Las infraestructuras, que han sido y son la gran apuesta asturiana como vía de alcanzar el desarrollo, evidencian cada vez más su insuficiencia para colmar esa expectativa. La mejora del PIB no se acompasa al aumento de la inversión y del «stock» de capital público (infraestructuras) porque, como evidencian todos los estudios, la inversión privada no sigue la senda ni la intensidad de la apuesta estatal.

Hoy Asturias reúne el 3,5% del capital neto de infraestructuras públicas existentes en España, cuando la región sólo aporta el 2,1% del PIB, el 2,4% de la población y el 2,09% del territorio. El déficit real de Asturias no está por ello en la inversión pública, sino en la apuesta privada: el capital neto privado no residencial (excluidas las viviendas) supone el 2,5% del total español, 1 punto menos que el capital público.

Los estudios académicos disponibles coinciden por ello en que el efecto dinamizador de la mejora de las infraestructuras en Asturias está perdiendo eficacia, porque el rendimiento de esas mejoras cada vez es menor.

De hecho, entre 2000-2008, Asturias ha sido, según la Contabilidad Nacional, la segunda región con menor crecimiento acumulado, sólo superior a Baleares. Sí se ha producido en ese tiempo (2000-2008) un avance en la posición relativa en PIB per cápita (Asturias pasó del puesto 13.º al 10.º en el conjunto de las 17 comunidades autónomas, y, de situarse en el 83,6% de la media española, ha alcanzado el 93,9%), pero a ello ha contribuido el ínfimo y casi inexistente crecimiento demográfico asturiano, mientras España ha vivido un fortísimo aumento poblacional en el mismo período.

A la inversa, y pese a ser la segunda región que menos aumentó la generación de riqueza entre 2000 y 2008 en términos de incremento del PIB, los fuertes mecanismos de solidaridad interterritorial han logrado situar a Asturias por encima de la media española en renta familiar bruta en poder de compra en 2008, con lo que la calidad de vida regional progresa y supera a la media del país aun cuando la aportación asturiana a la prosperidad económica del conjunto de la nación no ha sido capaz aún de situarse siquiera en el promedio.

La insuficiencia de nuevos sectores vanguardistas en la región y la escasez de nuevos emprendedores (por más que todo ello haya mejorado respecto al pasado) ha llevado a la región a otra de sus grandes apuestas de futuro: el ambicioso plan, fruto del incentivo político, para que Asturias, un región excedentaria en producción eléctrica, se afiance como gran potencia energética ampliando de forma muy relevante su capacidad instalada con un ambicioso plan de nuevos emplazamientos de generación.

La otra gran ofensiva del dirigismo indicativo público para alentar nuevos factores de estímulo a la actividad es la macroampliación portuaria, que se fundamenta en la esperanza de que pueda servir para nuevas implantaciones fabriles (de iniciativa autóctona o foránea), y como cauce exportador que estimule la expansión comercial de nuestros fabricantes. Pero que surge también de la esperanza de que, si tales efectos no llegaran a producirse por la histórica baja respuesta de la iniciativa asturiana a los estímulos, el propio puerto pudiera ser, por sí mismo, un generador de rentas merced a la entrada y salida de mercancías desde o hacia las provincias del interior, con lo que Asturias actuaría como mera prestataria de servicios logísticos.

La política sectorial más definida se ha dirigido, por un lado, a la preservación de los sectores existentes (es evidente el propósito de buena relación política con las grandes multinacionales, como Arcelor-Mittal, Xstrata, Alcoa y otras, y la mediación regional en la búsqueda de soluciones alternativas a la supresión de la tarifa G4 así lo evidencian) y, por otro, al intento de captar empresas vinculadas a las nuevas tecnologías. Las TIC's (o empresas tecnológicas de la información y la comunicación) han sido uno de los objetivos, y sus resultados, si bien todavía son discretos como para hablar de una masa crítica relevante, son apreciables: hoy Asturias reúne el 6,75% de las factorías del software del país. La posición en otro sector de futuro, las biotecnológicas, es menor: oscila entre el 2 y el 5% del total nacional.

Hoy el problemas asturiano no es de inexistencia de iniciativa empresarial, sino de insuficiencia para el tamaño que le debería corresponder a la región. Lo que no obsta para que la situación haya mejorado de forma notable, al extremo de que no pocos de los medianos grupos relevantes de la comunidad apenas tienen entre 20 y 30 años de existencia. Es decir, justo en pleno derrumbe de los sectores antiguos, comenzaron a emerger iniciativas que hoy conforman un elenco de empresas significativas en sus respectivos sectores. La empresa de capital asturiano de mayor tamaño por empleo nació en 1987, hace apenas 22 años, y alcanzó el liderazgo en la última década.

En el último decenio (1999-2009) aunque con lentitud y de forma aún rala, la sociedad civil asturiana ha seguido generando nuevas iniciativas y ocupando parcelas nuevas y cubriendo lagunas que hacían de Asturias un territorio de excepción. Hasta hace sólo dos años, por ejemplo, Asturias era la única región española que carecía de negocios de capital-riesgo de titularidad privada. Hoy lo tiene, su accionariado es asturiano y ya opera en varias regiones.

Pero esta nueva realidad naciente que se alumbra en este primer decenio del siglo XXI aún no ha sido capaz de hacer olvidar lo que podría ser y aún no ha sido. Los diez años del mandato de Areces arrancaron sólo tres después de que se hubiera consumado la renuncia a los últimos baluartes de la banca regional por parte del capitalismo histórico asturiano Y, perdido el punto de apoyo del poder financiero, 2001 conoció la entrega a capital exterior del único gran sector líder (el eléctrico) que aún quedaba en manos de la antaño burguesía industrial y financiera asturiana, que se había gestado desde la segunda mitad del XIX y que había emprendido su repliegue en 1967. Aquella clase dirigente -que constituyó con las burguesías vasca y catalana, aunque con menor poder que éstas, uno de los tres grandes grupos de la oligarquía española del siglo XX- se disipó de forma irreversible en este último decenio, justo en el arranque del siglo XXI, con la excepción de apenas dos dinastías que aún mantienen bajo su control resortes industriales y empresariales.

Pero fue también ahora, en esta primera década del XXI, cuando, a la inversa, el más vetusto baluarte industrial de la región, con más de 150 años de historia, ha pasado a ser, por vez primera en siglo y medio, de propiedad asturiana, con la entrada en 2000 de varios grupos regionales en su accionariado. Este hito desvela que los viejos actores se retiran, pero que otros nuevos (y algunos no tan novedosos) se incorporan. Aunque con un matiz: la tasa de reposición del viejo empresariado por las nuevas levas de inversores sigue siendo, al menos por ahora, todavía insuficiente.