Oviedo, Marcos PALICIO

El abogado y político asturiano Alejandro Fernández-Sordo, hombre clave del franquismo y de los primeros pasos de la transición, falleció el pasado miércoles en Madrid a los 87 años. Nacido en Oviedo el 4 de septiembre de 1921 y con raíces familiares en Cue (Llanes), deja atrás una precoz y extensa carrera política que recorrió todo el franquismo y los primeros pasos de la transición. Su currículum incluye, entre otros muchos, los cargos de delegado provincial de Información y Turismo en Asturias y, desde 1964 en Madrid, responsable de la prensa y la radio del Movimiento y director general de Prensa. Abandonó el primer plano de la política activa después de hacerse cargo, entre 1974 y 1975, del Ministerio de Relaciones Sindicales en el Gobierno de Carlos Arias Navarro.

Fernández-Sordo consagró el final de su vida fuera de la política al ejercicio de la abogacía -«trabajó hasta el jueves anterior», recordaba ayer Alejandro, uno de sus cinco hijos- y fue además presidente del Banco de Crédito Local y consejero delegado de la constructora Huarte. El ex ministro recibió sepultura el pasado jueves en la localidad madrileña de Moralzarzal, donde tenía una casa en la que descansaba junto a su esposa, María de la Concepción Cabal Vega. Deja viuda, cinco hijos, diecisiete nietos y dos bisnietos.

Algunos de los que lo conocieron reparan en su inteligencia y cultura y en la extraordinaria influencia que ejerció sobre la política asturiana, así como en la dureza e inflexibilidad de su trabajo administrando la censura. El periodista Eduardo G. Rico, que fue su amigo a pesar de la divergencia ideológica que les separaba, encuentra el recuerdo de un hombre «perfectamente definido políticamente. Era un franquista, pero no encajaba en el modelo típico. Era un franquista tirando hacia la izquierda, más liberal». No faltan en Asturias los que le reprochan los encontronazos con la tijera del censor ni los que tienen pruebas de su talla intelectual: «Ibas a él con Bertolt Brecht y te decía que no, pero al menos sabía quién era», rememora algún promotor de representaciones teatrales frustradas.

Alejandro Fernández-Sordo nació en Oviedo, pero creció en Llanes, villa de la que fue nombrado hijo adoptivo el 19 de enero de 1974. Una paradoja del destino quiso que él, hijo de periodista, acabase al frente de la Dirección General de Prensa y la censura. Pero antes pasaron muchas más cosas. Huérfano desde los 8 años, el hijo de Alejandro Fernández Álvarez y de la llanisca Amparo Sordo se crió en Llanes con unos primos de su madre. Allí estudió en el Colegio de los Agustinos hasta que se trasladó a Oviedo a continuar sus estudios. La atracción de la política comenzó muy pronto y con ella los primeros cargos de responsabilidad desde la adolescencia. Ya antes de la Guerra Civil, Fernández-Sordo era delegado de prensa y propaganda del Sindicato Español Universitario (SEU) de Bachillerato y fue uno de los falangistas que recibieron en Llanes a José Antonio Primo de Rivera en 1936. Pasada la contienda, se licenció en Oviedo con premio extraordinario, se especializó en Administrativo y llegó a catedrático auxiliar del ex rector Sabino Álvarez-Gendín. Ingresó por oposición en el cuerpo de delegados provinciales del Ministerio de Información y Turismo, que le destinó a Asturias.

Este momento dirigió su carrera posterior y su ascenso en el escalafón del franquismo. Fue consejero provincial del Movimiento en Asturias, concejal del Ayuntamiento de Oviedo y, desde 1956, delegado provincial de Información y Turismo y responsable de la censura en momentos especialmente conflictivos para el régimen, como las huelgas mineras de 1962. Su promoción en la estructura de la dictadura franquista le llevó a Madrid en 1964, primero como jefe nacional del Sindicato de Prensa, Radio, Televisión y Publicidad y al año siguiente como responsable de los periódicos y emisoras de radio del Movimiento.

La censura ya había sido relajada por la «ley Fraga» cuando Alejandro Fernández-Sordo fue nombrado, en 1969, director general de Prensa. Ejerció también como consejero nacional del Movimiento y procurador en Cortes y los años finales del franquismo le auparon al Ministerio de Relaciones Sindicales entre 1974 y 1975. Ahí se acabó la política. «Nunca nos habló de los motivos», decía ayer su hija Concha. Y paró a pesar de la proximidad que tuvo con el Rey Juan Carlos en los momentos anteriores y posteriores a la muerte de Franco. «Él era un hombre muy cercano al Príncipe», confirma Noel Zapico, hoy adjunto a la Procuradora General del Principado y presidente del Consejo de Trabajo cuando Fernández-Sordo era ministro. «Tengo para mí que era uno de los que le asesoraban en la transición, aunque después, cuando el Rey hace dimitir a Carlos Arias, Alejandro no sigue».

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