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José Alberto Oliveira | Catedrático de Producción Vegetal

Un estudio determina la buena salud de los suelos de las fincas ganaderas regionales

La investigación se hizo sobre 11 terrenos de productores de CLAS que siguen la línea de plantar maíz en verano y cultivos forrajeros en invierno

Muestreo del suelo en una finca, tras la recolección del maiz. | Universidad de Oviedo

Una investigación realizada por la Universidad de Oviedo ha revelado que los suelos de las ganaderías asturianas tienen buenos índices de salud. Lo que significaría que el manejo que se hace de ellos, y que es bastante común en la región, está funcionando bien en términos generales. Con lo que implica de repercusión en el rendimiento de los cultivos, de mantenimiento de la fertilidad y de reducción de los gastos en productos fitosanitarios y fertilizantes inorgánicos.

Es una de las principales conclusiones de un proyecto de investigación que se ha realizado en colaboración entre el grupo de Producción agrícola Sostenible del Departamento de Biología de Organismos y Sistemas de la Universidad yla Central Lechera Asturiana. El estudio está pensado para ofrecer información útil a los ganaderos de la Central, para orientar sus decisiones en el manejo del terreno y contribuir a la mejora de la rentabilidad en sus explotaciones.

Lo que se busca es reducir el gasto en fertilizantes inorgánicos y productos fitosanitarios

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José Alberto Oliveira Prendes, catedrático de Producción Vegetal del Departamento de Biología de Organismos y Sistemas de la Universidad de Oviedo, explica que el control de la salud del suelo es uno de los métodos más efectivos que tienen los ganaderos de incrementar la productividad y la rentabilidad de sus explotaciones de manera sostenible.

“En general, los ganaderos están familiarizados con los análisis químicos del suelo (nutrientes, pH, materia orgánica, etc.), pero estos análisis no suelen incluir indicadores físicos y biológicos que pueden dar una visión de la salud del suelo y ayudar a explicar problemas en el crecimiento de los cultivos; ayudar a disminuir el uso de abonos sintéticos y productos fitosanitarios y contribuir al secuestro de carbono a través de la retención de materia orgánica en el suelo ayudando así a luchar contra el cambio climático”.

El proyecto se desarrolló el pasado año y la evaluación se centró en 11 fincas de ganaderos de leche de la Central Lechera Asturiana distribuidas por el Oriente, Centro y Occidente de Asturias. Fincas cuyo manejo durante años, orientado por la Central, ha consistido en hacer una rotación anual de maíz forrajero en verano y cultivos forrajeros de invierno, particularmente raigrás italiano solo o acompañado con alguna leguminosa forrajera. Allí se tomaron muestras de suelo en dos profundidades antes de la siembra del maíz forrajero, dos meses después de la siembra del cultivo y finalmente tras la recolección del maíz.

José Alberto Oliveira subraya que en este proyecto se utilizó un kit de análisis con tres indicadores: la actividad microbiana, el nitrógeno orgánico potencialmente mineralizable y la estabilidad de los agregados del suelo.

“La respiración de los microorganismos del suelo produciendo CO2 se ha utilizado durante muchos años como indicador de la actividad microbiana de los suelos y de su impacto en la fertilidad de estos a través de la mineralización de carbono y nitrógeno. El nitrógeno orgánico potencialmente mineralizable se usa para indicar la capacidad, a medio plazo, de la comunidad microbiana del suelo de descomponer (mineralizar) el nitrógeno orgánico en formas de nitrógeno disponible para las plantas. Y la agregación es la capacidad de las partículas del suelo para unirse y resistir la desintegración frente a una lluvia fuerte”. Añade el catedrático, de forma didáctica, que “la agregación y la estructura del suelo en general están muy relacionadas con la textura del suelo, ya que por ejemplo la arcilla y el limo pueden unir las partículas del suelo mejor que la arena. Por otra parte, las raíces de las plantas y los microbios del suelo producen compuestos orgánicos que sirven de pegamento para unir las partículas del suelo y hacer que haya más estabilidad de los agregados del suelo”.

Los valores altos son resultado de una rotación de cultivos y manejo llevado a cabo durante años

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Tras obtener los valores medios de cada uno de los indicadores de salud del suelo citados, se utilizó el porcentaje del valor máximo encontrado para cada indicador especifico en el conjunto de muestras para el cálculo de una puntación en una escala de 0 a 100. El índice global de salud del suelo de cada finca ganadera se fijó estimando el promedio de los valores considerados. La mayoría de las fincas de los ganaderos presentaron valores altos del índice global (entre el 61% y el 80%) y dos fincas presentaron valores muy altos (índices ≥81%).

“Son valores altos y son el resultado de un sistema de cultivos y de manejo llevados a cabo en las fincas durante varios años. Los valores son indicativos de la situación actual de las fincas y pueden servir como valores de referencia si se hiciese un seguimiento de la evolución en los próximos años”, sostiene el catedrático. Para Olivares los resultados obtenidos “podrían ser extrapolables a otro tipo de fincas con cultivos forrajeros y manejos similares”. Y un apunte a tener en cuenta que añade el catedrático: “siempre es positivo, desde ese punto de vista, la introducción de alguna leguminosa forrajera como cultivo de invierno, acompañando al raigrás italiano, pues además de mejorar el valor nutritivo del forraje producido, aporta al suelo nitrógeno fijado de la atmosfera mediante la simbiosis con las bacterias Rhizobium y sus raíces junto a las de las gramíneas contribuyen a aumentar la materia orgánica y a mejorar la estabilidad de los agregados del suelo”.

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