Consejera de Hacienda de Castilla y León

Oviedo, Juan A. ARDURA

No se muerde la lengua al valorar la estrategia del Gobierno central para negociar la revisión del modelo de financiación autonómica. La consejera de Hacienda de Castilla y León, Pilar del Olmo (Valbuena del Duero, Valladolid, 1962) considera a Asturias un buen aliado en esta larga negociación, pero a dos semanas de un posible acuerdo teme que el nuevo modelo de reparto consagre una España de dos velocidades.

-¿Cómo es la relación con el Gobierno asturiano, con el que comparten exigencias comunes como el envejecimiento y la dispersión?

-Muy fluida. Nos intercambiamos todos los documentos de trabajo. El Gobierno asturiano ha mantenido la misma postura en todo momento, como Galicia y Extremadura y nosotros mismos.

-Pero el frente noroeste pasó a mejor vida. ¿Por qué no han vuelto a reunirse para hacer fuerza en la fase final de la negociación?

-Es complicado visualizar de manera conjunta determinadas posiciones porque se trata de gobiernos de diferentes colores. Pero Asturias y Castilla y León firmamos un acuerdo sobre financiación autonómica que sigue vigente.

-Elena Salgado ha reconocido a Asturias que el sobreenvejecimiento entrará en el nuevo modelo. ¿Supone también un avance para Castilla y León?

-Para Castilla y León el Gobierno central está mudo. Desde las elecciones gallegas no hemos tenido noticias de Madrid. No nos gusta cómo evoluciona la negociación. No tenemos datos de primera mano y así es muy complicado negociar. Será muy difícil de compaginar que a Asturias le digan que habrá dinero para el sobreenvejecimiento, que a Andalucía le den más dinero por tener más población por debajo de los 18 años y que a Galicia le garanticen que mantendrá un peso del 7,1% en el futuro reparto.

-¿La victoria de Alberto Núñez Feijóo en Galicia ha supuesto para Castilla y León un nuevo aliado en el PP, donde todos los presidentes autonómicos pedían más peso para la población?

-En esta negociación nunca me he sentido alineada con las comunidades del PP pese a ser del mismo partido. Tenemos intereses muy distintos. Ahora, con Galicia, me siento más acompañada pero para mí el signo político de las autonomías no es lo más importante cuando se habla de financiación.

-¿Sería bueno recuperar el frente del noroeste en la fase final de la negociación?

-Creo que no. Castilla y León no está frente a nadie. Defendemos los intereses de nuestros ciudadanos para que reciban el mismo trato que los de otras autonomías. El único frente, hoy por hoy, es contra el Gobierno de España.

-¿Entonces el acuerdo, a dos semanas vista, está imposible?

-Comprendo la dificultad de lograr un modelo bueno para todos. Quedan unas semanas decisivas. Espero que el Gobierno central dé un paso y sea transparente, porque cada día desayunamos con noticias contradictorias.

-¿Están dispuestos a votar contra la nueva financiación?

-De seguir así, la rechazaremos y eso que nos viene bien el dinero, para qué engañarnos. Pero nos preocupa, sobre todo, la evolución del modelo. ¿De qué nos serviría tener ahora más dinero y a la vuelta de tres o cuatro años encontrarnos con menos dinero que en el sistema de 2001 porque hayamos perdido población? El modelo de financiación que ofrece el Gobierno de Zapatero es pan para hoy y hambre para mañana a las autonomías que pierden población. Porque está claro que el gasto sanitario nunca mengua.

-¿Qué le parece el criterio del esfuerzo fiscal que esgrime Cataluña para reclamar una mejor posición en el futuro reparto?

-Lo rechazo. Es erróneo. El argumento es tan absurdo que de extenderse a los ciudadanos, los que pagan más impuestos, podrían exigir que les atendieran mejor en un hospital público que, por ejemplo, a un parado porque éste aporta menos al sistema. Es ridículo.

-¿Se sienten comparsas en esta negociación respecto a comunidades como Cataluña?

-Está claro. Da la sensación de que el modelo de financiación se cerrará cuando Cataluña decida qué le viene bien. El Gobierno ha convertido esta negociación en una compra de voluntades políticas a los nacionalismos.