De “Angelito” a “Pachín”: todas las vidas del niño prodigio al que Asturias le cambió el nombre y la vida
Ángel Gómez Mateo, que debutó en el cine a los ocho años cantando canciones tradicionales asturianas en una película rodada en la región en los sesenta, triunfó con el personaje en América y de adulto se convirtió en un pintor que se inscribe en el “nuevo realismo” con toques de simbolismo y surrealismo
“Aún con todo lo negativo que ahora veo que tuvo, repetiría esta vida que la mayoría de la gente no ha podido vivir”, afirma el artista, que asegura que “me considero asturiano”

Ángel Gómez Moreno, trabajando en una de sus obras. / A. G. M.
Pachín, ocho años, pantalones cortos, canta en la plaza de Requejo de Mieres. Enlaza “Oigo sonar una gaita” con “Villaviciosa hermosa” y “A mí me gusta la gaita” mientras una muchedumbre embelesada se va arremolinando a su alrededor. La película, que había revolucionado la villa durante el rodaje, se llama como el personaje del niño que la protagoniza y su éxito le va a cambiar el nombre y la vida al jovencísimo actor que encabeza el reparto, Ángel Gómez Mateo, “Angelito”, un niño prodigio de voz fina y cara angelical que estaba debutando en el cine y tenía todas las papeletas para deslumbrar a aquella España en blanco y negro que había encumbrado a Joselito y acababa de descubrir a Marisol.
Estamos en 1961 y el chiquillo, salmantino nacido en Béjar y criado en San Esteban de la Sierra, ya va a ser Pachín para casi siempre. Su estreno en el cine le trajo a Mieres gracias al empeño que puso un productor asturiano, Santiago Peláez, por traer a su tierra las localizaciones de una historia muy del gusto de la época: fue él quien le puso “Pachín” al protagonista de la trama en la que el hijo huérfano de un minero muerto en un accidente acaba siendo apadrinado por un vendedor ambulante de crecepelos, bálsamos y elixires de la longevidad que piensa que el crío puede atraer a la clientela con sus canciones y con el que viajará a recorrer España, de Asturias a Andalucía, en una moto con sidecar. El consabido final feliz de la “road movie” musical cierra el metraje con el dulce niño cantor adoptado por una rica terrateniente andaluza.

Pachín, durante el rodaje de la película en Mieres, en 1961. / A. G.
Rodaron en Mieres, Avilés, Villaviciosa, Covadonga y Cangas de Onís y la voz de Ángel abría el metraje cantando “Asturias, patria querida” sobre los títulos de crédito. Ángel, o ya Pachín, aún no sabía que aquello era el principio de una historia muy singular, que iba a protagonizar otras dos películas e iba a pasar la preadolescencia recorriendo sin descanso los escenarios de América. Los carteles le seguirán presentando como “Pachín” y hará las delicias de los emigrantes hasta que un súbito ataque de amigdalitis le adelante el cambio de voz a los catorce años y de repente, sin declive, acabe su carrera de cantante.
Pero aquel niño cantante llevaba dentro la necesidad de pintar. Estudió Bellas Artes y Restauración en la Escuela de San Fernando y hasta hoy apenas ha hecho otra cosa. En su otra vida adulta, Ángel Gómez Mateo es un pintor que se inscribe a sí mismo en un “nuevo realismo” con toques de simbolismo y surrealismo, que se enorgullece de tener un cuadro en la nave del Evangelio de la catedral de Salamanca y ha colgado obra, entre otras muchas localizaciones, en la basílica de La Milagrosa de Madrid o en la iglesia románica de San Juan de Priorio, en Las Caldas (Oviedo).
Antes de que le cambiase la voz, al joven Gómez Mateo le cambió la vida en Asturias. Sin apenas haber pisado esta tierra, ni saber que Pachín es el diminutivo asturiano de los que se llaman Francisco, su paso por la región lanzó una carrera infantil que encontró el éxito sobre todo en una frenética pubertad en Latinoamérica. “Me considero asturiano”, confiesa. No conserva muchos recuerdos de un rodaje que le pilló muy pequeño y que en su memoria “era como un juego que me gustaba”. La película marcó indiscutiblemente, eso sí, su infancia y pubertad, porque cuando dio el salto a América la proyectaban en muchos teatros antes de su actuación y “de tanto oírla casi llegué a sabérmela de memoria…”

Pachín, en el centro, durante el rodaje en Mieres. / A. G.
Su historia no difiere demasiado de muchas otras que alumbraron fenómenos de “niños prodigio” en la España franquista. Sus tíos eran los músicos de San Esteban de la Sierra y “antes de saber hablar” el crío “ya cantaba a media lengua”. Se le daba bien. Un día le oyó un estudiante de la tuna que le llevó a un festival navideño en Salamanca y el éxito le dejó en la capital, estudiando piano con una profesora “muy inquieta” que le puso en contacto con los productores de las primeras películas de Joselito. De repente, se vio viajando sin sus padres y rodando en Mieres entre una ávida multitud de figurantes locales a las órdenes de Arturo Ruiz-Castillo, que había sido uno de los fundadores de “La barraca”, el grupo de teatro universitario ambulante de Federico García Lorca...
Los productores estiraron el personaje de Pachín en una secuela, “Pachín almirante”, y empezaron el rodaje de la tercera de las cuatro películas que habían firmado, pero Angelito y su familia vieron que el triunfo tenía poca recompensa para su artífice, que el niño “cobraba menos que cualquier electricista de la película” y decidieron que eso no era justo. Se puso en contacto con ellos el productor de Lola Flores y se lo llevó a Nueva York. Y a “Chicago, Miami, Tampa, San Antonio de Texas o Puerto Rico”, recita Gómez Mateo, que rodó en Puerto Rico su tercera y última película, una coproducción con México y España que se tituló “Juicio contra un ángel”.
En América fue siempre Pachín, y así actuó en el show de Ed Sullivan, icono de la televisión musical del momento en Estados Unidos, y sin apenas días de descanso recorrió Argentina y Perú, Venezuela y toda Sudamérica, viviendo una adolescencia atípica de artista precoz al otro lado del charco, visto desde ahora seguramente explotado, pero entonces contento, cantando copla y bolero, canción sudamericana y para agradar al público local siempre alguna que otra pieza típica de cada país.
Hasta que le cambió la voz y tuvo que parar… Otros ejemplos similares de aquel momento demuestran que aquel éxito y su final abrupto cocinaban un momento extremadamente peligroso para un adolescente que estaba casi sin formar. Hubo quien no supo habituarse a otra vida, asiente Gómez Mateo, y casos de niños prodigio que “terminaron mal psicológicamente”, pero se puede decir que a él su otra vocación le salvó la vida.
La pintura “me llenó de ilusión”, recuerda, “y no tuve ningún problema”, quizá también porque Pachín llegó a ser mucho más conocido en América que en España, porque “aquí iba en el metro y la gente apenas me identificaba”. Se puso al día con el bachillerato nocturno, estudió Bellas Artes y pintó, desarrollando con el tiempo un estilo que él inserta en un “nuevo realismo” simbolista y que quiere aderezar con “oficio” y sensibilidad surrealista. “La pintura que yo hago es muy realista y a la vez con muchos símbolos y mucha imaginación”, define.

El cuadro con su interpretación de la "Ascensión" que Ángel Gómez Mateo pintó para la iglesia de San Juan de Priorio. / A. G.
Una "Ascensión" en San Juan de Priorio
Apenas ha vuelto a Asturias más que de visita, pero por esos otros vericuetos del destino ha terminado colgando una interpretación muy personal de la “Ascensión” en la iglesia de San Juan de Priorio. El encargo le llegó como parte de la muy fructífera relación que desarrolló con el empresario Arsenio Fernández-Huerga, leonés de Villaquejida que fundó en Oviedo la aseguradora Preventiva. Para él hizo retratos, diseñó una plaza y hasta “un centro cultural completo” en su pueblo natal y en 1997 recibió su encargo de pintar un cuadro para la iglesia de Las Caldas, localidad natal de su esposa, Genoveva Fernández. El resultado es una representación singular y muy personal de la Ascensión de la Virgen en la que el pintor dejó retratado al matrimonio y, entre otros, al papa Juan Pablo II.
Sirve la escena como ejemplo de las otras vidas que también vivió “Pachín”, el niño cantor y actor marcado por su debut en Asturias y el adulto pintor que no reniega de nada. “He tenido una vida que, con todo lo negativo que ahora también veo que tuvo, repetiría”, confiesa. “Una vida que no vive la mayoría de la gente…”
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