Arturo ROMÁN

Que Federico Jiménez Losantos, el director de «La mañana» de la Cope, había pertenecido al partido maoísta Bandera Roja es algo que se encarga él de subrayar cada dos por tres, pero más de uno de sus oyentes sufrirá un vuelco al corazón cuando vea las fotografías que reúne el libro que acaba de publicar, «La ciudad que fue. Barcelona, años 70», en el que recuerda su estancia en la efervescente capital condal en los años inmediatamente anteriores y posteriores a la muerte de Franco. En ellas aparece con aspecto de músico «hippy» a lo «Steppenwolf» y con la gorra de funcionario del Partido Comunista chino agenciada en un viaje al paraíso de Mao que, según dice, le terminó por apartar de la utopía colectivista y encauzarle por el liberalismo ácrata, aunque algunos le adscriban a la extrema derecha. No obstante, antes, llegó a dar clases de comunismo a obreros, entre ellos una asturiana que sólo quería casarse y regresar a la tierrina.

En aquella efervescente Barcelona de la «gauche divine» de los Barral y Gil de Biedma, de las Ramblas de Nazario, el aragonés Jiménez Losantos se hizo uña y carne del filósofo asturiano Alberto Cardín (Villamayor, 1948-Barcelona, 1992), del que habla largo y tendido en el libro. Compartieron la dirección de la revista «Diwan»; coordinaron «La Bañera»; fueron redactores y colaboradores de «El Viejo Topo» y hasta seleccionaron juntos los textos del libro «La revolución teórica de la pornografía».

Aquella relación terminó de forma tormentosa. Un eco de ese final son, sin duda, las palabras que Losantos le dedica en el libro a Cardín: «No se parecía a Marlene Dietrich, pero no por falta de ganas (É). Aquella loca desorejada tenía un discurso pulquérrimo, severo, erudito, con preferencia por lo antropológico y filosófico, en especial los epistemólogos anarcoides».

Cardín -que nunca escondió su homosexualidad e hizo público que había contraído el sida- también le dedicaría frases poco amables, por ejemplo en el número 10 de «Diwan», tras haber sido apartado de la dirección de la revista. No obstante, aunque amenazó con airear a través de octavillas las características de las «partes pudendas» de Losantos, el filósofo asturiano -tan cercano a Gustavo Bueno y Juan Cueto- sí reconoce que fue el ahora locutor de moda quien le impulsó a escribir «para hacer público».

Como se sabe, la estancia de Jiménez Losantos en Barcelona finalizó de forma abrupta en la noche del 20 al 21 de mayo de 1981, cuando dos terroristas de Terra Lliure le dejaron cojo de un tiro. Losantos y Cardín militaban en el bando «antinacionalista» de la izquierda barcelonesa, la del «Manifiesto de los 2.300».

Justo al día siguiente, en el artículo «Un largo adiós», publicado por «Diario 16», Cardín se dolía de la suerte de Losantos y se despedía de Barcelona, aunque volvería: «Les dejo, toda para ellos, su dulce y tónica Cataluña. Sólo unos pocos meses para dejar a punto mis asuntos y se verán libres de este "ocupante", que ha querido a Barcelona y ha gozado de ella como nunca seguramente lo harán ellos». Unas palabras que, sin duda, podría haber suscrito en aquella época Jiménez Losantos.