona opinará diferente. Hay opiniones para todo.

-¿Hace cuanto que no va a Asturias?

-Muchísimo, desde el año 1980, creo. Ya no tengo familia allí, ni casa. Pero sí me gustaría volver algún día. Estoy algo al tanto, pero poco, a través de Lucía (la hija de Margarita Salas). Sí quería decir una cosa relacionada con Asturias, aprovechando esta entrevista. Escribí hace poco una carta a la Fundación Princesa de Asturias, pidiendo el premio de Investigación Científica para Carlos López Otín, al que conozco bien. Fue un discípulo brillante de Margarita y un referente internacional. Merece ese premio.

-¿Siguió su caso? (Otín interpuso una denuncia en la Universidad por acoso de dos profesores, que acabó en una leve sanción).

-Claro que seguí todo. Creo que le atacaron injustamente y tuvo una depresión muy fuerte. Fue algo muy injusto y una lástima para un científico de tal envergadura.

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