Madrid, J. MORÁN

Luis Suárez Fernández, catedrático emérito de Historia de la Universidad Autónoma de Madrid, medievalista, a la vez que especialista en otros períodos y materias de la Historia de España y de Europa, completa en esta tercera entrega las reflexiones que ofreció a LA NUEVA ESPAÑA. A sus 84 años (Gijón, 1924), Suárez ha meditado sobre el papel de España en la Europa de las cinco naciones, sobre los judíos, sobre Jovellanos, y aquí lo hace sobre Franco y sus lugares comunes. También se define a sí mismo como convencido católico.

l Los mitos sobre Franco: pro nazi y cruel. «Nunca fue partidario de los nazis, al contrario. Cuando se entrevista con Mussolini, lo primero que le pregunta es por qué se ha metido en guerra; qué estupidez, vamos. No fue partidario ni de los alemanes, ni de la guerra. A Franco también le previene el Vaticano sobre los nazis. Es una misión que Roma le encomienda al cardenal Gomá, y Franco se pone de rodillas delante de la cama de Gomá, cuando estaba agonizando, y le besa la mano y le dice: "Mientras yo esté aquí, no entraremos en guerra". Otro de los tópicos sobre Franco es el de la crueldad. Ni mucho menos; al contrario, él iba frenando. Ahí, el papel de Carrero fue decisivo. Cuando Franco no tiene más remedio que acudir a Carrero, cuando le ha fallado Serrano Suñer, una de las condiciones que le pone es que hay que ir al perdón y a la reconciliación. No quiere decir que no se castiguen los crímenes».

l El caso de Grimau. «Se ha hablado mucho de la ejecución de Grimau, pero Grimau era un asesino de la peor especie. En cualquier país le hubieran condenado. Cuando leí el proceso de Grimau, me quedé impresionadísimo. Una señora importante de Barcelona declara: "A mí me estaban violando mientras asesinaban a mi marido". Grimau era ese asesino. Los testimonios son terribles. No soy partidario de la pena de muerte, pero comprendo que en un momento determinado hay quienes tomen medidas tan terribles».

l La represión franquista. «Creo que uno de los errores fue no haber sido más clemente, no imitar mejor a los Reyes Católicos, que evitan represalias. Pero fue mucho mayor la represión en Francia, por ejemplo, contra los colaboracionistas. Mucho mayor, y, sin embargo, de eso no se ha dicho nada. En mi opinión, el franquismo acierta cuando da leyes como la de 1942, cuando ya se eliminan los delitos de la guerra y se rebajan todas las penas a los que habían estado cuatro o cinco años. Todo eso lo consigue poco a poco Carrero».

l Franco, la Masonería y Gibraltar. «Tiene momentos en los que influye más, pero no comparto esa idea de que la Masonería haya estado tan presente. La Masonería es el establecimiento de una nueva forma de vida dentro del deísmo. Se ha exagerado mucho. Cuando Azaña ingresa en la Masonería, dice que aquello no es nada, que no tiene valor, y enseguida lo deja. Hay una conversación de Foster Dulles con Franco que es muy curiosa. Dulles, secretario de Estado de EE UU, le reprocha a Franco que persiga a la Masonería y le pregunta por qué tiene esa manía, si la Masonería es muy buena. Franco le dice: "Mire, yo estoy convencido de que la Masonería es muy buena en Inglaterra para Inglaterra; lo malo es que en España sigue siendo muy buena para Inglaterra". A Franco le preocupaba mucho que Gibraltar fuera el gran centro masónico de todo el occidente mediterráneo. El veía en ello una de las razones por las cuales no se le había cumplido la promesa que le hiciera Churchill, que durante la guerra le prometió devolver Gibraltar si España no entraba en el conflicto. Pero cambian por completo de opinión, niegan todo y destruyen la documentación. Eso a Franco le molesta, pero, en general, sobre la Masonería se ha exagerado mucho».

l El Valle de los Caídos. «En un momento determinado, se planteó la cuestión de si había que hacer un monumento a los muertos de la Guerra Civil y hubo dos corrientes distintas: los que querían un monumento a los caídos de un bando, y otros, como Franco y Carrero, que insistieron en lo contrario, en un monumento en el que se borrasen las diferencias y donde todos los católicos, o todos aquellos que perteneciesen a familias que lo solicitasen, pudieran reposar juntos en un acto de respeto y de reconciliación. Por eso era necesario el signo de la cruz. Cuando el cardenal Roncalli deja la nunciatura en París, había hecho unas declaraciones que podían molestar en España, y el Papa Pío XII le dice que, antes de volver a Roma, pase por España. Al venir, era el año 1954, le cogen Martín Artajo y el cardenal Ángel Herrera Oria y le llevan a ver las obras y le explican lo que se está haciendo allí. Roncalli dice que nunca se ha visto una cosa mejor, con la idea de superar el odio de la guerra. Años más tarde, en el ochenta y tantos, el actual Papa, cuando era cardenal Ratzinger, viene a los cursos de El Escorial y sube al Valle. Tiene la misma reacción: juzga que es una gran idea. Ahora están desfasando lo que es el Valle, que en sí es un intento -se habrá conseguido o no- de reconciliación y de no hablar del odio que sintieron unos contra otros».

l Conciencia histórica contra memoria histórica. «Asistí a reuniones internacionales de historiadores, en Estocolmo, o en la sala del Soviet Supremo, en Moscú, donde nos explicaron qué es la memoria histórica, que en el fondo es una memoria política, un falseamiento de la realidad. Es recoger de la Historia únicamente aquello que está a favor de la ideología que yo defiendo. La labor del historiador no es crear una memoria, sino una conciencia en la que entren todos los acontecimientos, buenos o malos, porque de eso es de lo que hay que aprender. Quien habla muy claramente de conciencia histórica es Jacob Burckhardt, que fue uno de los mejores historiadores. Cada generación recibe de las generaciones anteriores un patrimonio, y ese patrimonio constituye una conciencia en la que entran cosas buenas y malas, deseables y no deseables, pero yo tengo que aprender de todo eso. Ante esa conciencia, yo puedo tomar tres actitudes distintas, y dos son absolutamente erróneas. Una es el tradicionalismo excesivo, decir que todo lo que hasta ahora ha sucedido es lo bueno y no tenemos que cambiar nada. Otra es decir yo tiro por la borda todo y no recuerdo de la Historia más que lo que me conviene. Es la actitud revolucionaria. Es lo que el marxismo nos estaba recomendando en esas reuniones internacionales de historiadores. Y la tercera es la correcta: cojo esa herencia y la estudio, y trato de aprovecharla, como hace el ser humano cuando recibe un capital».

l Historiador conservador. «No sé lo que quiere decir ser un historiador conservador. Depende del sentido en el que lo digan. Me defino únicamente como católico, y sí, sí, pertenezco al Opus Dei, aunque la idea que tenemos es que no parezca que estamos presumiendo de ello. Eso sí, no soy numerario, como a veces se ha dicho, soy supernumerario, tengo familia, esposa y tres hijos y cinco nietos. Me defino como católico, pero como lo era Jovellanos, es decir, en el sentido de la apertura. En la línea de Edith Stein. Soy un partidario del Papa actual; cada vez que leo una cosa suya, veo en él más claridad. Y eso es lo único que verdaderamente me importa, como historiador y como ciudadano. Los problemas que el mundo está atravesando ahora podrían ir solucionándose si fuésemos capaces de reconstruir el orden moral que la doctrina cristiana lleva dentro, la defensa de la persona humana, tratando de evitar caer en errores como en los que hemos caído en el pasado. Yo no tolero a los judíos, les quiero. No es lo mismo. Yo no defiendo la tolerancia; para mí, es un mal, porque, ¿qué se tolera? No lo que es bueno, sino lo que es malo, pero no me convendría ahora a mí, que soy tolerante, jugar el papel del malo. Sí, pero lo que se tolera debe desaparecer. Durante siglos, las casas de prostitución se llamaban casas de tolerancia. Hay que llegar más lejos, tratar de comprender, sentir afecto. Si todo eso es ser conservador, yo lo soy».

«"Estoy convencido de que la Masonería es muy buena en Inglaterra para Inglaterra; lo malo es que en España sigue siendo muy buena para Inglaterra", le dijo Franco a Foster Dulles, secretario de Estado de EE UU»

«Cuando leí el proceso de Grimau, me quedé impresionadísimo; una señora importante de Barcelona declara: "A mí me estaban violando mientras Grimau mataba a mi marido". Era un asesino de la peor especie»