Ser liberal es cosa un tanto equívoca. Hay un primer rasgo fácil de entender, que es el que afecta a las libertades públicas y los derechos cívicos. Sin embargo no se ha visto a nuestros liberales defender con ardor esos derechos, en materias como la moral sexual y familiar, o las relaciones con la Iglesia. Luego están los temas en que los liberales españoles son más guerreros, como el de «más privado y menos Estado» o la rebaja de impuestos. El problema está en que, vista la experiencia, ese liberalismo hace más libres a los que tienen más, y más dependientes de la desgracia a los que tienen menos. ¿Conseguiría ese liberalismo, mojigato en derechos civiles y achicador de derechos sociales y económicos, conquistar a una mayoría de españoles? Parece tan improbable como que la gente se ponga a escupir hacia arriba, aunque con el cambio climático se puede esperar cualquier prodigio.