Graciano García, distinguido como Asturiano Universal: "Aquel niño que de pequeño botaba barcos de papel diseñó el mayor de los veleros"

El fundador y director emérito de la Fundación Princesa de Asturias fue homenajeado en el Club LA NUEVA ESPAÑA, donde comenzó como periodista

El director emérito de la Fundación Princesa de Asturias, Graciano García, recoge en LA NUEVA ESPAÑA el título de “Asturiano Universal”

J.A.

María José Iglesias

María José Iglesias

Graciano García, periodista, promotor y ahora director emérito de la Fundación «Princesa de Asturias», creador de Ediciones Nobel y los premios «Jovellanos» y, en una etapa más reciente, impulsor de la iniciativa cultural, «Asturias, capital de la poesía», recibió ayer, por todos esos méritos, y algunos más, el homenaje de los centros asturianos de la Comunidad de Madrid. Lo distinguieron con el título de «Asturiano universal» y él, generoso, dedicó ese reconocimiento a sus compatriotas en la diáspora, «a todos los hombres y mujeres que, antes y ahora, llenos de valor y de esperanza, cruzaron mares y océanos, o saltaron los montes» y «que engrandecieron a Asturias con su trabajo, ejemplo y sacrificio».

Graciano García repartió agradecimientos entre amigos y vecinos, familiares y colaboradores y se reafirmó en su compromiso con Asturias. «Esto de Asturias no termina nunca», bromeó, parafraseando al jurista Rodrigo Uría en una antigua anécdota en torno a Sabino Fernández Campo, uno de los grandes cómplices de Graciano García en la aventura de la Fundación «Príncipe de Asturias», ahora «Princesa de Asturias».

Graciano García, en el centro de la imagen, ayer durante el acto

Graciano García, en el centro de la imagen, ayer durante el acto / Luisma Murias

Ayer sentada entre el público estuvo su actual directora, Teresa Sanjurjo, entre la ex procuradora general del Principado, María Antonia Fernández Felgueroso, y la directora general de LA NUEVA ESPAÑA, Ángeles Rivero. Junto a ellas, dos de los hijos del protagonista del acto, Pelayo y David, y un poco más allá sus nietos, Inés y Pelayo García –a los que hizo subir al estrado para recibir su diploma junto a ellos–, y su nuera, Elena Osorio.

Fue Andrés Menéndez, el vicepresidente del Centro Asturiano de Madrid, quien tomó la palabra para exponer los méritos del galardonado. Antes, la vocal para Europa de la Federación Internacional de Centros Asturianos, María Jesús Duarte de Andrés, trasladó entre otras excusas las del presidente del Principado y la delegada del Gobierno en Asturias, por no haber podido asistir al homenaje.

Graciano García

Graciano García / LNE

Lo mismo hizo Andrés Menéndez con el padre Ángel, el fundador de Mensajeros de la Paz. Menéndez presentó a Graciano García como a «un candidato sin par» al «Asturiano universal». «Lo que tú hiciste no tiene precio. Asturias te debe mucho, tú pusiste Asturias en el mundo», le reconoció. Al homenaje de las casas y centros asturianos madrileños asistieron también David Ruiz Feliu, el presidente de la Casa de Asturias de Alcalá de Henares, y Rafael Jerónimo Pastor, el del Centro Asturiano Aires de Asturias de Tres Cantos.

«En Asturias he emprendido iniciativas que han marcado el rumbo de mi vida», admitió el periodista asturiano, y entre ellas rememoró sus días en LA NUEVA ESPAÑA, «un lugar para mí entrañable muy querido, dónde di mis primeros pasos como periodista, con compañeros muy queridos, en tiempos muy difíciles». También dio protagonismo en su discurso y, muy especialmente, en un vídeo con imágenes y un texto de su autoría, a a su Moreda natal.

Y no olvidó mencionar a su querida Tapia de Casariego, ayer representada por algunos de sus convecinos. Y así, siempre generoso, Graciano García despidió el acto, sin cesar de repartir agradecimientos, lo mismo al alcalde de Mieres, Manuel Ángel Álvarez, que a la presidenta de la Asociación de Escritores de Asturias, María Esther García, los dos entre el publico, y, por supuesto, al gaitero Xuacu Amieva, que puso el colofón a la tarde con «La marcha de Brañes».

El discurso de Graciano García

Dicen que lo bueno de los elogios y de los aplausos es que no engordan. Gracias a quienes me habéis concedido esta maravillosa distinción, que prolonga la primavera. Quiero dedicarla a todos los hombres y mujeres que, antes y ahora, llenos de valor y de esperanza, cruzaron mares y océanos, o saltaron los montes que históricamente defendieron nuestra libertad y la libertad de todos, abandonando tierras, madres, familia, amigos, canciones, fiestas, y que, lejos, engrandecieron a Asturias con su trabajo, ejemplo y sacrificio. Ellos y ellas sí son asturianos universales.

Gracias también a quienes en tan gran número habéis querido acompañarme en este acto. Recuerdo ahora que cuando el Ayuntamiento de Oviedo me nombró hijo adoptivo de la ciudad, me paró en la calle un paisanín a quien no conocía; me dio la enhorabuena y añadió: ha llegado usted a lo máximo: que le quieran sus vecinos. Me gustaría saber qué me diría hoy. Recibo este premio en un lugar para mí muy entrañable, muy querido, donde di mis primeros pasos como periodista junto a inolvidables compañeros. Aquí, y en un tiempo muy difícil, comprobé que, como escribió Cervantes en el prólogo de «El Quijote», no hay oro suficiente en el mundo para comprar la libertad. Y también que la cultura no es un adorno: es un faro que ilumina nuestro largo y estrecho camino.

El gran escritor argentino Jorge Luis Borges decía que cada mañana maquina maravillas. Voy a recordar ahora una inolvidable y maravillosa historia: al comienzo de una tarde primaveral, el ordenanza del periódico abrió la puerta que daba a la redacción, se dirigió a mí y me dijo: hay dos chavalinos de Bueño que quieren ser periodistas y quieren tener información y yo creo que es usted el indicado para darles lo que piden. Acepté de inmediato la invitación.

Salí al encuentro de los dos aspirantes a periodistas; no sé exactamente qué les dije, pero sé el resultado: uno de ellos –José Manuel Vaquero– llegó a ser director de este periódico. El otro –José Luis López del Valle– llegó a ser uno de los mejores periodistas deportivos de Asturias y sé que tiene un hijo también de la profesión.

Verdaderamente, la aurora, y también el ocaso, fabrican a veces maravillas, y hasta pequeños milagros. Asturias es mi patria querida, como dice nuestro himno. Aquí he emprendido iniciativas que han marcado muy profundamente mi vida: los premios «Príncipe de Asturias», hoy «Princesa», gracias a los cuales he tenido el privilegio de estar cerca de hombres y mujeres que han influido en la cultura, en la ciencia y en la historia de nuestro tiempo y, sobre todo seguir de cerca los pasos de un niño observador, de buen corazón, austero, responsable, leal y prudente, para el que me faltan palabras con las que expresar mi admiración, respeto y cariño hacia él.

Hoy es el rey, Felipe VI. No es una anécdota menor haber sido entrevistado en el escenario del teatro Campoamor, la víspera de una entrega de los premios, por una joven periodista de TVE que hoy es Reina de España, y poder confirmar lo que de ella me dijo mi gran e inolvidable amiga, su abuela paterna, Menchu Álvarez del Valle: Letizia es fuerte, inteligente y bondadosa.

A los pocos meses del nacimiento de la Fundación creé la empresa familiar Ediciones Nobel a la que destinamos el salón de nuestro piso en la calle Alférez Provisional de Oviedo, con una empleada, un teléfono y una máquina de escribir. Camino del medio siglo, el teléfono y la máquina no sé dónde están, pero la empleada sigue. Hoy, aquella aspirante a empresa son cinco editoriales, dan trabajo a cien personas, imprime al año más de medio millón de ejemplares de libros de temas dirigidos a la formación profesional y tiene representación en varios países de Iberoamérica.

Los milagros existen, como afirmaba el gran poeta portugués Miguel Torga. Aquí también he creado los Premios Internacionales de Ensayo y de Poesía «Jovellanos», y más recientemente, «Asturias, capital mundial de la Poesía», una obra que quiere proclamar ante el mundo que la mayor riqueza está en la cultura y que poesía es otro nombre de la libertad, que donde hay poesía no triunfa el mal.

Una iniciativa de esperanza, desde el convencimiento de que llegará un tiempo en que se siembre de poemas nuestra tierra y los corazones de quienes la habitan y que, entonces, su gloriosa historia será aún más grande y su nombre estará en la cumbre mundial de la cultura. Un pueblo culto es un pueblo libre. Lo escribió el gran Borges: La poesía regresa como regresan la aurora y el ocaso. Muchas gracias.

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