Oviedo, E. URQUIOLA

«Voy a tratar el primer factor que hay que tener en cuenta cuando se está en guerra: el humano. Hablaré de la gente, tanto del combatiente como de la población civil, y cómo les afectó la Guerra de la Independencia». De esta manera inició el pasado miércoles el historiador Evaristo Martínez-Radío la conferencia «La Guerra de Independencia en Asturias: el hombre antes que el héroe» en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. La conferencia se inserta dentro del ciclo que, sobre el segundo centenario de la guerra, organiza el Club Prensa. Martínez-Radío fue ganador del premio «Padre Patac» de investigación en 2007.

Martínez-Radío expuso que la España moderna tiene su origen en la Guerra de Independencia, es un hito en la historia y de ahí que la existencia de «mitos románticos» que llegaron a la actualidad, y que según qué época acentúan los hechos más o menos gloriosos. El historiador lo dejó claro: «los asturianos deben ser reconocidos porque fueron los primeros en declarar la guerra a Napoleón, y en hacer frente el Ejército más poderoso del mundo». Sin embargo, apuntó que «no todo fueron hechos heroicos, los asturianos llevamos esa parte humana, los hombres antes que los héroes».

El lapso de tiempo que el investigador trató fue de 1808 a 1812, cuando acaba la guerra en Asturias. Martínez-Radío argumentó que aunque Asturias tenía poco valor económico, las características orográficas de su territorio, utilizadas como defensa y refugio, y el establecimiento en 1794 de fábricas de armas supusieron un foco de resistencia organizada. Asimismo, señaló la importancia estratégica de la región, puesto que para llegar a Portugal, como Napoleón pretendía, era necesario controlar las vías de comunicación del Norte, y a su vez, los asturianos podían tener una base de operaciones de aliados, tal y como sucedió con los ingleses en el puerto de Gijón.

Martínez-Radío hizo un repaso histórico para evocar cómo se sucedieron los hechos que llevaron a Asturias a declarar la guerra. El Tratado de Fontainebleau, que permitió la entrada de las tropas francesas a la nación, el motín de Aranjuez o la renuncia de Carlos IV y Fernando VII a la corona. Señaló que la rebelión asturiana del 9 de mayo no prosperó por la división entre la clase política: «La Audiencia de Oviedo era afrancesada y consiguió atemorizar a los asturianos al asegurar el predominio francés» dijo el experto.

Cuando llega el Ejército de Napoleón a Asturias, «se crea una junta de afrancesados en la que el marqués de San Esteban estaba a la cabeza» dijo el especialista, e hizo la siguiente pregunta: «¿Quién y por qué se colabora con el francés?». Para Martínez-Radío la cooperación puede tener diversas razones: porque un soldado es levado, por subsistencia, por obligación, por el deseo del fin de la guerra, o por convicción política sincera de aquellos que veían en Francia un aire renovador.

Sin embargo, el día 19 de mayo llega una orden proveniente de Madrid para fusilar a 58 asturianos. En este momento, se hace una Junta de Gobierno, «solamente de compatriotas, de los que quieren hacer cara a los franceses», y Asturias declara la guerra a Francia el día 25. CLUB PRENSA ASTURIANA