Gijón, Albina FERNÁNDEZ

-El maltratador es un delincuente que se enorgullece de serlo, por eso la sociedad debe mirarlo mal. Suele ir de víctima de mil y una circunstancias, pero todo es mentira, y mientras se sienta mínimamente respaldado no acabaremos con esa lacra.

José Antonio Burriel de San Vicente habló ayer en Gijón sobre «Mitos y realidades en torno a la violencia doméstica», invitado por el Ateneo Jovellanos y presentado por el periodista Esteban Greciet. Burriel es abogado, periodista y experto en violencia doméstica. Articulista en diversos medios, es Premio Nacional 2005 del Instituto de la Mujer, director de cursos de especialización para los colegios de abogados de la Comunidad Valenciana y para policías municipales, además de ponente en diferentes seminarios y cursillos.

-¿Violencia doméstica o de género?

-Es verdad que son distintas. Teóricamente, es violencia de género. La doméstica es la que se produce en el hogar y la víctima puede ser cualquiera de sus miembros. La de género es la que sufre la mujer por ser mujer y existió siempre. El viejo Aristóteles ya decía que las mujeres son un accidente de la naturaleza...

-¿De qué mitos habla usted?

-Hay muchos: que sólo afecta a las clases sociales más bajas, que los maltratadores son alcohólicos, drogadictos o enfermos mentales (sólo lo son en un 1 por ciento de los casos), que si los hombres son violentos por naturaleza, que si es cultura, que si algo habría hecho la mujer... Mentiras. Detrás de estos argumentos hay grupos interesados en mantener las cosas así.

-¿Cuál es la realidad?

-Que hay dos millones de mujeres maltratadas, y eso que sólo emerge el 15 por ciento de los casos. Que es un delito, una violación de los derechos humanos que sufren las mujeres de todas las edades, y que es un problema que afecta a toda la sociedad. Es un asunto de todos, no un tema privado de una pareja que pasa entre cuatro paredes. Pero ante el maltrato miramos a otro lado, incluso hablamos mal de la mujer que denuncia a su marido. ¡Es el colmo! Por eso las denunciantes necesitan el apoyo, la profesionalidad y el conocimiento de jueces, policías, casas de acogida y personal de los servicios sociales. Todos deben tener una formación adecuada.

-¿El maltrato psicológico acaba siendo físico?

-No necesariamente, sobre todo en las clases más altas, que tratan de mantener las apariencias. Pero es brutal, es una labor de demolición que acaba con toda resistencia de la víctima.

-¿Qué aporta la ley contra la violencia doméstica?

-Es muy positivo que exista, como lo es que haya Juzgados especializados y que se luche por la educación en igualdad. Esto era impensable que existiera hace años, y, aunque es verdad que las mujeres siguen muriendo, también lo es que avanzamos y que somos la admiración de Europa por nuestras iniciativas. Pero es difícil cambiar la mentalidad cultural y las estructuras mentales vigentes durante siglos y siglos.

-¿Se puede erradicar?

-Sí, y si seguimos luchando se conseguirá en tres generaciones. Es decir, que mi nieto de 5 años lo verá, o al menos verá un cambio radical en la mentalidad.

-¿Y qué opina de las denuncias falsas?

-Que es otro mito interesado, como demuestra que en un año en Valencia sólo se dio un caso. Y es una situación extrapolable al resto de comunidades. Las mujeres no denuncian en falso, y si lo hacen, un profesional bien formado lo notaría. Hay que tener en cuenta también que el que haya sentencias absolutorias no quiere decir que sean denuncias falsas, sino que no se encontraron pruebas. También es un mito que las mujeres maltratan. En 2005 de 100 sentencias sólo entre un 6 por ciento y un 7 por ciento fueron contra mujeres, un tanto por ciento que se desprecia.

-¿Por qué hay mujeres que disculpan el maltrato?

-Porque han sido criadas en la misma cultura machista y con las mismas estructuras ideológicas que los hombres, pero se están dando pasos al frente muy importantes y eso está cambiando.

-¿Qué es el síndrome de alienación parental?

-Un invento para presionar a los jueces. Es posible que en algunas ocasiones exista, es decir, que se ponga a los hijos en contra de los padres, pero se está exagerando e instrumentalizando el asunto. Y lo malo es que tanto los padres como las madres están jugando con los niños. Eso es gravísimo. La ley en estos casos no protege bien a los niños, que siempre son las víctimas.