Pepe el sastre, casi un siglo de socialismo asturiano en Bruselas: "Nadie imagina lo que supuso poder votar libremente tras la dictadura franquista"
José Manuel Mallada, nacido en Piedracea (Lena), está a punto de cumplir 94 años. Tuvo una sastrería en su villa natal, en Bruselas trabajó en el sector textil y regentó "Casa el Sastre", uno de los locales más conocidos de la emigración española en la capital belga

Pepe el Sastre en una calle de Bruselas, la ciudad en la que reside desde hace 60 años. / M.B.
José Mallada Fernández, más conocido por Pepe el Sastre, asturiano de Piedracea (Lena), el más veterano de la Agrupación Socialista de Bruselas, se arrepiente ahora, cuando está a punto de cumplir 94 años, de no haber participado en el congreso de Suresnes en 1974. En aquel octubre estaba invitado al capítulo que supuso el relanzamiento del PSOE, con Felipe González (entonces Isidoro en la clandestinidad) como secretario general, pero declinó la propuesta porque entonces compatibilizaba un trabajo de asalariado con un bar en Bruselas y “no quise dejar a mi mujer sola en el negocio”.
La historia de Pepe es la de tantos asturianos que en los años 60 del siglo pasado emigraron desde Asturias a Bélgica. “Como consecuencia del plan de estabilización empezaron a cerrar pequeñas empresas y negocios y yo, que ya estaba casado y tenía una hija, tuve que tomar la decisión de abandonar casa y familia” rememora en la capital belga en la que ha vivido desde entonces. Era 1964 y nada más llegar “mi mujer encontró trabajo en una empresa de confección y yo, que era sastre en Pola de Lena, me incorporé a una compañía que diseñaba ropa de mujer y en la que me desenvolví bien, aunque no hablaba francés”.

Pepe el Sastre, siempre de corbata, en Bruselas. / M. B.
En realidad, su vida laboral había comenzado mucho antes: “En noviembre de 1947 al cumplir 16 años entré a trabajar en 'Hulleras de Turón' como minero y lo dejé en mayo de 1955 después de sufrir una bronquitis muy fuerte”. Dos tíos suyos tenían una sastrería en Pola de Lena, “Los Tilos”, y cambió la mina por los trajes. Se casó con una catalana que vivía en el concejo, tuvieron una hija, ya fallecida, y treintañero emigró a Bélgica gracias a un amigo. Aquí nació su segunda hija, funcionaria en la Unión Europea (UE), y madre de sus dos únicos nietos.
Fue de los pocos españoles de entonces que decidió acudir a cursos de francés por la noche “para mejorar mis relaciones y progresar en el trabajo”. Después de la empresa textil, trabajó en otros sectores y terminó en una sociedad editorial que compatibilizó desde 1971 con un bar restaurante, “Casa el Sastre”, que fue uno de los más conocidos entre la emigración española en Bruselas, “aunque también teníamos mucha clientela belga y combinábamos los platos locales con los españoles porque mi mujer fue una gran cocinera”. Allí impulsó, con José María Muñiz Farpón, conocido por haber sido linier y por ser el padre del que fuera árbitro internacional asturiano, César Muñiz, la peña bruselense del Real Madrid, la otra gran pasión de su vida junto con la política.
“Primero tuve más relación con gente del PCE aquí en Bruselas donde eran mayoritarios, pero mi padre había sido simpatizante socialista y me incliné por el PSOE” rememora sobre su trayectoria política. Coincidió con otro histórico socialista, Jesús Fernández, fallecido hace tres años, minero en Charleroi, que fue quien acogió en su casa a Felipe González cuando éste vino a completar su formación en la Universidad de Lovaina (entonces todavía francófona, ahora solo flamenca), antes de su ascenso en el partido. “Jesús y yo fuimos muy amigos y por nuestra agrupación pasaron todos los grandes dirigentes del partido, desde Almunia hasta Zapatero y, por supuesto, los que venían de Asturias”. Guarda con cariño la foto dedicada del actual presidente Adrián Barbón.
El 15 de junio de 1977 viajó expresamente hasta Pola de Lena, junto con otros muchos emigrantes asturianos, para participar en las primeras elecciones democráticas: “Nadie puede imaginar lo que significó poder votar libremente después de tantos años de dictadura”. Metódico y diplomático, suele intervenir en las reuniones de la agrupación, formada ahora mayoritariamente por jóvenes casi todos universitarios que trabajan en la UE o en grandes multinacionales, nada que ver con aquellos emigrantes de los años sesenta de los que él y su amigo Javier Cantero, un llanisco muy amigo del desaparecido Antonio Trevín, son casi los únicos que quedan. Son la voz de la experiencia y de un tiempo pasado muy diferente.

Javier Cantero y Pepe Mallada en un bar bruselense / M. B.
Pepe ha mantenido su relación viva con Asturias, a donde viaja todos los años, a través de sus hermanos -solo le queda uno vivo- y sobrinos, pero estas Navidades irá a pasarlas a Cataluña donde su hija tiene una segunda residencia. “Ya me cuesta viajar”, se queja, pero la memoria sigue intacta quizá porque permanece muy atento a la actualidad política española -y futbolística por su querido Real Madrid- y porque sigue tomando notas en una pequeña libreta que le sirve para sus intervenciones en el partido. Y en la animada tertulia que tiene con otros emigrantes en un bar del barrio de Saint Gilles en el que se habla de deportes y de España. Igual que si estuviera con otros jubilados en Pola de Lena. Ahí se comprueba que no hay nada como emigrar para añorar la tierrina.
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