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La ciencia muere a "trumpazos" : siete relevantes investigadoras asturianas en EEUU explican cómo Trump destroza a marchas forzadas el motor científico mundial

Profesores cuestionados, alumnos perseguidos por expresar sus ideas, boicot financiero a las grandes universidades, recortes a organismos como la NASA y gestores negacionistas están acabando con un poderoso sector científico e innovador que colocó a la economía estadounidense a la cabeza del mundo

Ilustración en la que Donald Trump aparece enseñando la lengua como la famosa foto del físico y premio Nobel Albert Einstein.

Ilustración en la que Donald Trump aparece enseñando la lengua como la famosa foto del físico y premio Nobel Albert Einstein. / J. Ferreira

Xuan Fernández/Marcos Palicio /E. Lagar

Una encuesta de la revista «Nature» reveló en marzo pasado que el 75% de los científicos de Estados Unidos se está planteando abandonar el país. Quieren escapar de la operación de derribo que el presidente Donald Trump ha emprendido contra sus más prestigiosas universidades y otras instituciones científicas, como la NASA, la agencia aeroespacial que simboliza como nadie el estatus de Estados Unidos como principal motor científico y tecnológico del mundo. LA NUEVA ESPAÑA ha hablado con siete investigadoras y docentes asturianas residentes en EE UU, algunas ya nacionalizadas, para conocer a través de sus palabras cómo ven la caída del imperio científico americano. Trabajan en los más diversos sectores, desde la biotecnología a la investigación aeroespacial o la docencia académica en el ámbito de las letras. La condición para hablar, expuesta por todas, fue que no se revelase su identidad. Temen las represalias. Por eso todos los nombres usados en este reportaje son ficticios. Estados Unidos es hoy un país, dicen, por donde corre el miedo (especialmente entre los inmigrantes), donde se impone el silencio y la evidencia científica se niega. Un país donde su propio presidente está destrozando a martillazos el motor que hizo grande a América, hecho de conocimiento e innovación.

Freno a la captación del talento global

En su furia contra los inmigrantes, Trump no solo deja a muchos sectores sin empleos básicos. También está tumbando uno de los pilares básicos de su poderío científico-tecnológico: la captación del mejor talento global. Lo explica Alicia, que investiga en el sector aeroespacial en la Costa Oeste de EE UU: «Vine a EE UU a hacer mi doctorado, porque era un país que ofrecía una red increíblemente robusta de universidades, laboratorios, agencias federales y empresas privadas trabajando en conjunto por el progreso científico y tecnológico. Ser inmigrante es un gran sacrificio. Lo hicimos porque nos compensaba con creces, porque EEUU era el país al frente de muchas áreas de ciencia y tecnología, porque aquí podíamos desarrollar esa labor y además ser valorados por ella. Ese nivel de inversión e infraestructura es el que atrae talento de todo el mundo (en mi promoción el 75% éramos extranjeros), y a su vez ese talento mantiene la producción de ciencia y tecnología. Pero si empiezas a quitar piezas, todo eso se viene abajo. No está nada claro que EE UU pueda mantenerse como superpotencia científico-tecnológica. Si te dedicas a desmantelar la infraestructura responsable de mantener a EE UU en esta posición, ¿qué talento atraes? Si la balanza favorece a otros países, y saben aprovecharlo como hizo EE UU durante mucho tiempo, esa inercia es muy poderosa. Los científicos quieren trabajar donde puedan colaborar con otros científicos de su campo».

Donald Trump durante un acto público

Donald Trump durante un acto público / .

Lo que importa en EE UU ya no es el talento científico como las opiniones políticas. Pero que sean trumpistas. Mónica, otra investigadora asturiana, en este caso del sector biotecnológico en la Costa Este, explica qué está pasando: «En los últimos meses he observado cómo la atracción de talento hacia este país se ha visto afectada por la respuesta a actos de libertad de expresión. Estudiantes que habían solicitado visados para venir se han visto perjudicados por su participación en plataformas que pedían la liberación del pueblo palestino». Otra investigadora asturiana, del ámbito de las letras, añade: «Hay agentes de inmigración esperando a la entrada de las universidades para infundir el miedo».

Alumnos atemorizados

La furia trumpista contra al emigrante va calando. Elena, una asturiana que es profesora en una universidad pública de la costa este, refiere casos concretos: «Nuestros alumnos de traducción e interpretación no se atreven a hacer sus prácticas en los juzgados porque temen que el ICE (el Servicio de Emigración y Control de Aduanas de Estados Unidos) los arreste». También habla de los alumnos que «no se matriculan en las clases presenciales porque salir de la casa es un riesgo al que no se quieren exponer, aunque la casa no sea un lugar de estudio». Y apostilla: «El clima político del país también ha afectado a los estudiantes internacionales, que no han ido a visitar a sus familias durante el verano, por miedo a que a la vuelta no los dejen entrar. La inestabilidad también alcanza a los profesores que tienen contratos temporales. Cuatro profesoras de un centro de mi universidad fueron despedidas a finales del curso pasado por la administración de la facultad por su activismo a favor de Palestina. El departamento en el que trabajaban estaba satisfecho con la labor que desempeñaban y en las clases que iban a impartir había listas de espera de los estudiantes que querían matricularse. Nada de esto se tomó en consideración para renovarles el contrato y, hasta el momento, el canciller (el decano) no se ha pronunciado para defenderlas». Otra docente asturiana comenta: «Tanto profesores como alumnos tienen miedo a alzar la voz y usar su derecho a la libertad de expresión».

 Esta misma profesora trabaja en una universidad pública cuyo alumnado procede de las clases menos favorecidas. Muchos son emigrantes. En su clase hay «dominicanas, mexicanos, nepalíes, colombianos, mayas, garífunas, jamaiquinas, cristianos, ateos, musulmanes, lesbianas, adolescentes, gente mayor…». Afirma que «la mera configuración de esta clase es una expresión de lo que el gobierno de este país pretende que no seamos, y nuestra simple existencia es una amenaza que molesta y no saben cómo manejar. Asustan las medidas que el gobierno ha decidido tomar». Otro ejemplo: «Algunas de las alumnas que sufren violencia doméstica han tenido que volver a vivir con sus maltratadores porque los fondos destinados a ayudarlas se han cortado».

Docentes cuestionados

Los hijos de los emigrantes y los doctorandos que vienen del extranjero viven amenazados por Trump a causa de sus posiciones políticas, sobre todo en lo referente a Palestina. También la profesión docente se ha convertido en una actividad de riesgo. Sara, una asturiana vinculada a una prestigiosa universidad de la Costa Este, refiere un caso vinculado, en esta ocasión, a la cruzada de Trump contra la diversidad sexual: «Hace unas semanas, por ejemplo, una profesora de literatura infantil, el director del departamento y el decano de la facultad fueron despedidos después de las presiones recibidas, cuando una estudiante colgó un vídeo en las redes sociales denunciando que en una de las clases de literatura infantil la profesora había tratado la cuestión de la identidad de género y que esto iba en contra de la ley. El riesgo de contravenir las leyes estatales conlleva la pérdida de financiación para las universidades. Una de esas leyes es la relativa al tratamiento de la DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión) para reflejar la diversidad de la sociedad estadounidense. Todo ello está produciendo una situación de cautela en las universidades que ponen mayor cuidado en el enfoque y los contenidos incluidos en sus programas».

ABIERTO POR VACACIONES. DONALD TRUMP

ABIERTO POR VACACIONES. DONALD TRUMP / Mortiner

Las más altas instituciones universitarias, referencias mundiales, han recibido los cañonazos de la Casa Blanca naranja: «Harvard, en particular, está utilizando todos los recursos legales a su alcance para defenderse y se está convirtiendo en un símbolo de lucha por la libertad de expresión. Pero como represalia, parte de su financiación ha sido congelada, lo que genera gran incertidumbre entre sus investigadores principales, que no saben si podrán mantener abiertos sus laboratorios ni pagar a sus equipos en los próximos meses», dice Mónica, que trabaja en el sector de la investigación farmacéutica.

Parálisis innovadora

El miedo –«esa inquietud constante que se respira»– ha llegado al sector inversor en innovación. Lo explica Luisa, que trabaja en una startup biotecnológica de la Costa Oeste: «En el sector privado, los llamados ‘Venture Capitalists’ (capitalistas de riesgo), que deberían ser los principales impulsores de nuevas ideas, están paralizados por el miedo a no obtener retornos rápidos en sus inversiones. En lugar de apostar por proyectos innovadores y disruptivos, están optando por productos denominados ‘me too’, es decir, aquellos que imitan modelos ya existentes y que tienen una mayor probabilidad de éxito a corto plazo. Esta estrategia, aunque rentable en el presente, está frenando el progreso de la ciencia y la tecnología. Como consecuencia, muchas empresas biotecnológicas están evitando salir al mercado público, lo que está contribuyendo a una parálisis económica en Estados Unidos. El miedo se ha convertido en un denominador común, algo que no había experimentado en los casi 20 años que llevo viviendo en este país». Además de la política científica (anticientífica) que Trump está desarrollando, hay más factores –añade Mónica, desde el sector farmacéutico– que están contribuyendo a esta parálisis innovadora: «La incertidumbre, los altos tipos de interés -que hoy permiten obtener más de un 4% en cuentas de ahorro sin riesgo alguno-; o la competitividad creada por China por ejemplo en el sector biosanitario, capaz de llevar terapias a la clínica en la mitad del tiempo y a una fracción del coste gracias a su política 996 (trabajo de 9 am a 9 pm durante 6 días a la semana) y por salarios una décima parte más baratos que el americano».

La NASA tiene un problema

La situación en entidades que dependen del gobierno no es menos descorazonadora. Alicia, trabaja en el sector aeroespacial, conoce muy de cerca la situación de la NASA. «Aproximadamente el 20% del personal de la NASA se ha marchado desde enero, lo cual desestabiliza los proyectos en los que están trabajando, y genera mucha incertidumbre». «La organización es un desastre», añade. La amenaza de recorte, apunta esta científica, está causando mucha «desmotivación» entre los expertos que trabajan en la agencia espacial estadounidense. «Para mí lo más triste es ver cómo la NASA, una organización que ha contado con apoyo de ambos partidos durante muchas décadas, con una de las mayores tasas de aprobación de la ciudadanía entre las agencias federales, se está usando –como tantas otras– como arma política, y representa el desmantelamiento de la ciencia por parte del gobierno de Trump. Todos los presidentes anteriores, independientemente de sus opiniones políticas, estaban claramente orgullosos de la NASA, como ejemplo del talento, la perseverancia y el ingenio americano. Trump está mandando un mensaje muy claro de que la ciencia no es importante».

Esta misma investigadora pone como ejemplo del desprecio absoluto hacia la ciencia del presidente estadounidense el nombramiento de Robert Kennedy Jr. como secretario de Salud. Es un férreo detractor de las vacunas. «Hay niños muriendo de sarampión en EEUU, y el Gobierno, en vez de intentar ponerle freno al problema, legitima las ideas de los culpables, les da voz y poder político. ¿Qué será lo siguiente, tendremos que ir desempolvando los pulmones de acero?».

Los enemigos de las vacunas, en el poder

Más clara es otra asturiana que trabaja en el sector biosanitario estadounidense: «Son años oscuros para la salud en EE UU. Robert F. Kennedy Jr. es un enemigo de la ciencia y está haciendo todo lo posible por desmantelar la investigación científica; no cree en la ciencia basada en la evidencia». Kennedy, dice, «es un antivacunas acérrimo y está desarmando la infraestructura de vacunación del país. Está sembrando dudas e incertidumbre sobre la seguridad de las vacunas, lo que probablemente incrementará la cantidad de litigios y, en última instancia, expulsará a fabricantes del mercado. Menos vacunas y menos accesibles: el resultado neto será una menor tasa de vacunación y la reaparición de enfermedades infantiles. No es fácil subestimar el impacto de recortar los protocolos de vacunación en la salud de los niños. Que los más vulnerables de nuestra sociedad queden a merced de políticas descabelladas parece de ciencia ficción, pero está ocurriendo ahora mismo en EE UU».

 Elena, la asturiana que da clase en una universidad pública de la Costa Este, insiste en que los científicos, ante esta situación, «ni quieren imaginarse lo que podría significar una nueva pandemia en estas condiciones, sin dinero público para vacunas, ni quieren pensar en el daño irreversible que estos recortes tan irresponsables como salvajes están causando y van a causar en una sociedad que no podrá resistir tanta violencia y tanta agresión a los derechos humanos más esenciales».

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