Me quedo en el pueblo

La artesanía como forma de vida

Andrea Gordón y Roberto Carlos Trincheri dejaron Argentina hace veinte años para instalarse en Asturias y dedicarse al trabajo de la cerámica, “un oficio que necesita del contacto con la tierra”

Andrea Martha Gordon sostiene un simpático ratoncillo, uno de los personajes que realiza en cerámica.

Para Andrea Gordon y Roberto Carlos Trincheri la artesanía es una forma de vivir y no sólo un trabajo. Hace 20 años llegaron a España huyendo, como ella explica, de la violencia que había en su país, Argentina, con sus dos hijas, y tras vivir cinco años en Galicia, tierra de donde era la abuela paterna de ella, un día acudieron a Asturias para tomar parte en un mercado, se enamoraron de la región y buscaron un lugar donde vivir y trabajar. Lo encontraron en La Peral (Illas), en la que antaño fue la casa rectoral. Allí llevan viviendo y trabajando desde hace 15 años.

Algunas de las piezas creadas por Andrea Gordon y Roberto Carlos Trancheri. Ana Paz Paredes

“Nosotros siempre hemos pensado que el ser artesano, ser ceramista, es un oficio que necesita estar en contacto con la tierra, tocar el barro, vivir en el medio rural. No me imagino estar en una ciudad, y eso que yo nací en una. Para nosotros este trabajo es una forma de vida, es todo: es una vocación y es a la vez sentir amor por los materiales. Hay que tener empatía con el medio ambiente, buscar una forma alternativa de alimentación y no ser agresivo con el entorno. Para mi la forma perfecta de vivir es en el campo”, afirma esta artesana mientras termina una nueva pieza de una pequeña ballena. La luz de invierno entra por el cristal de su taller e ilumina, en los estantes, la obra de una pareja que ama lo que hace y lo transmite en cada una de las piezas que elaboran.

Andrea Martha Gordon da de comer a las gallinas que tienen en el huerto. Ana Paz Paredes

Entre ellas, una pareja que les ha dado mucha fama: un par de pájaros que llamaron “los tortolitos de amor”. Junto a ellos están las bruxas o meigas, las ballenas, ratones sobre queso o los búhos que recuerdan oficios como el de médico, músico, bombero o policía, sin olvidar al peregrino, al licenciado a una pareja de simpáticos asturianos, y todo ello bajo la firma de Artesanía Cuñaí. “Nosotros hacemos cerámica decorativa, son pequeñas piezas, es una cerámica creativa, muy pocas veces hacemos piezas de un formato grande”, explica.

Andrea Gordon en su taller en la casa en la que viven en La Peral (Illas) Ana Paz Paredes

Llegaron a Asturias con sus dos hijas, entonces de nueve y tres años y, curiosamente hace tiempo también ellas han tenido que emigrar por trabajo. “Les tocó volver a emigrar, como ahora hacen tantos jóvenes españoles. Aquí estudiaron sus carreras y ahora están en Inglaterra, un país que ofrece oportunidades, pero donde nunca dejas de ser de fuera”, explica al tiempo que se lamenta la situación que vive la artesanía y su oficio, aún más crítica con la pandemia.

Las ballenas, unas de las nuevas piezas, de mayor tamaño, que están elaborando en su taller Cuñaí.

“Teníamos proyectos en España y en Europa y todo se ha detenido. Bueno, al menos ha servido para que mi marido retomase su otra gran vocación: la poesía. Los artesanos, además, ya tuvimos nuestra propia crisis hace años cuando llegó la resina del mercado chino. Nosotros, con nuestro trabajo manual, no podíamos competir con semejante abaratamiento de precios. En cuanto la pandemia, nos ha afectado tanto por la gravedad de los acontecimientos como a nivel profesional y, aunque ralentizó la producción, sin embargo somos optimistas, creemos que puede haber una reactivación en el futuro”, señala.

Andrea Gordon junto a uno de sus frutales, en su huerta en La Peral. Ana Paz Paredes

Admite que no pueden competir en grandes plataformas de venta on line. “Nos dicen que hay que saber competir, pero ¡no podemos hacerlo al mismo nivel, es imposible! Nosotros tenemos nuestra clientela hace 20 años y nos hacen los pedidos directamente o nos visitan en las ferias a las que vamos. Nuestra única ventana virtual es a través del instagram del taller”, dice mientras ve venir de la la huerta a su marido, con algunos productos recolectados para consumo propio. “Sembramos de todo, tenemos frutales y también gallinas. Trabajamos el barro y la tierra”, matiza esbozando una sonrisa que se ve en su mirada y se adivina bajo la mascarilla, uno de los símbolos del año que vivimos.

Los "tortolitos del amor", una de las piezas más conocidas de su colección. Ana Paz Paredes

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