Oviedo, Luján PALACIOS

Se hicieron famosas cuando no eran más que cachorros indefensos, y hasta ahora, ya a sus 19 años, ya en edad adulta, no han dejado de atraer la atención del público. «Paca» y «Tola» son todo un símbolo de Asturias y el emblema de la recuperación del oso en la cordillera Cantábrica. Y son también el ejemplo de una vida bajo las cámaras y la curiosidad general. Tal vez porque el principio de su biografía es propio de un novelón tierno: sobrevivieron con cinco meses de edad a un cazador desaprensivo que las dejó huérfanas cuando su aspecto era el de unos peluches. Un comienzo muy visto, pero efectivo.

En junio de 1989 una llamada anónima alertó a un veterano cazador de Tineo de la existencia de dos pequeñas hembras de oso que se habían quedado solas. Su madre había caído bajo los disparos en una cacería furtiva, y quienes acabaron con su vida no quisieron que las crías corrieran su misma suerte. Fue un inicio de película para una vida de pantalla y de flashes, desde el momento mismo en que el cazador de Tineo recogió a las dos hermanas en el monasterio de Obona, depositadas allí por el comunicante anónimo. Desde entonces, las oseznas han sido, y son, parte del imaginario colectivo de los asturianos.

Las primeras fotos de las oseznas se tomaron a los pocos minutos del rescate. Los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil posan sonrientes con las crías en brazos, mientras «Paca» y «Tola» mordisquean y curiosean el nuevo mundo que se abría para ellas. Un mundo en el que los humanos han sido su única compañía. Hasta hace unas semanas.

La Guardia Civil entregó a las osas al Gobierno asturiano, que a su vez las cedió en custodia al Fondo Asturiano para la Protección de Animales Salvajes (FAPAS). Las crías fueron trasladadas a Llanes, a las instalaciones de la entidad. Allí recibieron sus nombres: «Paca», por la mujer del responsable del FAPAS, Roberto Hartasánchez, y «Tola», por el cazador que las rescató. Y allí también empezó una existencia desprovista de intimidad que continúa hoy.

De Llanes, las osas pasaron a Vic, en Cataluña, y de allí fueron de nuevo trasladadas al Parque Cinegético Nacional de El Hosquillo, en Cuenca. Su último destino fue, finalmente, Asturias. «Paca» y «Tola» regresaron a sus orígenes en 1996, año en el que tomaron posesión del cercado de Santo Adriano, en Proaza. Todas sus idas y venidas han sido seguidas con lupa y docenas de cámaras registrando cada movimiento de las hermanas. «Paca» y «Tola» ya no recuperarían nunca el anonimato. N la intimidad, porque desde el momento mismo en que perdieron a su madre estuvieron predestinadas a vivir cautivas.

Si algunos personajes famosos demandan a los medios por el acoso a que aseguran estar sometidos, a «Paca» y «Tola» no les faltarían argumentos para emprender una batalla semejante. Cada año son cientos los turistas que se acercan a Santo Adriano para contemplarlas. Cada desplazamiento de las osas, cualquiera que sea el motivo, llena páginas de periódico y minutos de televisión. Como cuando el cercado de Proaza se rompió por un desprendimiento en el año 2004 y las dos osas, ya adultas, tuvieron que ser trasladadas durante unos meses al parque de la naturaleza de Cabárceno.

El cambio temporal de domicilio se convirtió en un acontecimiento de calado, con el Gobierno regional velando por el bienestar de las osas, los medios de comunicación siguiendo paso a paso los preparativos y la mayoría de los asturianos preocupados por su destino.

Una atención que ha llegado al máximo nivel con el proyecto puesto en marcha en los últimos meses para que las emblemáticas osas tengan descendencia. «Furaco» es el macho de Cabárceno encargado de intentar perpetuar la especie. Y hasta en momentos tan íntimos «Paca» y «Tola» se ven acosadas por el ojo público.

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