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Cien profesores de 60 idiomas y el asturiano que los gobierna: Fernando Rubio dirige el centro de lenguas de Yale y ha sido premiado por sus compañeros

El ovetense, máximo responsable del departamento que coordina la enseñanza de lenguas en la prestigiosa universidad, recibirá en noviembre el premio al liderazgo que otorga la asociación de docentes de EEUU

Divide su tiempo entre la dirección pedagógica y la investigación y explora las posibilidades que abre en su campo la IA: “No va a sustituir a los profesores, sino a los profesores que no sepan utilizar la IA”

Fernando Rubio.

Fernando Rubio.

En el Centro de Estudios Lingüísticos de la Universidad de Yale, las charlas de los jueves son asambleas de las Naciones Unidas. El departamento de enseñanza de idiomas de la prestigiosa institución de Connecticut, vivero de premios Nobel y uno de los pilares de la excelencia universitaria estadounidense, es un transatlántico multinacional “difícil de manejar”, una Babel organizada en la que 116 profesores enseñan más de sesenta lenguas de todos los rincones del mundo. Vivas y muertas, modernas y en desuso. La carta ofrece hebreo clásico o arameo, cheroqui, vietnamita, lengua de signos y algunas con nombres que a Fernando Rubio (Oviedo, 1964), director del centro, le va a costar traducir al español. Es Rubio un profesor de profesores, un formador de docentes de lenguas que en 1994 hizo las maletas para pasar un año en Estados Unidos y se ha quedado más de treinta, aproximadamente la mitad de ellos enseñando a enseñar y los dos últimos sobresaliendo en Yale como máximo responsable de la división de idiomas.

Después de 21 años en la Universidad de Utah, donde dirigió el departamento de Lenguas y Literaturas y el Centro de Enseñanza e Investigación de Segundas Lenguas, ha cambiado las montañas peladas del lejano oeste por la vegetación y la humedad del populoso Connecticut y la universidad pública por la privada. Todo bien. Si durante su grata experiencia en el “estado de la colmena” llegó a ser nombrado “profesor del año”, en la costa este acaba de ser galardonado con el premio “Wilga Rivers” 2025 al liderazgo en la enseñanza de idiomas del mundo, uno de los galardones que todos los años conceden sus compañeros del Consejo Americano para la Enseñanza de Lenguas Extranjeras (ACTFL, por sus siglas en inglés).

Le premia la principal asociación de los docentes de idiomas en Estados Unidos, un colectivo de unos 15.000 componentes que valora el grado de implicación que el profesor ovetense también ha demostrado en las organizaciones colectivas de la enseñanza de lenguas. Llegó a presidir la Federación Nacional de Asociaciones de Profesores de Lenguas Extranjeras y la ACTLF lo incluyó en su “salón de la fama” en 2019.

El “Wilga Rivers” al liderazgo, un premio que honra con su nombre la memoria de una legendaria profesora australiana de Harvard, le será entregado en noviembre en Nueva Orleans, durante la convención anual del colectivo, y viene a reconocer su papel como aglutinador de voluntades en la profesión, la labor al frente del departamento de Yale y “las contribuciones que pueda haber hecho a la enseñanza de lenguas en los Estados Unidos”.

En el selecto ecosistema de Yale, su destino profesional desde 2023, tiene a su cargo la coordinación de la mastodóntica estructura “macrolingüística” de una Universidad de élite que necesita “unificar la enseñanza de lenguas, o los criterios y la metodología” dentro de un entramado complejo en el que, obviamente, “no es lo mismo dar clase de español que de una lengua extinguida que se hablaba en Mesopotamia hace 3.000 años, por ejemplo. Y las dos, y muchísimas otras más, están bajo el paraguas del centro que yo dirijo”, apunta.

El cargo tiene de un lado una responsabilidad “teórica, pedagógica o metodológica que consiste en estar al tanto de lo que se hace en la enseñanza de lenguas a nivel nacional e internacional para compartirlo con la gente de Yale” y una dimensión más práctica de coordinación de la investigación y generación de conocimiento nuevo. Además, hay “un área grande de tipo administrativo para facilitar a los profesores el acceso a más aprendizaje, darles fondos para que vayan a conferencias, organizar talleres a los que puedan asistir...”

Todo muy enriquecedor y lleno de oportunidades útiles para “abrir mucho los ojos” de un profesor inquieto que ha cultivado mucho su vocación por enseñar a enseñar desde que en 1994 cambió las aulas del Colegio San Ignacio de Oviedo por lo que en principio iba a ser un año de máster en Nueva York. “Decidí que me gustaba, vi que el ambiente académico era bueno y que había oportunidades y me quedé a ver qué salía”. Salió mucho. Hizo ese máster, después otro más y un doctorado en Lingüística Aplicada. Enseñó un año en Buffalo, dos en la Universidad de Oregon y de 2002 a 2023 en la de Utah, donde dejó un programa de intercambio de alumnos de posgrado con la Universidad de Oviedo que sigue vigente desde 2007.

El español y su liderazgo

Acelerando hasta el presente en New Haven (Connecticut), sus responsabilidades en uno de los campus universitarios más prestigiosos del mundo le dan autoridad por ejemplo para tomarle la temperatura a la vitalidad del español en Estados Unidos. Académicamente bien, gracias. La matrícula de universitarios en lenguas disminuye, asume Rubio, pero el español no cede la posición dominante que desde hace al menos veinte años le da su condición de idioma extranjero más escogido en el país. De largo. Con “más alumnos que todos los demás idiomas juntos”.

Las incertidumbres y las amenazas de la segunda administración Trump pueden ser más geopolíticas que lingüísticas, más para los inmigrantes hispanohablantes que para su idioma, que sólo tiene estatus de oficialidad en el estado de Nuevo México. “Legalmente, poco se puede hacer contra el español y nadie se ha metido con su enseñanza”, señala el profesor ovetense.

Con la Universidad, en parte, sí. Mientras el sistema universitario estadounidense aguanta el chaparrón de las propuestas de recorte financiero del Gobierno, Fernando Rubio conoce en Yale las diferencias entre la pública y la privada, ahora quizá con “otro tipo de libertad y más recursos”, y experimenta con el futuro de la enseñanza. Lo próximo, aquí también, es tratar de saber lo que la inteligencia artificial va a poder hacer por los profesores de lenguas y cómo cabe sortear sus riesgos.

Investiga si la herramienta puede ser útil para ahorrar tiempo a los estudiantes, dándoles “más oportunidades de interactuar con la lengua en clase”, quizá reproduciendo de algún modo la experiencia inmersiva de hablar chino en China, por ejemplo, o para abreviar la tarea de los profesores, ayudándoles a hacer parte la labor de retroalimentación que necesita el alumno cuando presenta un trabajo.

La exploración le ha llevado también a usar la inteligencia artificial “para facilitar la lectura en español” resolviendo un dilema fundamental vinculado a la adquisición de vocabulario nuevo. “Si le das a un alumno un texto que no tiene palabras desconocidas”, explica, “lo va a entender todo, pero no va aprender nada nuevo. Si tiene demasiado vocabulario desconocido, no va a entender lo que lee… La cuestión está en buscar el término medio y en tratar de que la IA nos ayude a encontrar dentro de un texto el vocabulario que va a ser difícil para un nivel determinado de estudiantes y cómo puedes prepararlos para que lo entiendan y aprendan…”

–¿Terminará dando clase una inteligencia artificial?

Fernando Rubio responde lo mismo desde que eclosionó ChatGPT: “La IA no va a sustituir a los profesores, va a sustituir a los profesores que no sepan utilizar la IA”.

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