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El empresario asturiano que recupera la memoria de los españoles en Santo Domingo: la historia de José Vitienes

Su padre, el cabranés Ernesto Vitienes Lavandero emigró con solo 10 años de edad y se convirtió en uno de los grandes empresarios de la República Dominicana.

La familia Vitienes participa, junto con otras dos familias de origen español, en el conglomerado MercaSID, que cuenta con más de 5.000 empleados y produce y distribuye una amplia gama de productos de alimentación, bebidas y de limpieza, así como otros de uso industrial

José Vitienes, en la inauguración en Colombres de la sala dedicada a los asturianos en Santo Domingo.

José Vitienes, en la inauguración en Colombres de la sala dedicada a los asturianos en Santo Domingo. / Miki López / LNE

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

José Vitienes Colubi, hijo de cabraneses emigrantes a la República Dominicana, preside la Fundación de la Inmigración Española en República Dominicana (Finmiesp). El objetivo de esta institución recién nacida, a imitación del Archivo de Indianos de Colombres, es preservar la memoria de los emigrantes españoles a un país caribeño que acogió a pocos asturianos en relación con los que se integraron en Cuba, México o Argentina. Sin embargo, el dinamismo empresarial que demostró este grupo de asturianos en la isla de La Española los ha convertido en una referencia de la economía dominicana. Tal y es el caso de la familia Corripio y de los Vitienes, una saga empresarial que nació de la mano de un emigrante nacido en Bospolín (Cabranes) que cumplió 11 años en el barco que lo llevó a una nueva vida en América. El pasado día 31 de octubre el Archivo de Indianos inauguró una sala dedicada a los astur-dominicanos y Vitienes protagonizó un simbólico izado de la bandera de la República Dominicana en los jardines de la Quinta Guadalupe.

-¿Cómo surgió la idea de crear Finmiesp y de vincularse al Archivo de Indianos?

-Todo empieza con una visita que yo hice hace años al Museo de Colombres. Como usted sabe es una institución maravillosa y, honestamente, sentí sana envidia, porque aquí no había nada de República Dominicana. Estaba representado México, Argentina, Chile, etcétera… pero no había nada de República Dominicana. Entonces, yo soy hijo de emigrantes asturianos y siempre me quedó esa inquietud. Por otro lado, crecí en Canadá y me di cuenta que los inmigrantes en Canadá, y pasa lo mismo con los hijos de inmigrantes en República Dominicana, muchos saben que son hijos o descendientes de inmigrantes, pero no saben ni de dónde, ni de qué pueblo, ni cuáles son sus orígenes. Y eso me parecía que no estaba bien. La idea que surgió fue crear una fundación para reunir y recopilar todas las historias de los inmigrantes en República Dominicana. Originalmente, pensamos en los asturianos, pero como República Dominicana es un país pequeño, decidimos incorporar a los españoles procedentes del resto de regiones, porque además la unión hace la fuerza.

-Y crearon…

-Se llama la Fundación de la Inmigración Española en República Dominicana. Al principio yo tenía serias dudas de que pudiera reunir a personas (para ponerla en marcha). Aspiraba a tener 12 socios fundadores, porque los fundadores tenían que hacer un aporte significativo. Para mi gran sorpresa y satisfacción conseguimos 29 socios. Y podríamos haber tenido más, lo que pasa es que decidimos parar para poder empezar el proceso de incorporación legal. Uno de los objetivos principales de esa fundación era tener y crear un espacio en Colombres, para tener la historia del punto de partida de la inmigración, en este caso desde Asturias, a República Dominicana. Eso nos ha tomado un tiempo y hoy (por el pasado viernes), aparte de izar la bandera dominicana, vamos a inaugurar la sala de la República Dominicana. Para nosotros es un gran logro.

-¿Cuál es su historia familiar?

-Mi papá se fue a República Dominicana con 10 años. Se llamaba Ernesto Vitienes Lavandero, nació en Bospolín (Cabranes) y su madre era de Niao, también en Cabranes. Mi padre se fue con un tío suyo que se llamaba Don Pancho Lavandero, que era hermano de su mamá. Terminó la primaria y la secundaria allá y como a los 15 años empezó a trabajar con su tío.

-Industria jabonera. ¿No?

-No, eso vino después. Empezaron en el año 24, con 22 años. Entre él y un hermano que ya había ido allá fundaron el Colmado Vitienes, que después se convirtió en Casa Vitienes. Después, adquirió el 50% de Dominican & Soap Company, que se convirtió en Jabonería Lavador. Y, bueno, ya ahí la historia siguió con más empresas…

-¿Y ahora cómo está el negocio familiar?

-Nosotros hemos evolucionado. Empezamos con un colmado. Fuimos industriales, fuimos agroindustriales. Todavía tenemos algo de industria en nuestra inversión, pero nos hemos convertido en una tenedora, en un holding. Nosotros tenemos intereses en otras compañías. La principal tenencia que tenemos, junto con dos familias descendientes de españoles, de apellido Bonetti y Armenteros, es una empresa que se llama MercaSID, que tiene varias empresas subsidiarias y unos cinco mil y pico de empleados. Y mi función pues… Yo tengo 81 años y ahora, como dicen los americanos, soy un cheerleader: doy mi opinión, a veces me escuchan, otras veces no. Pero me mantengo parcialmente activo.

-Cómo lleva esa dualidad de español asturiano-dominicano?

-Yo tengo los pies y el alma puestos en Dominicana, donde nací, y en Asturias. Me crié en Canadá desde los cuatro años hasta los 21 años.

-¿Por?

-Mi papá quería sacar a la familia de la República Dominoicana, porque teníamos a Trujillo en el país. Y por otras razones quiso él sacarnos. Yo me quedé en Canadá, 11 años en internados. Y por la misma razón muchas veces él no quería que yo fuese a Santo Domingo, ni mi hermano tampoco mi hermana. Entonces pasábamos los veranos aquí en Asturias. Aquí conocí a mi esposa.

-¿Cómo se llama?

-María del Carmen Valdés. El padre de ella tenía la farmacia Valdés de Villaviciosa.

-Sus padres se preocuparon por mantener el vínculo con Asturias.

-Desde que nací estuve inscrito en el consulado. Mis hijos están inscritos en el consulado español. Mis nietos están inscritos también. Son españoles todos. Mis padres tenían claro que había que mantener el nexo, para ellos era muy importante mantener la historia y el nexo con Asturias. Yo digo que mi padre era una especie de multinacional. Él, a los 32 años, decidió dejar su negocio funcionando allá (en República Dominicana) con sus ejecutivos. Y volvió aquí. En parte porque quería pasar tiempo con su padre. Como se había ido tan joven... Pero estaba pensando en poner un negocio para suplir producto de alimentación a Madrid. Y estaba a punto de comprar una finca en San Rafael de 2.000 hectáreas. En Segovia, pegado de Guadarrama. Pero vino la Guerra Civil y tuvieron que salir de un día para otro, para la República Dominicana, de refugiados en un barco.

-¿Por?

-Lo acusaron de colaborar con los rojos, entre comillas.

-¿Eran esas sus ideas políticas?

-Él no era político, pero simpatizaba con la CEDA, que era un partido católico. Pero un vecino lo acusó porque quería una finca que tenía mi padre.

-O sea, que al final no invirtió aquí.

-No. Tuvo un juicio, a finalmente lo descargaron, lo condenaron creo a 20 pesetas por no cumplir los trámites de inmigración, pero lo descargaron de todo. Y entonces pudo volver. Pero ya en eso vino la Segunda Guerra Mundial y tampoco podía venir. Finalmente, volvimos en octubre de 1945. Ya su padre había muerto, pero quería ver a su mamá. Vinimos en noviembre y mi abuela falleció en diciembre.

-Usted vino muy niño, entonces.

-Vine de 18 meses.

-¿Recuerda algo?

-Recuerdo puntualmente algunas cosas. Recuerdo una señora muy bonita, con ojos azules, que era mi abuela y que falleció algo después.

-¿Algún recuerdo más?

-Recuerdo, por ejemplo, la casa de mis abuelos maternos. El olor de la cocina, de los huevos y el chorizo. Recuerdo el balcón que había detrás, la ventana. ¿Y se acuerda usted de aquellos baños que había que tú tirabas una cadena? Para mí eran algo desconocido. ¿Y aquel papel del inodoro que, por un lado, era casi papel de lija? (risas) Cosas así.

-¿Cómo fue su vida en Canadá?

-Tenía cuatro años y pico, casi cinco años, cuando fui a Canadá. Me quedé hasta un mes después de cumplir los 21 años.

-¿Siempre en internados?

-La primaria la hice en una escuela pública. Porque mi papá quería que tuviese una educación no elitista.

-¿De esos años en Canadá qué sacó?

-Una experiencia impresionante. Estudié en inglés y en francés. Yo estuve en el lado francés y en el lado inglés. Y claro ahora hablo inglés, francés y español. Después entré con los jesuitas, que eran unos educadores espectaculares. Hice el bachillerato y la universidad con los jesuitas. Era una enseñanza humanista, clásica. Muy buena. Me gradué un mes después de cumplir los 16 años y ahí fui a la universidad. Me gradué en mayo del 65. Un mes después de cumplir los 21 años. Y de ahí, a Nueva York a hacer la maestría en la universidad de Columbia.

-En negocios, entiendo.

-Sí, un MBA. Me gradué en septiembre. Había cumplido los 23 años en abril y entonces ya fui a Santo Domingo. Y ya en la mitad del programa de la maestría estaba casado con Mari Carmen.

-¿La conoció un verano en la Villa?

-La conocí en el verano del 60.

-¿Y cómo fue convencerla para que se fuera a Santo Domingo? ¿Costó?

-Pues no. Si tú supieras... Ella fue muy valiente. Nosotros siempre nos simpatizamos, pero nos metimos en amores en el 64. Yo tenía 20 años. Y ella igual. Ella dio un salto por vacío porque yo era un estudiante. No tenía recursos. Yo estaba estudiando… Pero bueno, nos metimos en amores, nos casamos dos años después. Yo hablé con mi papá y le dije que me quería casar y me dijo: sí, pero no te doy un centavo más de lo que te estoy dando ahora.

-¿Y?

-Vivimos en un apartamento en Nueva York cerca de Lincoln Towers. La renta se llevaba el 55% de lo que me daban a vivir. Y otra parte se lo llevaba el metro para ir a la universidad.

-O sea que usted no vivía una vida precisamente desahogada.

-Mari Carmen y yo comíamos y vivíamos, en neto, con 80 dólares al mes. ¡Pero lo pasamos muy bien, eh! Fue una época fabulosa en nuestra vida.

-¿Cuántos hijos tuvieron?

-Dos, una hembra y un varón.

-¿Cuántos nietos tienen?

-Seis. Entre ellos un par de mellizos.

-¿De su padre usted qué aprendió?

-Yo quería a mi padre con el alma. Pero mi padre, aparte de ser mi padre, fue mi jefe, fue mi socio, fue mi compañero de cacería, mi compañero de pesca. Y, bueno, fue una relación increíble. Él era para mí un hombre excepcional.

-¿Y a sus hijos qué cree que les ha enseñado?

-He tratado de transmitirles los mismos valores. Lo que les he enseñado y ellos lo han adoptado, son los valores de integridad, de ética, de ser ciudadanos buenos y sanos, sobre todo de ser buenos familiares y de buenos padres y transmitirles esos mismos valores a sus hijos. Y que el dinero no lo es todo.

-¿Usted es creyente?

-Sí. Soy católico y practicante. Lo aprendí en mi casa, sobre todo de mi mamá. Mari Carmen y yo somos practicantes. Y los hijos también. Fui presidente de la Asociación Dominicana de la Orden de Malta y fui embajador de la Orden de Malta en República Dominicana y Maricarmen también. O sea, no nos pasamos el día entero en los conventos, pero somos practicantes.

-¿Qué aportaron los asturianos a Santo Domingo?

-La emigración española, pero la asturiana en concreto, entre finales del XIX y el XX Fue una inmigración sui generis, porque fue una inmigración que no salieron a conquistar, no salieron a extraer recursos naturales ni a colonizar, fueron a trabajar, a producir bienes y servicios, a integrarse en la sociedad, a ser parte del futuro del país. Hicieron su familia. Han tenido un impacto impresionante en las artes, en la medicina, en la educación, en las asociaciones benéficas… El impacto de la inmigración asturiana en República Dominicana ha sido fantástico.

-¿Y qué le pide a la vida a esta edad?

-¿Yo? No sé. Terminar bien. No hacer nada que no sea bueno y contribuir a un futuro mejor. Por mi familia y mi país. Que a mis dos países les vaya siempre bien.

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