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El puente de las emociones entre Asturias y América: crónica de 40 años con los emigrantes asturianos

El periodista Fernando Miranda, uno de los principales conocedores del fenómeno migratorio hacia América, hace memoria de una larga experiencia profesional que le llevó a conocer a las grandes comunidades asturianas repartidas por todo el continente y a entrevistar a sus protagonistas más sobresalientes

Fernando Miranda, en uno de sus viajes profesionales a la Patagonia.

Fernando Miranda, en uno de sus viajes profesionales a la Patagonia. / FRM

Fernando R. Miranda

Fernando R. Miranda

El periodista asturiano Fernando Rodríguez Miranda, de los servicios informativos de la televisión pública asturiana (TPA), donde forma parte del equipo del programa "Asturias Semanal", es uno de los grandes conocedores del fenómeno de la emigración asturiana, que tuvo en América su gran destino. Miranda, que también publica artículos en LA NUEVA ESPAÑA, ofreció una conferencia este martes en el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) cuyo título era "Asturias y América: el puente de las emociones". En su intervención, que se reproduce a continuación en su integridad, trató de resumir 40 años de actividad profesional en los que profundizó en las historias y el legado de aquella gran peripecia migratoria que llevó a más de 300.000 asturianos a América entre la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX

Cuarenta años de trabajo son muchos años, dan para mucho”. Y te dan para escuchar y contar muchas historias. Una de las etapas más interesantes, para mí, fue la que experimenté en el Canal Internacional de TVE como editor-presentador. Aclaro que no había internet de aquella y, por entonces, las emisiones de Asturias vía satélite eran un puente emocional con los asturianos por el mundo.

Teníamos un apartado postal, recibíamos cientos de cartas con las peticiones más dispares: nos solicitaban desde imágenes de su aldea de nacimiento hasta lugares emblemáticos de la región. Tenían siempre mucho interés en actualizar o contrastar la información que ellos recordaban. Incluso que les localizáramos a parientes o familiares.

Ir más allá

Asturianos y descendientes de asturianos esperaban, cada semana, noticias de ese pedacito de su tierra como si de la ventana abierta de una casa se tratase. A través de sus vivencias, descubrí la diáspora de los transterrados, esos que un día se fueron dejando todo atrás para no regresar en muchos casos, jamás. El primer programa se emitió el 8 de septiembre de 1994 y estuvimos en antena más de quince años. Completé mi perspectiva de América con documentales hechos en otras etapas, bien desde la Productora de Programas del Principado o desde la Televisión del Principado de Asturias en el espacio “Asturias Semanal”.

Independientemente del formato televisivo, mi trabajo ha sido siempre el de contar, escuchar… y mirar. Y hoy, me toca echar la vista atrás con gratitud. América y los asturianos que allí viven ha sido uno de los contenidos más recurrentes en mi trabajo. Gracias, de corazón, por permitirme compartirlo aquí, en un espacio tan querido y respetado como es este. Lo que sigue, es una pequeña crónica de mi relación con América a través de la televisión.

Miranda en Salta, al norte de Argentina.

Miranda en Salta, al norte de Argentina. / FRM

Asturias en el corazón

Muchas veces, las personas se olvidan de lo que dices y hasta de lo que haces, pero casi siempre recuerdan lo que les hiciste sentir en alguna ocasión. Aquellas emisiones televisivas de los años 90 sacaron a flote ese cordón umbilical que recorre el océano y une a los asturianos con sus raíces. Ese alimento vital que para ellos suponía una tierra a la que habían tenido que renunciar, pero que eran incapaces de arrancar de su corazón.

Entrando en contacto con la emigración te das cuenta rápidamente que muchos nunca pudieron regresar. Que no todo fue tan bonito en las américas… que no todos triunfaron. Y que, por supuesto, el fenómeno no afectó a todos por igual. El impacto afectó, como es bien sabido, no solo a ellos, sino también a sus familias de origen.

Escuché historias de paisanos y paisanas que tenían que conformarse con ver Asturias a través de la televisión durante el rato que duraba la emisión del espacio. En otras ocasiones, los protagonistas eran los testimonios recogidos “in situ” de aquellos que estaban completando una existencia feliz y plena, con una nueva vida organizada ya alrededor de las familias que habían creado allí, aunque con ese pellizco que deja un regusto amargo y vacío del que se siente lejos. Ellos habían salido físicamente de Asturias, pero Asturias nunca llegó a salir completamente de sus vidas.

Pilar Simón, segunda por la derecha, presidenta del Centro Asturiano de Buenos Aires, recibe el reconocimiento del Gobierno de España a la institución asturiana por su respaldo a la emigración.

Pilar Simón, segunda por la derecha, presidenta del Centro Asturiano de Buenos Aires, recibe el reconocimiento del Gobierno de España a la institución asturiana por su respaldo a la emigración. / CAB

Jugando al “cálculo de kilómetros”

En la sede de Vicente López del Centro Asturiano de Buenos Aires, que cumple ahora 112 años de existencia, recuerdo ver jugar a las cartas después de comer a los asturianos más veteranos. Allí, en aquellos salones, se hilvanaban eternas conversaciones y distracciones paralelas al juego. La favorita era la que ellos llamaban “cálculo de kilómetros”: “¿Cuántos kilómetros había de Oviedo a Campo Caso? ¿Cuántos de Grado a Tineo?” Y así, entre envite y envite, kilómetro a kilómetro reconstruían en su memoria el mapa de Asturias cada tarde. Ponían a prueba sus recuerdos y conocimientos hasta dejar casi en segundo plano el interés por la partida. Era una entrañable manera de recorrer el Principado, de tenerlo entre las manos y de permanecer dentro de sus límites geográficos a pesar del océano que había por medio. En cada mesa había una idea de Asturias según la aldea o concejo y, sobre todo, según el tiempo que se llevara sin visitarla. Por cierto, el Centro Asturiano bonaerense que preside Pilar Simón, tiene tres mil socios, cuando en las épocas de mayor esplendor llegó a contar con dieciocho mil.

¿Qué significaba para ellos el Centro Asturiano? Jorge Fernández es uno de los periodistas más influyentes de Argentina, premio ‘Mariano de Cavia’ de este año. Hijo de asturianos, escribió un relato biográfico sobre su madre que fue todo un éxito editorial allí. Muchas de las páginas de este libro están dedicadas al Centro Asturiano, lugar en el que se conocieron sus padres y donde pasó muchos momentos de su infancia. Él nos lo describió así en la sede del diario ‘La Nación’: “El Centro Asturiano es mi infancia, mi adolescencia. Es el sitio donde íbamos con mis padres, donde vivíamos los veranos, los carnavales, los bailes, las chicas, la piscina, donde aprendí a nadar, donde aprendí los romances, donde aprendí todo lo que sé de Asturias, lo aprendí en el Centro Asturiano”.

Aquellos asturianos levantaron edificios como el de la calle Solís en 1929, hoy declarado Bien de Interés Cultural por el gobierno de la ciudad. Desde el mismo momento en que abrió sus puertas, se convirtió en una caja de resonancia social. Una vez remitida la emigración, el proceso asociativo se vio obligado a tomar un nuevo rumbo y en eso habrá que trabajar para no perder un patrimonio tan importante para toda nuestra región.

Panteón social: la verdadera dimensión de la emigración

Hay una visita que debiera de ser obligada cuando llegas a la capital argentina: el panteón social del Centro Asturiano en el cementerio de Chacarita, el más grande de la ciudad con sus 94 hectáreas. Se cuentan por centenares los asturianos que reposan allí para siempre sin haber podido regresar a su tierra natal. Un lugar del todo conmovedor, un espacio de reflexión que nos ofrece otra perspectiva de la emigración. Construido en la década de los 60, es un espacio del que poco se habla y menos se sabe. Pero que, en su intimidad, guarda los sueños de muchos emigrados.

Remesas

Ahora que vemos cómo en nuestra sociedad los inmigrantes envían dinero a sus familias, es bueno recordar las remesas monetarias que marcaron, en muchos casos, las horas de las aldeas de Asturias. Había una economía basada en el dinero que enviaban los emigrados a su gente. De hecho, cuando Fidel Castro bajó de Sierra Maestra, las partidas provenientes de Cuba cesaron y algunos pueblos de Grado empezaron su declive hasta casi quedar sin habitantes. Nadie ignora tampoco que concejos como el de Llanes han tenido, desde hace tiempo, un pulso vital subordinado a los vaivenes económicos mejicanos o, más recientemente, venezolanos.

Colombres . Premio, princesa de Asturias. Visita Colombres

El premio "Princesa" Douglas Massey firma en el libro de visitas del Archivo de Indianos en presencia de su director, Santiago Romero. / Irma Collín / LNE

Emigración circular

“Todos somos emigrantes”, nos recordaba aquí en Asturias hace unos días el demógrafo Douglas Massey. “Los emigrantes no son nuestros enemigos…” algo que, posiblemente, la mayoría de los asturianos tengamos claro dado nuestro pasado reciente. Un tema, ayer como hoy, de gran complejidad, que nos ha desbordado y que nos obliga a buscar luz entre los estudiosos del fenómeno.

Otro experto en migraciones, Alejandro Portes, participará esta semana en el Congreso de Asturianía y fue también, como saben, premio “Princesa de Asturias” de Ciencias Sociales. A Alejandro le entrevistamos en el Campus de Princeton, donde ejerce como profesor emérito. Allí, nos habló de las migraciones circulares. Este fenómeno se produce cuando los emigrados regresan a sus lugares de origen para invertir allí sus ahorros, como hay de sobra casos conocidos en nuestra región. Sus estudios llegaron a la conclusión de que el fenómeno migratorio, para no producir tensiones, debería convertirse en un proceso en el que ambas partes salieran beneficiadas: los países receptores, por un lado, y los países emisores de capital humano por el otro, y añadía que, en todo caso, “el migrante es una tarjeta de crédito para sus familiares en el país de origen”. Por cierto, que Princeton, -una de las Universidades más exigentes de los Estados Unidos con una tasa de admisiones de solo el diez por ciento- apenas cuenta con hijos de emigrantes entre su alumnado.

Alejandro Portes señala también que las nuevas tecnologías quitan presión a los migrantes, ayudándoles a estar en dos mundos a la vez. Y nos comentó, como curiosidad, un dato que posiblemente conozcan: “La diferencia de riqueza entre España y Marruecos es la más grande del planeta entre países fronterizos, superando incluso a la de Estados Unidos con México”. Las migraciones son un componente estructural del sistema. Los muros de la globalización marcan las agendas políticas en ocasiones, tristemente como las deportaciones actuales en Estados Unidos. Nosotros, los asturianos, debemos muchas cosas al fenómeno migratorio.

Lucio Torre, en el centro de Oviedo, ante el edificio de la Jirafa. "El rey de la plaza de Italia". Santiago de Chile. ASTURIAS EXTERIOR

Lucio Torre, en el centro de Oviedo, ante el edificio de la Jirafa. "El rey de la plaza de Italia". Santiago de Chile. ASTURIAS EXTERIOR / E.L.

Antonio, Lucio, Tomás… tres ejemplos

‘Invertir para no olvidar’: ése es el principal argumento de los emprendedores originarios de Asturias o de los hijos de asturianos que extienden sus estrategias de mercado por la región para sentirse, así, más vinculados.

El ejemplo de Antonio Suárez, presidente de un consorcio pesquero, todos lo conocen. Además de encargar barcos para su flota atunera y propiciar contactos con otros armadores americanos, ha firmado contratos con otras empresas del metal ubicadas en el Principado. Incluso la chapa de sus latas de conserva de pescado se produce en Asturias. O Tomás Álvarez Aja, afincado también en México. Hijo de un emigrante de Poo de Cabrales, es el principal inversor del complejo hotelero ‘Pueblo Astur’ en la localidad parraguesa de Cofiño. Son algunos de los negocios pueden verse de oriente a occidente y que llevan detrás el apoyo financiero de personas que viven lejos de nuestra tierra.

El empresario chileno Lucio Torre canaliza muchos de sus ahorros hacia Asturias, y esto tiene mucho que ver con sus tres hijos y el deseo de que tengan una remembranza continua de la identidad de sus mayores. Propietario de hoteles y restaurantes en el país andino, ha decidido dedicarse al mercado inmobiliario asturiano adquiriendo edificios singulares para rehabilitar tanto en Avilés como en Oviedo.

Lo que debemos a nuestros emigrantes

A los emigrantes del siglo diecinueve y primer tercio del veinte les debemos el nacimiento de la sidra achampanada, que se conservaba mucho mejor que la natural. Desde América se importaban cajas y cajas de botellas para sus fiestas en ultramar. El Museo del Pueblo de Asturias conserva más de mil setecientas etiquetas distintas guardadas junto a cartas y unos dos millones y medio de fotografías que enviaron aquellos emigrados a sus familias. Esos eran el único nexo de comunicación en aquel momento aparte del telegrama, que solo se utilizaba en casos graves o urgentes y, por cierto, de un gran valor antropológico.

El escritor y economista moscón Valentín Andrés Álvarez -al que esta Institución (RIDEA) rindió hace unos años un merecido homenaje con un ciclo de conferencias- escribió en su guía espiritual: “Donde esté un asturiano, estará Asturias en añoranzas, sueños y evocaciones. Las fábricas de sidra espumosa se sostienen, en gran parte, explotando industrialmente las añoranzas ultramarinas. Allá en América, una botella de sidra achampanada no es más que una espumosa y rubia evocación que vale un peso. El amor al terruño es una de las más fuertes pasiones del alma astur.”

Sentido de pertenencia y las lágrimas por Asturias

Demostrado está que la sidra espumosa nació gracias a las nostalgias. No debe de extrañarnos entonces, -al margen de la simbología- esa fuerza arrolladora presente entre los astur-americanos. Esa impronta de asturianía que necesitan tener presenten cada día y que transmiten a sus hijos y nietos de una manera tan inmaterial como innegociable. ¿Qué tendrá eso del “amor a Asturias” para que estos hombres y mujeres fueran capaces de trasladarlo a sus descendientes con absoluta fidelidad, sin merma ni pérdida de pureza? A mí me parece un legado extraordinario y, por cierto, muy aprovechable. Tanto más ahora que aquella generación está desapareciendo. ¡Tenemos grabadas tantas lágrimas de paisanos! En cuanto incluían el nombre de Asturias en su relato, se quebraban… Un sentimiento auténtico, una historia verdadera.

Ley de nietos

Hace pocas semanas tuvimos la oportunidad de leer en la sección ‘Asturias Exterior’ de LA NUEVA ESPAÑA una información que hablaba de la gran cantidad de requerimientos recibidos en los Consulados solicitando la nacionalidad española a través de la llamada ‘Ley de nietos’. Una norma legislativa que, sin duda, repoblará Asturias de talento y expectativas si somos capaces de crear las plataformas adecuadas para ellos. La Universidad, el mundo de la empresa y el laboral en general saldrán muy beneficiados de ello. Ellos forman parte de una herencia y nuestra obligación es incorporarlos como savia joven a nuestro proyecto de comunidad.

El factor multicultural

La óptica de una cámara de televisión es capaz de captar estados de ánimo tal y como lo hacían aquellas viejas fotografías en blanco y negro. Además, refleja también las emociones, los sentimientos. Todo el material que grabamos en esos años servirá, dentro de décadas, para que comprendan mejor la sociedad de nuestro tiempo los que nos sucedan. Nosotros, por ejemplo, damos fe de haber recogido en muchos lugares de América el sentimiento de pertenencia. Esa “identidad funcional” -como la denomina el profesor Jorge Uría- que la emigración supo interpretar como nadie. Uno mismo refuerza su propia identidad cuando se encuentra con personas de otras culturas porque, si no, ese gesto sería tan estéril como innecesario. Esta enseñanza también se la debemos a nuestros emigrantes, que supieron y pudieron potenciarla integrándose en otras formas de vida utilizándola para ayudarse entre ellos y reforzar sus emprendimientos.

El ensanchamiento del corazón

No hubo desencuentro con la tierra de acogida. A mí siempre me sorprendió, en el Centro Asturiano de Buenos Aires, la atención solemne que los asturianos de allí dispensaban -y dispensan- en sus fiestas al Himno Nacional argentino. No inician ningún acto sin sus notas. Son muy españoles, pero en la misma proporción, afectos al país que los acogió. Y yo creo que eso es un ejercicio de gratitud y de ensanchamiento de corazón: lo hacen más grande para poder hacer sitio a las dos nacionalidades. Ser asturianos y españoles no les hace renunciar ni un ápice a su otra nacionalidad adoptiva. Y ése es un espejo al que nuestra sociedad actual debería de mirarse para aplicar lo que en él se ve a los que llegan ahora a vivir con nosotros.

Al sur del Sur

En mis andaduras televisivas llegué al sur del sur: a la Patagonia chilena y argentina. Allí, aprendí sobre el terreno cómo la emigración tuvo categorías. En la ciudad de Río Gallegos, a 2.600 kilómetros de Buenos Aires, había asturianos que, después de llegar de la capital, aún les quedaban semanas de trayecto por carretera o barco para acceder a las frías tierras australes. Ahí fue donde me contaron cómo en las primeras etapas de adaptación a aquellos climas -donde la media anual de temperatura es de 8 grados centígrados- aquellos transterrados iban hasta la playa de Punta Loyola los domingos que no trabajaban. Al lado del océano, gritaban y gritaban desesperados intentando superar el duelo del desgarro familiar.

Rangos y jerarquías migratorias

Sí: ir al Río de la Plata, México o a La Habana era de un nivel superior, pero hubo otros destinos mucho más precarios que ofrecían un rostro todavía más complicado de la aventura migratoria. Hubo rangos y jerarquías en aquel movimiento de seres humanos. Buenos Aires estaba lejos… pero la Patagonia era el fin del mundo en aquella época. Imposible regresar de aquel fondo de saco de enormes distancias, temperaturas inclementes y paisajes interminables.

El anteriormente citado Jorge Fernández Díaz, puso en boca de uno de sus personajes emigrados la siguiente frase: “la realidad, como el folletín, está lleno de golpes bajos y lugares comunes”. El consuelo o el desahogo -vaya usted a saber- de aquellos hombres estaba entre el inabarcable aire libre de un paisaje patagónico agreste y ventoso. Por el contrario, el de los emigrados a las grandes ciudades tenía lugar en las Casas de Asturias, donde se reconstruía el imaginario de la infancia y una parte de la juventud.

Décadas después, el manual de resistencia consiguió estabilizarse en Río Gallegos con la construcción de una humilde Casa de Asturias, la más austral del mundo. En todo caso, cuando nosotros lo grabamos en 2007, no llegaban a un centenar los asociados. En aquellos territorios, los datos de “densidad de despoblación” -que no de población- por kilómetro cuadrado eran, sencillamente, inauditos. Tanto que provincias como la de Santa Cruz, con una extensión similar a la de la mitad de la Península Ibérica, tenía registrados en 1895 tan solo a un millar de habitantes.

José Menéndez, "Rey de la Patagonia".

José Menéndez, "Rey de la Patagonia". / .

Personajes casi legendarios

Siguiendo hacia el sur del sur, cruzando la frontera, nos encontramos con la chilena Punta Arenas, donde se localiza un ejemplo de emigración tan sorprendente como poderosa económicamente. José Menéndez nació en Miranda, al lado de Avilés, un 2 de noviembre de 1846. Allí, al lado del Estrecho de Magallanes y según cuenta alguna crónica posiblemente de manera muy exagerada, este asturiano emigrado llegó a ser dueño de un millón de ovejas para las que alambró media Patagonia. Tuve la oportunidad de conocer personalmente la Estancia de San Gregorio, la primera de la que fue titular José Menéndez, que, con el tiempo, sumó junto con otros lotes 144.000 hectáreas de terreno.

En la actualidad es su biznieto Alfonso Campos quien conserva esa industria ganadera que empezara su bisabuelo en 1878 con excelentes pastos y una pujante cabaña. Este descendiente habla con veneración de Asturias. Parece mentira que, tres generaciones después, se mantenga tan vivo el respeto por la tierra de origen de su bisabuelo, el cual promovió por su cuenta la llegada a la zona de muchísimos paisanos. Una cadena de inmigración organizada de manera natural en ausencia de planes estatales de colonización. 

La vida de aquel asturiano, hombre de negocios y a la vez conquistador de rincones inexplorados, no estuvo exenta de polémicas. Contemplada por algunos como la de un simple latifundista sin escrúpulos, otros lo acusaron de exterminador de aborígenes -aquellos indios patagones que tanto impresionaron al conquistador Magallanes-. Hoy, con la perspectiva del tiempo, prevalece el reconocimiento a su espíritu emprendedor por encima de cualquier leyenda negra. De hecho, en la plaza principal de Punta Arenas hay un monolito dedicado a su nombre. Un gran visionario que hizo de la crianza ovina un modelo económico e, incluso, envió a su hijo José a Australia para que aprendiera técnicas de mejor aprovechamiento de esta actividad.

En su testamento figuraba la cesión de 100.000 pesetas al ayuntamiento de Avilés para dedicarlos a instrucción pública cuando, en aquella época, todo el consistorio tenía un presupuesto anual de 77.000. Otro dato: Entre 1901 y 1914, coincidiendo con el despegue económico de la zona, se inscribieron 468 asturianos en el Consulado de Punta Arenas. Allí, en aquella época y dado lo deshabitado de la zona, a los emigrados se les denominaba pioneros. José Menéndez falleció en Buenos Aires en abril de 1918 a la edad de 72 años.

Hacer de la necesidad virtud

Realizando estos documentales, a mí siempre me llamó la atención el espíritu emprendedor del que hicieron gala estos asturianos. Una determinación que, al parecer, no conservamos los que residimos aquí, donde ser empresario es todavía una aventura que se considera de altísimo riesgo. Aunque, también es verdad, la mayoría de aquellos asturianos no tenían nada que perder. Su aventura era, posiblemente, la última carta que obligatoriamente habrían de jugar haciendo de la (mucha) necesidad, virtud. Aun así, en este capítulo contrastan las diferencias entre la iniciativa de la Asturias de hoy y la de aquellos asturianos del exterior. Ahora mismo estamos muy por debajo de ese nivel, según afirman los expertos.

EDIFICION DEL CENTRO ASTURIANO. REPORTAJE. DOCUMENTACION DE LA HISTORIA DEL CENTRO ASTURIANO DE TAMPA LLEGADA AL ARCHIVO DE INDIANOS DE COLOMBRES

Una imagen histórica del edificio, hoy conservado igual, del Centro Asturiano de Tampa. / Archivo de Indianos

Cultura emprendedora

De aquellas extensas familias de tantos hijos… ¿Quiénes eran los que emigraban? ¿Los más despiertos? ¿Los menos pusilánimes? ¿Los más decididos? O tal vez, el mayorazgo influía también en las decisiones.

Recuerdo que, en una entrevista, el economista José Luis García Delgado, siendo presidente del Archivo de Indianos, nos dijo que “emigraban aquellos vecinos que tenían una dosis superior a la media de inquietud, de interés, muchas veces de información”. Sea como fuere, el asturiano, en cuanto llegaba a América, se hacía y se hace, de una u otra manera, emprendedor.

Es un placer comprobar cómo en una de las zonas más lujosas de Miami, en Coral Gables, te puedes encontrar un restaurante con el nombre de ‘Xixón’; o cómo en un pequeño bar del South West de la misma ciudad, Rosalía y su marido Alejandro Lastra incluían todos los miércoles fabada en la carta del menú. Eso sí, la tenían casi testimonialmente más que para consumo habitual de la clientela, tan solo por esa necesidad de no dar el brazo a torcer ante un clima tropical y una cultura tan antagónica como la que encontraron al sur de los Estados Unidos.

En Miami, a la que muchos llaman “la ciudad más cercana a los Estados Unidos”, se pueden encontrar letreros que rezan: “Aquí se habla inglés". Algo que ya no sucede cuatrocientos kilómetros más al norte, en la portuaria e industrial Tampa, a donde llegaron muchos asturianos para desarrollar la industria del tabaco a partir de 1886. En Tampa, ciudad hermanada con Oviedo, encontramos al que fuera magistrado de la Corte americana Emiliano Salcines. Éste nos recordó que en el ‘Memorial’, o cementerio de la ciudad, hay más de cinco mil oriundos de nuestra tierra; o que la colonia asturiana había llegado a la zona hace unos 150 años procedente de Cuba, fundando dos décadas después el Centro Asturiano de Tampa.

Emigraciones más desconocidas

Pero lo que sin duda alguna rememoro ahora con más emoción fue el testimonio de Alejandro Villa, catedrático de Historia Contemporánea. Él nos habló en Tampa de una emigración peculiar: la de los trabajadores procedentes de la fábrica de Arnao en Castrillón. Llegaron a Nueva York sin hablar una palabra de inglés y fueron enviados a las fundiciones de cinc de Pensilvania, Ohio y a una zona entre Missouri y Kansas. Estos trabajadores fundaron importantes colonias de asturianos en las que ahora solo quedan sus nietos. Existe -nos dijo este historiador- un pueblo en Pensilvania llamado Donora que albergó una próspera acería donde llegaron a trabajar… ¡más de mil quinientos asturianos! Como curiosidad, el sheriff del pueblo era hijo de un anarquista asturiano. John Ford hubiera tenido aquí, sin duda, una buena historia.

ENTREGA DEL PREMIO DE " ASTURIANO DEL MES " DE JUNIO DE LA NUEVA ESPAÑA A ENRIQUE VALENTIN IGLESIAS GARCIA, PRESIDENTE DEL BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO

Valentín Iglesias / Jesús Farpón

Enrique Valentín Iglesias, premio “Príncipe” de Cooperación Internacional

Biografía muy interesante de la Asturias exterior es la de Enrique Valentín Iglesias, nacido en El Franco y Premio Príncipe de Asturias al que entrevistamos en su despacho de Washington cuando era el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo. Un economista que realizó importantes reformas en este organismo hasta convertirlo en pieza clave de América Latina. En la capital estadounidense nos añoró, con los ojos humedecidos, nuestra geografía de contrastes, rememorando los mil verdes de todas las tonalidades posibles que guardaba en su memoria. Describió al asturiano como un ser fruto de la geografía e historia: “Asturias llevó a América, valores; llevó a América trabajo, y llevó a América compromiso”, nos dijo. Los emigrantes transportaron los méritos de la familia, sobre todo el aporte de la solidaridad, el sentido del trabajo y la laboriosidad e incorporaron este bagaje al acontecer americano. Llevaron, además, las ideas de Jovellanos, de Campomanes y de Argüelles, ilustrados que penetraron en América a través de nuestros emigrados. Este hijo predilecto de Asturias, en posesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica, resumía al asturiano, en definitiva, como “un ciudadano de gran proyección a través de sus movimientos sociales”.

RODAJE DE LA PELICULA "LUNA DE AVELLANEDA". JUAN JOSE CAMPANELLA JUNTO A RICARDO DARIN

RODAJE DE LA PELICULA "LUNA DE AVELLANEDA". JUAN JOSE CAMPANELLA JUNTO A RICARDO DARIN / .

Campanella y "El secreto de sus ojos", 2009

Hay hechos culturales de tu infancia y juventud imposibles de olvidar. Yo no sé si hoy, cuando un uruguayo o un argentino llevan el mate a su trabajo en Europa, es un acto de rebeldía o una negativa a renunciar a algo que es esencial a su identidad. De la misma manera, cuando uno encuentra una bolera una banda de gaitas o un baile del “Corri, corri” en América ejecutado por un grupo de hijos y nietos de emigrados, lleva implícito un mensaje desesperado contra el desarraigo.

Las tradiciones, creencias y la cultura que llevas en la maleta a otro país implica trasplantarlas, integrarlas y compartirlas en tu nuevo entorno. Aquellos baúles, aquel bagaje, iban cargados de sueños que conquistar, de proyectos a construir… pero también de un sólido equipaje de abrigo cosido en el telar de las raíces.

El cineasta argentino Juan José Campanella, Óscar de Hollywood y nieto de un asturiano del concejo de Taramundi, entiende que la emigración hoy, afortunadamente, tiene una dimensión distinta: Aquellos paisanos del siglo pasado renunciaban a todo, quemando las naves de manera casi temeraria”. Luchaban por un objetivo hasta el final, sucediese, lo que sucediese, dentro de su precariedad más motivados no podían estar. La determinación que tomaron era irreversible.  

Rafael del Naranco. Periodista asturiano que vivió en Venezuela

Rafael del Narancol, periodista asturiano que vivió en Venezuela / Mara Villamuza / LNE

La emigración y los países fallidos

Venezuela fue otro notabilísimo puerto de abrigo para nuestros paisanos. Allí, florecieron empresarios en todos los sectores posibles. La deriva política del país ha hecho que muchos, después de haber alcanzado su cenit económico, se hayan visto obligados a replantear su periplo vital. Algunos, con el retorno, y otros muchos, ajustando considerablemente sus expectativas y calidad de vida.

El periodista y escritor ya desaparecido Rafael Naranco, desde uno de los miradores con vistas al cerro de El Ávila y el valle donde se asienta la arbolada ciudad de Caracas, nos definió al asturiano como un “forjador de caminos, muy cotizado allá donde iba por su laboriosidad, pero también por esa ética en el proceder”. Salieron pobres de familias muy humildes, pero en aquellas aldeas de la postguerra se respiraba una moral y una ética que llevaron consigo en la maleta y que les abrió muchas puertas.

Hubo también emigrantes que apenas sabían leer cuando llegaron, pero otros, simplemente, extendieron su conocimiento universitario con notable éxito en el país de adopción. Lorenzo Fernández, catedrático de Filosofía de la Universidad Central de Caracas y natural de Sobrao, Tineo, es un hombre que salió filósofo de España y que en aquel país de tierra de gracia se convirtió en humanista y abogado.

José Luis Lobón, presidente de la Cámara venezolano-española de Industria y Comercio, enseñó a sus hijos a mirar Asturias a través de sus ojos desde las terrazas de la zona de Minas de Baruta, a mil metros de altura. Allí, se levanta el Centro Asturiano de Caracas: 45.000 metros cuadrados de país astur donde los socios, con sus encuentros dominicales, hacen más vigoroso el vínculo con la tierra. Una emigración que adquirió su mayor fuerza entre los años 50 y 60.

Venezuela y Cuba han sido, desde siempre, los dos países desde donde nuestros emigrados reclaman al Principado más ayudas, por razones obvias. Recuerdo que en La Habana había trabajadoras asturianas en los hoteles que cambiaban sus turnos para hacer coincidir su horario laboral con la emisión de nuestro programa, ya que en sus casas no tenían conexión al satélite. El asturiano vive allí en un permanente juego entre propósitos y posibilidades, entre deseos y necesidades ejemplificados, especialmente, por los que recalaron en estos países azotados por las derivas políticas de los lugares que protagonizaron sus sueños.

Fernando Miranda, a la izquierda, Guatemala con el jesuita Jose Luis González

Fernando Miranda, a la izquierda, Guatemala con el jesuita Jose Luis González / FRM

La emigración religiosa

Quiero dedicar ahora un apartado a una emigración de la que pocas veces se habla. Es la que corresponde a los religiosos y seglares que desempeñan encomiables labores de cooperación y desarrollo en Latinoamérica, de manera especial en Centroamérica. Ellos han sido protagonistas de algunos de nuestros documentales y, por eso, conocemos bien su dedicación… y sus renuncias. Son emigrantes también, porque dejaron atrás familias en Asturias para entregarse a nobles causas con los más desfavorecidos.

Así, por ejemplo, grabamos entre los basureros de Centroamérica a Carmen Fernández Ponga ayudando a la gente que sobrevive recolectando desperdicios. A estas gentes, desheredados del mundo “civilizado”, les ofrecía microcréditos pagados de su propio bolsillo, de su pensión de jubilada, para intentar revestir de dignidad vidas sin atisbo de futuro. Un telespectador que vio el documental nos llamó para pedirnos su contacto y envió una importante remesa de dinero a esta causa. La televisión, tan denostada a veces, también puede cumplir un servicio de divulgación pública para parchear las carreteras secundarias de la pobreza.

Comunidades religiosas como los Dominicos o los Jesuitas realizan labores de gran relieve con los migrantes que pretenden alcanzar México o Estados Unidos, mundos más distanciados hoy que nunca de la realidad. Perú es otro lugar donde los misioneros asturianos han escrito historias increíbles, donde estos religiosos son el único punto de apoyo humano.

El jesuita de Blimea José Luis González Miranda es otro ejemplo de los que han hecho de los excluidos causa de su existencia. Ahí tenemos a estos paisanos ejemplares, en las antípodas de una sociedad “dineradizada”, cargados de bondad y sintiéndose, a la vez, útiles lejos de sus familias. 

También tengo presente en mi haber profesional el viaje a Nicaragua tras los pasos del guerrillero-sacerdote Gaspar García Laviana, muerto en combate en la frontera de Costa Rica. Décadas después, y a la vista de los resultados de la revolución y de la deriva en la que se encuentra sumida esta nación, uno reflexiona sobre lo estéril de la sangre derramada, no solo por él, sino también por los miles de ciudadanos nicaragüenses. Sí, muy frecuentemente los misioneros asturianos trabajan en zonas peligrosas, en los llamados “estados fallidos”, y es de justicia recordarlos.

José Luis ?Pepín? Corripio Estrada, empresario asturiano en República Dominicana

José Luis "Pepín" Corripio Estrada, empresario asturiano en República Dominicana / Ángel González / LNE

Santo Domingo y la familia Corripio

Volviendo a la emigración ‘convencional’, otra comunidad asturiana activa e influyente es la de Santo Domingo, la semana pasada a través del empresario José Vitienes ocuparon con todo merecimiento una sala en la Casa de los Emigrantes de Colombres que reunirá a partir de ahora, historias de inmigrantes asturianos en este país.

Eran provenientes en su mayoría de los concejos de Allande, Cabranes, Piloña y Villaviciosa. Con ellos se descubre otra de las peculiaridades de nuestra emigración: su organización por actividades laborales.

Así, los allandeses se dedicaron a su llegada a las tiendas de tejido en la calle Duarte; los cabraniegos, piloñeses y maliayos, por su parte, copaban industria, ultramarinos y comestibles. Hay casos aquí también muy singulares, como el del empresario Salustiano Acebal, propietario de una importantísima ganadería y que fue presidente de la Casa de España. 

Pero la familia que verdaderamente sobresale como un punto y aparte en la historia de la emigración asturiana es la de los Corripio, conquistadores de un verdadero emporio empresarial en la isla dominicana. Manuel, ya fallecido, nos contó que América los había acogido con los brazos abiertos, revelándonos, además, que su secreto había sido la seriedad en los negocios. Junto a él en la entrevista estaba su hijo Pepín, el cual nos confesó, humildemente, que lo más difícil en la vida era poner los cimientos como hizo su padre, ya que él solo se había limitado a extender los negocios.

En la actualidad, el negocio familiar de los Corripio está bajo el control de la tercera generación, siendo uno de los consorcios empresariales más importantes de América Latina con más de 14.000 empleados. Una familia que acaba de lanzar su Fundación en el Principado para ayudar a emprendedores con un claro objetivo: devolver a Asturias parte de lo conseguido en América. Por cierto, y sirva como anécdota: en la avenida Duarte no quedan ya tiendas de ropa en manos asturianas porque han sido adquiridas todas por comerciantes chinos. Una historia que, como ven, se repite en todas las coordenadas geográficas.

Los hórreos, estandarte de las raíces

Quiero detenerme ahora en el elemento etnográfico más icónico de nuestra cultura: los hórreos. Se dice que en Asturias hay unos veinte mil, pero que cada día que pasa, cae uno. Su presencia en nuestro territorio es tan abundante que la mayor parte de las veces pasa inadvertida. Cuando uno contempla un hórreo levantado tan lejos del Principado, entre vegetación tropical, no puede por menos que emocionarse. Son el símbolo de que allí cerca reside una colonia de asturianos.

He visto hórreos en la Casa de España en Guatemala entre cedros, caobas, o ceibas; en Santo Domingo, en Montevideo, en Buenos Aires, Santiago de Chile o México. El hórreo es un símbolo presente, gracias a la emigración, en muchos rincones del continente americano. El asturiano lo levanta allende los mares para sentirse cerca de su terruño. En esta visión panorámica de la Asturias más americana -o de la América más asturiana, como ustedes quieran-, no podía olvidarme de ellos. Fueron trasplantados como símbolos de identidad y de prestigio de nuestro espacio rural para presidir tierras de otros mundos. Su presencia -cuando hay un océano por medio- es, simplemente, conmovedora. Se levantaron no como un monumento a la nostalgia, sino como un homenaje a su identidad. Como una verdad inalterable e irrefutable desde la que labrar un porvenir.

México, la vieja y la nueva emigración

Que México es un país con el que Asturias mantiene una fuerte conexión, es de sobra conocido por todos. Los vínculos económicos y emocionales a través del tiempo son más que numerosos. Hace pocos días conocíamos que el Instituto Universitario Fernández-Vega, el Tecnológico de Monterrey y la Universidad de Oviedo han firmado un acuerdo para impulsar un nuevo espacio internacional de investigación y docencia médica. La de México con Asturias es una conexión que no remite y se acrecienta en todo tiempo y lugar.

Muy conocidas son, asimismo, las recientes inversiones del capital mejicano en nuestros dos equipos de fútbol más representativos, sin desmerecer otras opciones. Pero ahora, recientemente, parece que el diálogo se ha intensificado entre estos dos territorios, sobre los que recae un vínculo histórico. Las emigraciones política y económica de siglos anteriores son el referente sobre el que se construye este nexo, que no es sino un lazo de ida y vuelta entre dos mundos.

La historia de los asturianos en México se inicia a finales del siglo diecinueve con su llegada al puerto de Veracruz para instalarse en la industria textil de Puebla. Les doy un dato que a mí me parece interesante: el 80 % de la población mexicana tiene ascendencia española. Por otra parte, ahora mismo hay casi 24.000 asturianos residiendo en este país, sumando la antigua y la nueva emigración.

He tenido la oportunidad de hacer una inmersión tanto en la emigración histórica como en la de nuevo cuño, llegando a la conclusión de que, efectivamente, hoy hay una tercera diáspora: la de asturianos que, aunque en menor número, sí que han identificado a México como una tierra de oportunidades. Son los nuevos emigrantes que, en la mayor parte de los casos, han pasado por las aulas de la Universidad de Oviedo. Ellos están abriendo camino en un país que, confiesan, les está enganchando a pesar de sus sombras de inseguridad. Hemos estado con algunos de ellos y ellas, con los modernos emigrados. 

Allí, por ejemplo, tiene su oficina en la colonia Polanco el arquitecto gijonés Rafael Somolinos, que es a su vez consultor inmobiliario. Este gijonés es miembro de una tercera generación de arquitectos nacidos en México con obras sobresalientes en Asturias. Hasta el país donde nació su abuelo llegó Rafael un siglo después para desarrollar el oficio y crear una familia. Este gijonés pone de relieve la buena sintonía que existe también entre esta nueva hornada de asturianos emigrantes. Hay ayuda y solidaridad entre ellos igual que la hubo siempre entre los transterrados de la antigua emigración, a pesar de la diferencia generacional.

Impactantes son las sedes asturianas en la capital, México DF, como la de la calle Arquímedes o, más al sur, la de Parque Asturias; o como la zona campestre de expansión y recreo de Morelos. Obras que denotan la fuerza socioeconómica de una colectividad siempre reputada. Me causó especial impresión que un edificio moderno, como el de Arquímedes, tenga a su entrada una estatua de gran tamaño de Pelayo flanqueando la entrada al vestíbulo principal. O que en su tercera planta haya un gran mapa de Asturias cubriendo toda una enorme pared.

Pero el asturiano, en todas sus épocas, no solo tuvo como destino México Distrito Federal. En el norte del país, justo en la frontera con los Estados Unidos, está el estado de Chihuahua. Allí encontramos a José María Fernández, natural de Luarca y gerente de una fábrica situada en un asentamiento menonita. Hace cuarenta años, el empresario cangués Francisco Rodríguez fundó allí una de las factorías que Reny Picot tiene alrededor mundo. Es fácil decirlo ahora, pero se necesitaba disfrutar de un excepcional gen visionario para levantar una industria de esas características sobre un terreno agrícola ocupado por un grupo religioso. Hoy, esta factoría produce 40.000 toneladas anuales de leche en polvo con destino a los mercados internacionales. Los menonitas y la empresa asturiana son, además de vecinos, socios. Dos estilos distintos de vida contrapuestos que no han impedido un crecimiento común. Ejemplo de diálogo y cooperación. El diálogo derriba muros y es a la vez antídoto contra la intransigencia, la inacción y la apatía.

Piénsenlo un momento: una planta referente en América en el tratamiento industrial de productos lácteos… ideada por un empresario de Cangas del Narcea y gestionada por otro de Luarca en medio de una comunidad menonita. ¿Qué podía salir mal? Lo más interesante es que estos asturianos fueron impulsores de un cambio de mentalidad en las labores del campo de aquellos campesinos religiosos. Les ayudaron a modernizarse, incluso a veces en contra de sus creencias. Hoy, gracias a la mecanización, los menonitas son los principales abastecedores mejicanos de maíz.

Chile y los ferreteros asturianos

Miren, en cuestión emprendedora, uno se puede ver sorprendido en América por muchos motivos diferentes si por el medio hay un asturiano. Por ejemplo, en Santiago de Chile, el langreano Elpidio Llaneza nacido en Cuturrasu, creó una marca de sidra achampanada con el mismo nombre que el de la conocida marca de Villaviciosa. Con eso lo que logró, evidentemente, fue entablar conflicto judicial con la famosísima firma de la familia Cardín. El resultado es que la sidra ‘El Gaitero’ se vende en toda América menos en Chile, al estar registrada en este país ‘El Gaitero’ de Elpidio. La fábrica sigue en la actualidad en el mismo sitio y a pleno rendimiento en la calle Bascuñán Guerrero de la capital. Eso sí, con un sabor y un gaitero distintos… pero ahí queda esa curiosidad comercial, esa anécdota.

Estando en Chile, hay que contar la historia de los ferreteros asturianos que arribaron a este país. A finales del siglo diecinueve llegó a Valparaíso José Vega, que inmediatamente se percató de la mala calidad de las cerraduras chilenas y decidió entonces importarlas de España. Gracias al éxito que cosechó empezó a llamar a sus parientes, iniciando una cadena migratoria proveniente de Panes y otros pueblos de las dos Peñamelleras. Ahí tenemos a los Vega, Corces, Cabo, Fernández… con ferreterías repartidas por todo el país. Si nos asomamos a las páginas web de la Colectividad asturiana de Chile, en Santiago, Valparaíso y Viña del Mar encontramos abundantes testimonios gráficos de cada encuentro, de cada fiesta. Celebran la noche de San Juan, el Día de la Sidra, la Virgen de Covadonga y hasta hacen amagüestos. El declinar de los mayores se mezcla con el ímpetu de los que recogen el testigo, haciendo propias las tradiciones de aquí.

Familias de Cangas del Narcea os pueden contar cómo el día de la Descarga, durante la festividad del Carmen, los cangueses repartidos por el mundo llamaban justo a la hora en que los voladores empezaban a atronar el cielo para escuchar por teléfono la oración de pólvora. Era una manera de no querer perder lo que se considera de uno. Una emoción a la que no se puede renunciar, ese vínculo imprescindible que mantener para poder seguir en el día a día.

Un testimonio en alta definición y la casa de la emigración

Vuelvo a detenerme en una imagen en blanco y negro para rescatar emociones. Tal vez porque tengo la esperanza que las grabaciones de tv que hoy obtenemos digitalmente en Alta Definición, ocuparan dentro de unas décadas el papel que tienen los testimonios de los antiguos fotógrafos con aquellas cámaras de fuelle y madera.

Hay en Colombres una instantánea de Manuel Ferrol a la entrada del Archivo de Indianos que resume lo que fue la gesta migratoria. En el puerto de Vigo, un hombre y su niño miran al horizonte antes de embarcar hace ahora casi setenta años. Una epopeya que se iniciaba con una despedida y que transformaba la vida de toda una familia. Un instante que resume un siglo de emigración asturiana en América.

No quiero -ni debo- olvidarme de este palacete de la capital de Ribadedeva, porque creo que es la casa donde se reconocen los emigrantes y sus descendientes, el depósito de una historia social que marcó la personalidad de Asturias. Para mí, fueron y son héroes de un desafío aspiracional. ¡Cuántas veces tuve que escuchar lo de que “aquí en América me llaman ‘gallego’… y en Asturias ‘americano’”! Hay, pues, que comprender esa intersección emocional que los hizo fuertes y sabios y en bastantes ocasiones, incomprendidos.

Nueva York, la capital del mundo

La bioquímica gijonesa Lucia Regales, en un reportaje realizado para TPA, nos dijo en su apartamento de Mahattan: “Nueva York es una ciudad donde todo el mundo debería pasar un tiempo para estar con gentes que son mejor que tú”. Un mensaje que nos debería hacer recapacitar cuando tenemos esa inercia o tentación de mirarnos al ombligo y creernos que tenemos las mejores y únicas ideas para nuestros problemas.

En la misma ciudad y para el mismo documental, el que era en aquel momento Cónsul de España en Nueva York Rafael Conde, nos dijo: “en esta ciudad el talento se mide”. Es decir, que se estimula y se atrae sin intentar confundirlo con la retórica de conveniencia. En otro extremo de la ciudad, Paquita Suárez Coalla nos contó que aquella era una urbe “llena de localidades, cada uno maneja y gestiona la suya respetando la de los demás, algo que nos enriquece”.

Quiénes somos y de dónde venimos

Aquí hemos hablado de renuncias, de emprendimiento, de solidaridad, del empeño de integración en otras culturas, de transmisión de sentimientos identitarios a descendientes; de abnegación, de esfuerzo, de lealtad a una tierra, de valores trasplantados. Un gran puente de emociones que nos asegura que no puede existir historia verdadera en el horizonte si no se respeta la propia historia, la de dónde venimos. Y del valor tan grande que tiene la perspectiva, esa que los acompañaba desde América durante los veranos y que nos enseñaba que no hay proyectos maduros sin amplitud de miras.

Hoy, somos un país distinto, y los abuelos de la emigración nos han dejado a sus hijos y nietos para mejorarlo. Nuestro horizonte no se puede construir sin la participación de ellos ni la de los paisanos de las nuevas generaciones que están ganándose la vida lejos de nuestra tierra. Su aportación resulta imprescindible para encontrar las respuestas que necesitamos como destino de futuro en un mundo nuevo.

Hoy, sin embargo, ya no hay que mirarlos como un compromiso emocional, sino como portadores de nuevas tendencias en la economía global. Ellos forman parte del talento de nuestra Asturias y tenemos que reinventar una fórmula de acercarnos y acercarlos. Debemos tener la humildad de entender que con ellos somos más y mejores.

Hasta aquí, una crónica resumida de mi relación con América a través de la televisión. Quiero dedicarla a todos los que me han apoyado a través de estos cuarenta años de trabajo. Muy especialmente a alguien que ya no está con nosotros, Antonio Trevín, que entendió y apoyó como pocos al mundo de la emigración dentro y fuera de la presidencia del Principado; y también a quien fuera consejero de la Productora de Programas del Principado, Manuel de la Cera, que siempre protegió el legado de la emigración. Y añado también, al desaparecido René Alvarez Saavedra.

También mi agradecimiento a los compañeros de la Productora de Programas del Principado que nos ayudaron a mantener el programa en el Canal Internacional de TVE y a los de TPA, que nos han ayudado en la siguiente singladura a realizar algunos documentales en América. A todos ellos, muchas gracias. Y si me permiten, un recuerdo para mi padre que me enseñó el camino de la responsabilidad, pero también el de la ética. Un hombre que nunca tuvo miedo a ejercer la bondad aún a sabiendas que muchos la entenderían erróneamente como una debilidad.

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