Crónicas desde Ingolstadt

Donde los alemanes piensan que en España estamos mejor

Las nubes negras se ciernen ahora sobre la economía de una ciudad que no disfrutaba de su prosperidad por temor a que le fuera mal a Audi, la industria fuente de tanta riqueza. Y ahora ese momento ha llegado.

Chusina Carrero Moure con una imagen de Ingolstadt de fondo.

Chusina Carrero Moure con una imagen de Ingolstadt de fondo.

Chusina Carrero Moure

Chusina Carrero Moure

Chusina Carrero Moure firma desde hoy "Crónicas desde Ingolstadt", una serie de artículos sobre la vida cotidiana de una asturiana en Alemania. La autora de estas crónicas desde esta ciudad alemana del estado de Baviera se define así: Nací en Oviedo y viví toda mi juventud en Salinas, estudié Filología en la universidad de Oviedo, viví en muchos lugares de España y, desde hace diez años, estoy en Alemania, aprendiendo de esta tierra y enseñándoles nuestra lengua y nuestra cultura".

Ingolstadt es una pequeña ciudad de la Baviera, en Alemania, está situada a la orilla del Danubio, a setenta kilometros de Munich y su nombre se menciona por primera vez en un documento del año 806. Durante su historia ha sufrido altibajos, ha pasado de ser un centro universitario de importancia internacional desde el siglo XV a verse relegada a ser una ciudad de tercer orden al trasladarse en el mil ochocientos la sede de la universidad a Landshut, por un periodo corto de tiempo y posteriormente a Munich. 

Ingolstadt vio nacer la orden de los Illuminati con Adam Weishaupt a la cabeza en el 1776. Mary Shelley quiso que en su novela, Víctor Frankenstein diese vida aquí a su criatura. Tras la II Guerra Mundial, Audi trasladó aquí su sede, con lo que la ciudad pasó así a disfrutar de una prosperidad económica envidiable. 

En la actualidad, una serie de "catastróficas desdichas" se ciernen sobre la ciudad en la que vivo, o no sé si sería mejor decir sobrevivo y que es un reflejo de lo que ocurre en Alemania, inestabilidad política, económica y social, pero parece que no pasa nada. Los conejos de chocolate invaden las estanterías de los supermercados, las motos de gran cilindrada y los descapotables de lujo se lanzan a las autopistas, sin límite de velocidad, aprovechando el buen tiempo y la falta de lluvias, los trenes están abarrotados de gente y los aeropuertos, llenos a rebosar.

Las nubes negras de la economía no tienen su reflejo en un cielo que, a diferencia de en nuestro país, luce totalmente despejado y que es presagio de una sequía que también tendrá su reflejo en los bolsillos de los agricultores y ganaderos de la región. 

Desde que llegué aquí, hace ya cerca de diez años, he escuchado la misma canción, no disfrutaban de la prosperidad que tenían por temor al "¿Y si a Audi le va mal?". Pues bien, ya ha llegado, y ahora me preguntan con curiosidad: ¿Cómo lo hacéis vosotros en España para que os vaya tan bien?". Y yo, desde mi humilde opinión, les respondo: "Ni a nosotros nos va tan bien ni a vosotros os va tan mal“. Quizás todo sea cuestión de punto de vista y quizás sea el momento de acudir al sabio refranero español para desenterrar el "nunca llueve a gusto de todos" o "el jardín del vecino siempre se ve más verde". 

Y, mientras tanto, lo que a mí me preocupa es que mi vecina, una vieja dama de casi noventa años que me lleva acompañando desde que aquí llegué, se muda. Me quedo sin su prudencia, sin su paz, sin su sensatez, sin su saber vivir, sin la experiencia que da la vida a quien vivió la II Guerra Mundial, a quién se escondió en el sótano cuando caían las bombas, a quien conoció el chocolate cuando llegaron los soldados americanos, una dama que vivió realmente tiempos durísimos y que siempre tiene alegría, optimismo y paciencia. Espero haber aprendido lo suficiente de ella para continuar mi camino. 

Tracking Pixel Contents