Una cultura bien trabada es como una estrella supernova, cuya luz nos llega después de fenecida. La cultura del 68 carece ya de base material e ideológica, o sea, esta biológicamente muerta. Sin embargo el cadáver goza de muy buena salud, como tal cadáver, pues las lentas putrefacciones son de fertilidad extraordinaria. Sin pretender cerrar el censo, habría tres clases de bichitos animando sus restos: los progres inerciales, que siguen donde estaban, y aportan una estética de época (como un coche de colección), que resulta entrañable; los antiguos progres hoy apóstatas, que hacen de haberlo sido, y no serlo ya, un argumento vital, que resulta bastante patético; y los perseguidores tardíos del progresismo, que no supieron de sus mieles ni hieles, y al patear el cadáver una y otra vez, despechados y nostálgicos (de lo no vivido), ofrecen una estampa más bien bobalicona.