Cuando los cómicos asturianos llenaban teatros en Cuba y hacían al público “palmotiar de entusiasmu”
El volumen e influencia que alcanzó la comunidad expatriada en la isla en la primera mitad del siglo pasado queda de manifiesto en el éxito de las representaciones de compañías teatrales que viajaban expresamente desde Asturias
El estudioso Lluis Ánxel Núñez ha rescatado el rastro que aquellas funciones dejaron en los textos escritos en asturiano en la prensa cubana del momento

Cartel que anunciaba en la prensa cubana del verano de 1927 la actuación de los cómicos asturianos en La Habana. / Lluis Ánxel Núñez
“Al querer entrar, ¡mialma, / entetantu’mburrión / nin alendar podía!; / ¡home, aquello fu’atroz! / ¡Por poques la desvisten…! / ¡Ay, bien poco faltó! / Hasta glayó, ¡socorro! / cuand’un gran pisotón / fízoi ver les estrelles, / que todes les cuntó. / Esmesaáron-i’l pelo / ficieron-i un rasgón / en una chambra nueva, / qu’anoche la’strenó…” Este fragmento de una reseña en verso salió publicado el 26 de junio de 1927 en la página 23 del “Diario de la Marina” de Cuba. Un redactor anónimo informa en hiperbólico asturiano del éxito que acaban de cosechar en el prestigioso teatro Payret de La Habana Isidro Carballido y Agustín de la Villa, dramaturgos y actores, cómicos de la legua que el día anterior habían representado parte de su repertorio costumbrista asturiano con lleno absoluto, “emburriones” incluidos”, en una de las grandes salas de la bulliciosa Habana de los años veinte.
Sirva el texto como recordatorio, testimonio y prueba del poder que tuvo la diáspora asturiana en Cuba, tan numerosa e influyente que hasta justificaba el viaje transatlántico de la Compañía Asturiana de Teatro. Y no sólo el suyo. Las tablas del Payret también oyeron tocar en esa época, entre otros muchos artistas asturianos, a Ramón García Tuero, el “Gaiteru de Llibardón”, del que cuenta la mitología que tenía en aquellas tierras más caché que Caruso.
El caso es que, de vez en cuando, a los artistas de este lado del océano les merecía la pena dejarse caer por La Habana para entretener las tardes de los fines de semana con monólogos y obras costumbristas en asturiano, para atiborrar las más de 1.800 butacas del Payret y armar “la gran folixa” que en otro documento describe la prensa cubana del momento.
Da fe de todo ello el rastro documental rescatado por Lluis Ánxel Núñez, estudioso de la llingua y buscador y hallador vocacional de tesoros perdidos en asturiano en la prensa latinoamericana. Entre las numerosísimas alhajas que ha encontrado, ésta del verano de 1927 vale como soporte probatorio de un momento en el que la diáspora asturiana en Cuba llenaba los teatros y los periódicos generalistas.
Isidro Carballido, uno de los grandes precursores de la más que centenaria Compañía Asturiana de Comedias, viajó en aquella ocasión con su esposa y su hijo, que se subieron con él a las tablas, y compartió con Agustín de la Villa las noches de un intenso fin de semana en el Payret. Sus actuaciones fueron profusamente jaleadas en la prensa local de los días precedentes, dejando testimonio de una expectación a la altura del nivel que habían adquirido los asturianos emigrados a la isla.

Encabezamiento de una de las reseñas publicadas en el "Diario de la Marina" con el anuncio de la visita de la compañía asturiana. / Lluis Ánxel Núñez
El mismo “Diario de la Marina” informaba en los días previos a las funciones de la “aparición en nuestros escenarios” de una compañía a la que “esperan ávidamente los millares de astures de La Habana”. El diario reproduce el programa y el “lenguaje pintoresco” en el que los cómicos se dirigen a su público para anunciar sus actuaciones. “Asturianos –les interpelan–, váis a quedar pámpanos con el debut de la Compañía Asturiana, que únicamente vos dará a conocer comedies que agüelen a la tierrina a dos legües. Non dexéis de dir a retorcevos de risa y a palmotiar de entusiasmu al ver la llabor de Carballido y so pandilla”.
Pioneros y precursores del teatro asturiano, los dos cómicos prometían un repertorio costumbrista de marcado sabor nostálgico para un público “señardosu” y añorante de la tierra que habían dejado atrás. Un programa “deliciosamente asturiano”, apostillaba el periódico. Se ofrecía el estreno del “monólogo en bable” “La céula”, el del “entremés en bable, verso y prosa, ‘Tres pies pa un bancu’”, original de De la Villa, y el debut en La Habana del “mejor sainete que se coñoz, que al facelu De la Villa titulólu ‘Los figos de San Miguel’… En esta obra”, concluía el texto, “sí qu’arreventáis de risa con Carballido, la su mujer y el neñu y el restu de los rapazos que han de trabajar…”
Lluis Ánxel Núñez ha seguido los pasos de la compañía a través de los textos con los que el diario fue calentando el estreno durante la semana previa. Algunos en verso, todos en asturiano. “Dineru meyor empleao que lo que se gaste’n dir al teatru los días que Carballido trabaye non l’hay en mundo”, dice uno. Otro promociona las funciones a través de una discusión entre un marido y su mujer en la que ella intenta convencerle a él, remiso, de ir juntos al teatro: “¡Descastráu, más que descastráu! Que parez mentira que’l corazón non te faiga rebolguinos al solo agoler que vas tener ocasión de palmotiar de gustu al ver en teatro usos y costumbres de la querida aldea onde naciste…”
La crítica posterior, que tal vez no sea muy objetiva, porque también está escrita en asturiano, se deshace en encendidos elogios hacia “Los figos de San Miguel”. Bajo el título “El bable asturiano en Payret”, describe con detalle una obra “netamente asturiana” que trata un “asuntu de lo más corriente entre los aldeanos de la querida tierrina”. Contaba la historia del “vieyu agarráu y marrulleru que, en añu de poca cosecha de ‘figos de San Miguel’, ve la so figar cargada d’ellos y quier ‘facelos dineru pa guardar les perres en el arca’. ¡Lo qu’él discurre pa logralos!”, sigue el relato. “Desde poner un espantayu na figar, pa que no i los coman los páxaros, hasta negase a que los aprueben los de casa…” La moraleja viene al final, cuando después de una colección de avatares “el aldeanu cae de la burra y achaca todo lo malo que i ocurre a lo agarráu que ye y nada menos que quier regalar la figar, ‘con raíces y todo’, al que i negó primeramente la fruta”. “Esti sainete”, concluye la reseña, “representóse no sé cuántes veces y armó la gran folixa en todos los teatros de Asturies”.
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