Carlos F. Balbín, juez y ex alto cargo "asturiano" del gobierno argentino: «Los políticos tienen que aceptar límites, aunque les perjudiquen: así se construye»
«La corrupción caló profundamente en Argentina, tenemos un Estado ineficiente y poroso a las presiones, a las irregularidades, a los intereses corporativos; y creo que como sociedad estamos abrazando una cultura cada vez más individualista»

Carlos F. Balbín / .
Carlos F. Balbín (1965), doctor en Derecho Administrativo, catedrático en la Universidad de Buenos Aires (UBA), es también Juez de Cámara en lo Contencioso Administrativo del Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desciende de asturianos y se siente especialmente orgulloso de estas raíces. Estuvo en política, primero, con el gobierno de Raúl Alfonsín -el que marcó el regreso de la democracia a Argentina tras la dictadura militar- y también fue Procurador General del Tesoro con el Gobierno de Mauricio Macri entre 2015 y 2017. Era un puesto con rango de ministro, con mando sobre todos los servicios jurídicos del Estado. Sin embargo, Balbín abandonó su cargo -y la política- cuando encargó una auditoría y dictaminó contra una decisión del propio gobierno de Macri. El llamado «caso Correo» deja en pañales cualquiera de los manejos de Koldo, Ábalos y Cerdán que estos días están haciendo tambalearse al Gobierno de Sánchez. Macri decidió perdonar a las empresas de su propia familia una deuda con el Estado superior a 5.000 millones de dólares a cuenta de la quiebra de la compañía que había asumido la privatización de los servicios postales del país.
-¿Argentina tiene solución?
-Creo que la Argentina tiene solución. Pero es compleja. Primero, porque existen problemas estructurales. Creo que en la Argentina son más agudos que en otros países. La pobreza es una cuestión estructural aquí. Es decir, hablamos de personas que no están en condiciones de acceder a determinado nivel de vida. No tienen las herramientas necesarias para acceder a esos niveles, a derechos. El otro inconveniente es el Estado. Más allá de su ineficiencia, es un Estado poroso, corporativo, cooptado. La pregunta es: ¿quién defiende el interés público?
-Habla de un Estado «poroso» a la corrupción, entiendo.
-A las presiones, a la corrupción, a las irregularidades, a los intereses corporativos…
-Ahora tienen un presidente que quiere demoler el Estado.
-Tiene una mirada claramente negativa del Estado. Él se ubica en el pensamiento anarco-capitalista económico y esa mirada niega el Estado. Evidentemente el Estado en la Argentina está repleto de vicios. Es ineficiente. ¿Pero qué es lo que debiéramos hacer, reconstruirlo o eliminarlo? Este es el debate profundo. Milei plantea reducir fuertemente al Estado. Pero es un proceso de marchas y contramarchas por parte del Gobierno.
-¿Cómo está viviendo usted del gobierno de Milei?
-Desde mi perspectiva, lo que plantea es incertidumbre. Para mí no es claro cuál es el resultado de esa política. Pero obviamente la gente tiene expectativa. De hecho, en las últimas elecciones en Buenos Aires, ganó el candidato del presidente. Pero yo tengo dudas en cuanto al modelo. Y le diría más: es un modelo incluso cultural. No sólo político-económico.
-¿En qué sentido?
-Es un modelo donde se discute, más allá de la presencia o no del Estado, valores como la solidaridad. Lo que se está discutiendo es individualismo versus solidaridad.
-Cuando Milei llegó al poder, mucha gente en España nos preguntábamos cómo había sido posible que los argentinos hicieran presidente a un personaje tan desaforado. ¿Quizá porque fue un voto a la desesperada?
-Lo acabás de decir vos. Mi percepción es que esa es la razón por la cual la mayoría vota a Milei. Gana las elecciones por la desilusión, por la crisis de representación política, por la crítica al gobierno anterior, peronista, kirshnerista y, particularmente al último gobierno de Alberto Fernández, por corrupción. Pero, además, por ineficiencia. El hartazgo de la gente condujo a abrazar a un candidato fuera de la política. El candidato que mejor representó esa demanda social de hartazgo y de novedad fue, evidentemente, Milei. Ahora, también tengo que decir que Argentina es un país pendular...
-¿Cómo?
Mi percepción es que Argentina es más pendular que otros países. Es muy difícil alcanzar un punto de equilibrio, de razonabilidad. Pasamos de un Estado omnipresente, además de ineficiente, a la desaparición del Estado, al menos en términos de debate público. Me parece que Milei debería ser más previsible, más razonable. El otro aspecto es que no existe institucionalidad en Argentina más allá del gobierno actual.
-¿Podría explicar eso?
Desde la teoría económica, no solo desde el derecho o la política, es necesario como sociedad construir instituciones. La institucionalidad garantiza el desarrollo más allá de los personajes políticos. Las instituciones te van marcando ciertos límites. Pero cuando no existen instituciones -el derecho es parte de esas instituciones- entonces todo es demasiado imprevisible y, cierto, se produce la política del big bang.
-El ajuste de Milei ha aterrorizado a muchos, temen que dispare la desigualdad
Lo primero que debiera uno observar es el cambio cultural para después analizar esos otros aspectos. Por ejemplo, en Argentina se están discutiendo los salarios de uno de los hospitales públicos pediátricos más prestigiosos, el hospital Garrahan. Quienes acceden al hospital Garrahan son gente de pocos recursos, no es clase media o clase alta, que tienen otros prestadores. ¿Entonces cómo analizar el debate en torno al hospital Garrahan? El primer punto es observar los valores sociales. Mi lectura es que nosotros estamos abrazando una cultura cada vez más individualista.
-Quizá sea por ese carácter pendular que usted dice, pero sorprende que el país del peronismo esté aplicando ese ajuste ultraliberal.
El peronismo también es un fenómeno muy complejo.
-Aquí acaba de publicarse «El peronismo explicado a los españoles», escrito por Darío Adanti, porque este autor argentino afincado en España sostiene que nosotros nunca podremos entender qué puede ser el peronismo. ¿Qué quilombo es el peronismo?
Acaba de mencionar otra palabra que comparte la dificultad de su definición con el peronismo. El peronismo, un movimiento político que se crea a mediados del siglo pasado, nace con raíces autocráticas. Pero debo reconocerle que incorporó a la clase social media baja, y a la baja, a la vida política, cultural y económica de la Argentina. Ese es un mérito que toda su oposición en aquel entonces, entre ellos el radicalismo, no comprendió. No comprendieron la necesidad de incorporar a esa clase social a la vida de la Argentina. Pero el peronismo, que tiene una raíz autocrática, después evoluciona
-Detalle.
-El peronismo sigue una política neoliberal en la década de los 90. Luego se ha mimetizado permanentemente y ha tenido representantes más a la izquierda, pero, en definitiva, para poder entender al peronismo, y sobre todo la permanencia del peronismo, el mérito está en incorporar los intereses y la representación de esas clases sociales en la Argentina. Esto es un valor que debiéramos reconocer quienes no somos peronistas para poder leer al peronismo.
-Recientemente, Macri estuvo en Oviedo y apuntó más o menos que el origen de todos los males de Argentina está en ese invento de Juan Domingo Perón y Evita.
-No creo eso de ninguna manera. El peronismo sí tiene defectos, ha tenido periodos incluso en el gobierno con niveles altos de corrupción, pero decir que la decadencia de la Argentina es consecuencia de la creación del peronismo creo que es un error. El peronismo ha tenido y ha cometido errores graves, pero los golpes militares han sido más graves en la historia política de la Argentina. Si yo tuviese que armar en términos arbitrarios una escala, sin duda el punto más crítico de la Argentina ha sido la interrupción de los procesos democráticos. Después podemos colocar otra corriente de pensamiento político que también ha contribuido.
-Sorprende que un país que sale de la dictadura y hace esos juicios a las juntas militares de manera tan modélica, luego haya seguido el camino de la autodestrucción.
-Desde nuestro punto de vista como sociedad, es importante remarcar y apoyarse en los éxitos y en los logros de la Argentina. El ejemplo que vos mencionás, el juicio a la junta militar, creo que no lo valoramos debidamente. En aquel entonces integré el gobierno de Alfonsín como asesor de Carlos Nino, el jurista más importante de Alfonsin (en materia de derechos humanos y reformas institucionales). Fue uno de los que colaboraron en el diseño del juicio a la junta militar. Haber adoptado entonces esa medida fue de un coraje casi le diría que increíble. Ahora ya llevamos muchas décadas de democracia, por suerte, pero la decisión política del gobierno, del propio Alfonsín, de avanzar en el juicio a la junta fue una decisión muy complicada. Quizás la decisión, en términos de estabilidad, hubiese sido no avanzar con los juicios a los militares. pero desde el punto de vista ético, político no cabía otra solución. Eso no se valora y debería valorarse. Obviamente, después en Argentina se han producido otros hechos negativos de eso por supuesto. Creo que uno de los puntos más críticos de la Argentina de las últimas décadas es la corrupción. Argentina no ha sido capaz de combatir la corrupción. Los niveles de corrupción en las últimas décadas son verdaderamente altos y el problema de la corrupción, mas allá del cumplimiento de la ley e incluso del enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos o de los empresarios que intervienen en esos hechos, es la desigualdad. Porque eso te conduce claramente a un desvío de recursos y a una desigualdad, sin duda.
-¿Están a tiempo de corregir eso o la corrupción ha calado tan profundamente que el sistema es irrecuperable?
-Yo creo que caló profundo. Pero debo decir que es recuperable. Debo creer que es recuperable. El punto, para mí, es crear instituciones. Ese es el aspecto más relevante. Para que haya instituciones tenemos que distinguir aquellas conductas que son válidas de las que no lo son. ¿A qué me refiero? Hay una mirada completamente maniquea en términos políticos, sobre todo. En el sentido que, según los partidarios del Partido A, todo lo que hace A está justificado y todo lo que hace B es corrupto. No hay autocrítica. No hay esa mirada que nos permita a construir criterios, cultura, sociedad. No quiero irme al terreno autoreferencial, pero me parece que un gobierno, el que fuere, debe tener un límite. Y le menciono el caso «Correo», ese es el límite, el modo de construir. De lo contrario, todo está justificado
-En ese fango de la mirada política ultrapolarizada ya estamos chapoteando en España.
-Uno debiera tener una capacidad de autocrítica y definir cuál es el límite. Establecer límites y respetar límites, aunque el límite te perjudique. Ese es el punto de inflexión. De lo contrario no vas creando instituciones, vas creando un modelo que conviene a tus propios intereses. El punto está, para mí, en si nosotros somos capaces como sociedad de aceptar los límites, incluso cuando sea en condiciones perjudiciales para tus propios intereses.
-Volvamos atrás. Usted que participó en el gobierno de Alfonsín, ¿qué sintió cuando vio recientemente la película «Argentina 1985», que cuenta el proceso a los militares?
-Me hizo recordar. Aunque yo no trabajaba en el Poder Judicial soy muy amigo de uno de los jueces que intervino en el juicio a las juntas, Ricardo Gil Lavedra. De hecho, cuando yo fui subsecretario de Justicia él era el ministro. Fue en la época De la Rúa, en los años 2000. La película me emocionó, pero también me lleva una reflexión profunda en el sentido de qué debemos hacer para evitar esas barbaridades. Porque nada te garantiza que no se cometan. De hecho ocurrieron en Argentina y ocurren actualmente en otros países. Entonces, ¿qué debemos hacer, no tanto en el plano individual como en el plano colectivo? Cuando uno ve la película es obvio que se violaron los derechos humanos. Pero en la década de los 70 en la Argentina no sé si eso era obvio para la sociedad. En términos sociales no sé si existía un repudio tan marcado a esas violaciones claras a los derechos humanos.
-¿Qué recuerdos tiene de aquellos tiempos con Alfonsín?
-Me acuerdo perfectamente las presiones militares sobre el Gobierno y la inestabilidad del Ejecutivo. Recuerdo particularmente una reunión semiabierta en la que el Ministro de Defensa, daba un informe en el sentido que no sabía dónde estaban las tropas leales que debían trasladarse a Buenos Aires para proteger al Gobierno si fuera necesario. Era una situación claramente inestable, porque las fuerzas armadas tenían mucho poder todavía en Argentina a pesar del triunfo de Alfonsín y la democracia. Me hizo acordar ese periodo de incertidumbre y también me lleva a otra reflexión, si me permitís.
-Claro.
-Me di cuenta de que aún en un periodo de incertidumbre es posible construir. Entonces Argentina, ya en otro plano más actual, aún en el marco de la incertidumbre puede construir valores.
-Hablando de incertidumbre. Además de Milei, ¿cómo lleva los vaivenes de Trump?
-Bueno, nosotros no tenemos nuestros propios problemas, es distante Trump… Pero me preocupa la necesidad de dialogar y me preocupa básicamente qué sociedad de estamos construyendo. No comparto la mirada de Trump obviamente, pero a nivel social también me pregunto qué sociedad estamos construyendo, con qué valores. Probablemente esa sociedad con esos valores se refleja luego en personajes políticos como Trump que generan mucha incertidumbre.
Descendiente de marinos y escritores en asturiano
La vinculación de Carlos F. Balbín con Asturias se remonta a Baltasar de Unquera (1766.1807), un marino de la Armada Española nacido en Infiesto que luchó en el Río de la Plata en las invasiones inglesas, donde perdió la vida en combate. «Su hija, ya en España, se casa con un Balbín y nace mi bisabuelo, Antonio Balbín de Unquera, abogado, que fue secretario del Consejo de Estado en España». Su hijo, «mi abuelo paterno», fue Manuel Francisco Balbín de Villaverde, médico con vocación de literato nacido en Madrid pero asiduo veraneante en Asturias y escritor en asturiano. El pseudónimo de este asturmadrileño que se casó con una argentina y que tras la Guerra Civil cruza el charco para siempre, era «Xiquín de Villaviciosa».
Carlos F. Balbín apunta que en un país como Argentina «donde somos un cruce de razas y de creencias, es importante tener una raíz porque te ayuda a entenderte, a comprender quién sos. Que básicamente somos una mezcla de tradiciones, de costumbres, de valores. Para mí esa búsqueda de las raíces familiares supone también una riqueza en la medida en que uno sepa conocerlo y valorarlo. Mis hijos tienen también esa cultura, porque yo se la he transmitido».
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