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Katia Borlado, la actriz asturiana que reformula a las princesas Disney: "Nos enseñaron a esperar por un tipo de amor que no existe"

Desde los VHS de Lina Morgan hasta los escenarios del Pavón con una comedia sobre las princesas Disney, la artista gijonesa ha aprendido que la interpretación no solo consiste en actuar, sino también en mirar

Katia Borlado.

Katia Borlado. / .

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Katia Borlado. Gijonesa de nacimiento y de corazón, Katia Borlado emigró a Madrid para encontrar su camino en el mundo de la interpretación. Hoy alterna teatro («Es peligroso asomarse al exterior») y rodajes («Alma», «Notas sobre un verano», «En los márgenes»). Ahora mismo está sobre las tablas del Gran Teatro Pavón, y en ocasiones de gira con la obra «No me toques el cuento», una comedia sobre las princesas Disney

"Soy actriz". Katia Borlado se mueve por el escenario vital con la convicción nunca sobreactuada de quien disfruta de su vocación aunque las tablas sea inestables. "Lo más gratificante es la exploración de distintos personajes, distintas conductas humanas y formas de expresión. Observar el mundo y poner el foco donde el proyecto necesita. El aprendizaje constante, el desarrollo de la empatía y la investigación. Coger todo eso y compartirlo con el público, con el espectador. Poner sobre la mesa distintas cuestiones y, al mismo tiempo, entretener, evadir del momento presente o incidir en él".

No demos la espalda a las sombras, pero no hagamos dramas: "La parte menos gratificante es la de todas las personas con profesiones similares. La inestabilidad laboral, por tanto económica, por tanto vital y vocacional".

No siempre tuvo claro el camino. "Nunca me sentí en una conexión consciente con el mundo artístico. Eso sí, veía sin parar los cuatro VHS de las obras de teatro de Lina Morgan que me regaló mi abuela, porque me apasionaba". Inolvidable e aquel verano en Almagro, el pueblo de su padre: "Cuando tenía 15 años tuve la oportunidad de ver, literalmente frente a mi casa, el rodaje de ‘Volver’, de Pedro Almodóvar. Hubo algo inexplicable viendo aquello, no podía desviar la atención de aquel set de rodaje, de ver trabajar a las actrices, a Pedro... Todo aquello fue hipnótico para mí".

Ese mismo año, un profesor le preguntó qué quería estudiar cuando terminara el instituto. "Le dije que me gustaría probar con la interpretación. Me recomendó un profesor que daba clases de teatro amateur, y ahí empezó todo. Después entré en la Esad, y cuando terminé decidí venirme a la capital".

Su primer viaje vinculado a la profesión llegó justo después de terminar sus estudios. "Me fui de mi casa, como se suele decir, con la maleta cargada de sueños, pero con el poco dinero que había podido ahorrar de las becas que había ido consiguiendo durante mis años de estudio". El salto no fue fácil. "Los inicios fueron mucho más duros de lo que imaginé, una ciudad tan grande, tan impersonal en ocasiones, sin apenas conocer a nadie... aquello acarreó un estado de depresión que duró un tiempo".

Llegó la reconstrucción: "Poco a poco fui recuperando fuerzas y encontrando trabajillos temporales fuera de la profesión con los que conseguí ir subsistiendo, hasta que entré en una compañía de teatro joven que, a pesar de sostenerme a duras penas económicamente, me sanó emocionalmente y sentí que había encontrado mi lugar".

A quien empieza, un consejo: "Que viaje, que busque lugares en los que culturalmente tenga más posibilidad de aprendizaje y trabajo. Aunque sea tan solo por un tiempo, y luego vuelva con todas las experiencias vividas para contar con ese refuerzo". No todos los caminos son iguales, ojo: "Depende de las aspiraciones de cada persona. No todos los artistas quieren ir a Hollywood, no todos necesitamos ganar premios o que nos paren por la calle. Simplemente vivir, en cualquiera de sus formas, de la profesión que aman. Tengo compañeros de carrera que decidieron quedarse; trabajaron muy duro y se hicieron un hueco en Asturias digno de admirar".

Ha aprendido a convivir con los mutis de la profesión. Se ha acostumbrado "a los noes. Al silencio del teléfono. A que no llegue ese email que tanto esperas". No es resignación, es madurez. "Conseguí, con mucho trabajo, entender que mi vocación es realmente importante para mí, pero que debía también ser muy consciente de que la vida es mucho más. Que mi estado anímico no podía depender siempre de mi profesión. Aún estoy en proceso de integrar todo esto, pero he ido encontrando las herramientas suficientes como para no dejarme arrastrar".

Asturias, que no falte. "Cuanto más mayor me hago, más asturiana me siento". Qué recuerdos: "La playa, el campo, la familia, la comida de mi abuela, la huerta de mis abuelos... Añoranzas, todas también. La vida sin el estrés intrínseco de una ciudad tan grande como Madrid. Mis amigas, con las que crecí y siguen ahí. Las que vinieron más tarde y se convirtieron en hermanas. Mi familia, por supuesto. Y la comida... ¡ay, la comida!"

Asturias, añade, "se ve como el paraíso que es. Siempre digo con orgullo de dónde soy, y siempre recibo palabras amables de la tierrina, de su belleza, de su gente". Pero... "He de ser honesta y decir que observo con preocupación el enorme crecimiento del turismo en estos últimos años. Me da alegría que la gente vea la tierra tan bonita que tenemos, pero me preocupa que no se cuide el entorno natural, además de la subida abismal de la vivienda, que complica la calidad de vida a la gente que reside allí".

Respecto a carencias, "y barriendo para casa, como es natural, resaltaría el ámbito cultural. Está mejor que muchas otras ciudades de España, eso es cierto, pero la cultura, nunca, jamás sobra. Mucho menos en los tiempos que corren". Recuerda entonces las palabras de Lorca: "¡Libros, libros! He aquí una palabra que equivale a decir ‘amor, amor’ y que debían los pueblos pedir como piden pan".

Entre sus proyectos más recientes brilla "No me toques el cuento", una comedia sobre princesas Disney y sus mensajes. "Siempre que las veamos habrá algo que vuelva a conectar con la emoción, algo que nos enganche. Forma parte de nuestra infancia, y no en vano hay infinidad de momentos emotivos en estas películas, tanto para los niños como para los adultos". Matiza: "El mensaje de esas películas –como la idea del príncipe azul que viene a rescatarte, la idea de las princesas como alguien vulnerable, como las encargadas de las tareas del hogar, una princesa que se enamora de su raptor– sí que considero que está obsoleto". Pero no las cambiaría: "Al final, también hablan de un momento concreto en nuestra historia, y está bien poder revisitarlas desde ese lugar, tomar distancia y ver la nueva perspectiva que tenemos". En la función se hace "hincapié en todo lo que ha supuesto para nuestra generación esperar un tipo de amor que no existe o intentar ser la eterna cuidadora a cualquier precio, entre otras muchas cosas. Eso sí, siempre desde la comedia, el gozo y la satisfacción de poder hablar de temas tan importantes y que entren desde la risa, desde la diversión".

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