Los números 7 y 8 del «Boletín Jovellanista», ese genial invento del Foro Jovellanos, del que me siento orgullosa partícipe, fue presentado el jueves en el incomparable patio de la casa natal. El libro, que reúne las actividades de los años 2006 y 2007, ha retrasado su publicación debido a la intensa actividad editorial de la Fundación en los dos últimos años, según manifestó su presidente, Jesús Menéndez Peláez. La inicial intención de este boletín, cuyo primer número data de 1999, era recoger las actividades del foro, y aquellas reseñas bibliográficas relacionadas con Jovellanos, es decir, una especie de acta o memoria histórica, que poco a poco fue ensanchando sus informaciones hasta constituir un precioso volumen de interesante y variado contenido. Si a ello se añade su presentación, formato, estilo y demás virtudes bibliófilas, estamos ante un lujo en toda regla digno de ser coleccionado. La presente edición recoge los textos de las conferencias celebradas, y hace una semblanza de los nuevos patronos incorporados al Foro: Bernardo Canga, Ramón Alvargonzález, Marcelo Palacios, Raúl Berzosa, Román Suárez Blanco y Ramón Álvarez Viña. Del mismo modo despide a los fallecidos, Luis Adaro, Antonio Martín y Eduardo González Menéndez.

La novedad en la sesión de ayer, sumada al estreno editorial, fue la puesta en circulación de un sello personalizado que reproduce el primer retrato de Jovellanos, pintado por Goya, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Asturias. A tal efecto, el secretario del foro, Orlando Moratinos, ofreció una cumplida y curiosa información relativa a esta estampilla, con la que también se obsequió a los participantes en la velada. Jovellanos, al mantener una intensa correspondencia con familiares, intelectuales y políticos de media España, era asiduo del departamento de Correos, dándose la circunstancia de que en el siglo XVII, al no existir sellos, se abonaba el importe del envío en la propia estafeta. No fue hasta 1850, en el reinado de Isabel II, diez años después de en Inglaterra, cuando pareció el primer sello. En la actualidad y desde hace un año, el servicio de Correos y Telégrafos ha puesto a disposición del público el sello personalizado, cuyo valor es el mismo de los oficiales, se imprime en la Casa de Moneda y Timbre, tiene idénticas características y sólo varía su diseño. Pero aquí el filtro es escrupuloso, sometido a parámetros de máxima dignidad. Jovellanos ya había aparecido en tres ediciones públicas, pero éste es el primer sello impulsado por el foro.

Completó la jornada jovellanista el director del boletín, Agustín Guzmán Sancho, ofreciendo una bella semblanza de un personaje trascendente en la vida de Jovino, Juan José Arias de Saavedra, calificado de gris y enigmático, pero de tanta proximidad a nuestro ilustre paisano que éste le llamaba «papá». Había nacido en Atienza en 1737, hizo estudios en la Universidad de Sigüenza y en la de Alcalá, donde conoció a Jovellanos, que pretendía una beca de ingreso y para la que se precisaban ciertas pruebas de nobleza, que Arias de Saavedra se encargó de reunir. Este papel de padrino y sus siete años de mayor edad le hicieron merecer el cariñoso apelativo. Desde entonces fue, de por vida, su fiel consejero, administrador y amigo, hasta el punto de que Jovellanos, al redactar su testamento en la prisión de Bellver, le otorgó absolutos poderes para distribuir sus bienes. Ambos sufrieron suertes parecidas, e incluso sus fallecimientos acontecieron en el mismo año, y fuera de sus hogares.