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La exministra asturiana que pudo liderar el PSOE en lugar de Zapatero: "Habría sido un cambio fundamental"

"De mí decían que no estaba a la altura o que no sabía vestirme; tomaba nota de esas opiniones, pero no hacía caso", asegura la "asturiana" Matilde Fernández, que fue la primera titular de Asuntos Sociales de la democracia y en la actualidad preside el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada

Matilde Fernández

Matilde Fernández / Fotografía cedida

Xuan Fernández

Xuan Fernández

Matilde Fernández (Madrid, 1950) tuvo una larga trayectoria política: fue ministra de Asuntos Sociales en el cuarto gobierno de Felipe González, del PSOE y también diputada en el Congreso, concejala en el Ayuntamiento de Madrid y diputada autonómica y senadora. A su vez, tuvo altas responsabilidades en el sindicato UGT. En la actualidad, volcada en iniciativas sociales, es presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada. Fernández se considera asturiana porque su padre era de La Romía (Pola de Lena) y se fue a trabajar de conserje a Madrid, motivo por el cual su hija nació en la capital de España. Siendo política activa, Fernández siguió siempre muy de cerca la actualidad asturiana, como sigue haciendo.

-Fue Ministra de Asuntos Sociales, una pionera. ¿Qué recuerda de aquella etapa?

-Me tocó crear el Ministerio en 1988. Era como organizar una casa desde cero: me encontré con un palacete vacío, había que nombrar personas, resolver problemas y poner todo en marcha. Llegó gente del Instituto de la Mujer, de la Juventud, de la Infancia. El Ministerio se ideó como un organismo autónomo de la Seguridad Social y dos organismos más. Había que crear infraestructura común y expandir competencias. Los funcionarios estaban muy concienciados y se tomaron el proyecto con cariño. Fue un esfuerzo colectivo y logramos consolidar lo que llamábamos el "cuarto pilar" del Estado del bienestar.

-¿Le miraban raro por ser mujer?

-Sí, me miraban con afecto y con interrogantes. Había ternura paternalista en algunos casos y en otros la idea de que "no podrá, es mujer y de clase trabajadora". Incluso decían que no sabía vestirme o que no estaba a la altura. Tomaba nota de esas opiniones, pero no hacía caso. Si en algún momento tenían razón, lo reconocía, pero nunca dejé que esos prejuicios marcaran mi trabajo.

-¿Han cambiado las prioridades en políticas sociales desde entonces?

-En mi tiempo lo importante era consolidar el cuarto pilar y aprobar una ley marco que no llegué a conseguir. Era 1988, y las comunidades pedían transferencias. Lo máximo que logramos fue establecer un tiempo de corresponsabilidad entre Estado, comunidades autónomas y municipios. Desde el organismo autónomo que dirigía, el Inserso, pude contribuir para poner en marcha las pensiones no contributivas, cerrando el círculo de la universalización de la Seguridad Social. Fue un logro importante, aunque la ley marco quedó pendiente y esa fue mi gran frustación política. Ese año estuvo marcado por la lucha de las comunidades por competencias, lo que fue un gran reto político.

-Formó parte de una generación política marcada por el consenso y los acuerdos. ¿Qué opina de lo que ve ahora?

-Cada época tiene su análisis. Me gustaban más los tiempos en los que se llegaba a acuerdos, por diferentes motivos, en la transición. La lógica del consenso y los pactos es fundamental, como muestran los objetivos de Naciones Unidas: cuidar a las personas, cuidar el planeta y hacerlo mediante el trabajo común. Me gustan el diálogo y el consenso; creo que es mi cultura sindicalista. Estoy acostumbrada a sentarme a hablar y a buscar acuerdos.

-¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?

-No. Sí creo es que antes se podía avanzar más rápido en transformaciones de país porque había mayorías que lo permitían y se llegaba a acuerdos. Hoy vivimos en un mundo con muchas siglas y con fallos en la lealtad política.

-¿En su etapa no había polarización?

-Había, pero era fruto de que cada partido definía su visión y el papel que quería jugar en la sociedad. Los conservadores venían de la dictadura y nosotros nos definíamos como socialdemócratas. Había una nobleza en definirse en democracia y asumir el papel que querías jugar. En la vida cotidiana, los partidos tenían sus luchas internas, como ahora.

-Felipe González superó los 200 diputados y hoy el PSOE no pasa de los 120. ¿Qué ha pasado?

-Han cambiado el país y el entorno, Europa y España. Antes el voto se distribuía entre dos o tres partidos; ahora los ciudadanos lo reparten entre una docena de siglas. Eso da diversidad, pero también dificultad política.

-¿Cómo hubiese cambiado el partido si hubiese ganado las primarias a José Luis Rodríguez Zapatero?

-Habría sido un cambio fundamental: una mujer dirigiendo el partido. Pero digo una cosa: yo no me hubiese presentado a presidenta del Gobierno. Mi idea era tejer una red interna dentro del partido, como hace el PNV, y que otra persona liderara la candidatura. En mi cabeza, la persona ideal para eso era Txiki Benegas.

-¿Es usted "sanchista"?

-No, solo soy socialista y me gusta la palabra socialdemócrata. No hay socialismo sin democracia. Antes me etiquetaba como guerrista, pero ahora creo que hay que ser librepensador y exigir capacidad crítica, sin etiquetas. Cuando me acuerdo de aquello, del guerrismo y del felipismo, pienso que era una tontería.

-¿Qué opina de las críticas de Felipe González a Pedro Sánchez?

-No formo parte de los órganos de decisión actuales del partido, así que me falta información. Sí puedo decir que Felipe González tomaba decisiones escuchando a todos. Ahora me dicen que no hay apenas reuniones y que, si las hay, duran cinco minutos y a otra cosa. Siempre defenderé la libertad de pensamiento y de opinión, pero con responsabilidad. Algunas cosas deben resolverse dentro de los partidos, eso sí, no fuera.

-¿Qué le pasó con Florentino Pérez?

-Hubo dos momentos donde estuve con empresarios cuyas razones eran secundarias. Su planteamiento era: "Esto es así". Una fue con Florentino Pérez, cuando era concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Quería recalificar el suelo para construir las torres y su planteamiento era que tenía que ser así, porque sería bueno para el gran club de España (Real Madrid). Otro caso fue con Mario Conde, que quería vender una industria química farmacéutica y me vino a ver cuando yo era secretaria general de la Federación de Industrias Químicas de UGT; le dije que no era conveniente, se marchó y la empresa se vendió.

-¿Quién tiene el poder, los políticos o los empresarios?

-En líneas generales, la empresa. No cualquier empresa, pero sectores como el energético o la inteligencia artificial tienen un poder por encima de los países, que se someten a su lógica.

-¿Qué modelo de Estado social necesita hoy España?

-Hay tres brechas importantes a corregir en la actualidad: económica, de igualdad de género y generacional. Además, la distribución de recursos entre territorios no es adecuada. En esto último no me refiero a tanto a los nacionalismos, sino a los municipios, que no reciben el dinero que deberían para cubrir sus necesidades.

-¿Estamos cuidando lo suficiente de nuestros mayores?

-Tenemos que cuidar más y mejor a los mayores y a los niños, a lo largo de toda la vida. Es terrible que haya suicidios entre niños por acoso escolar. Las políticas actuales no son suficientemente integradoras. Menos ladrillos y más inversión en personas: eso es lo que se necesita. Eso creará riqueza y empleo sostenibles.

-¿La soledad es el principal problema de los mayores?

-Sí, pero afecta también a jóvenes. Vivimos en sociedades urbanas, con familias más pequeñas y longevas, lo que produce soledades prolongadas. Hay que corregir los efectos negativos del individualismo y la competitividad del capitalismo para que las personas se sientan acompañadas y cuidadas.

-¿Qué opina de Asturias?

-Veo una sociedad que sigue buscando acuerdos y alianzas y eso lo valoro de forma significativa. Institucionalmente, en algunos ámbitos faltan servidores públicos con la formación necesaria para llegar bien a todos, especialmente en áreas relacionadas con la conexión directa con las personas y los cuidados. Somos una comunidad de un millón de habitantes y podemos hacerlo mejor, pero para eso hay que trabajar contra la burocracia. Asturias cuida su medio ambiente, se esfuerza por reindustrializarse y avanzar en el sector servicios. Aun así, sigue pendiente una mejor distribución de los recursos, algo que necesita no solo Asturias, sino todos los territorios.

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