De los fastos del aniversario del primer pie humano en la Luna, lo que más choca es el refrendo unánime a que ha sido un gran paso de la Humanidad. Los menos adictos se refugian en el negacionismo del hecho, pero no se ponen en contra. Pasado el plenilunio de la conmemoración, debo decir que la llegada del hombre a la Luna siempre me ha parecido un hecho repugnante, y además un sacrilegio (por ese orden). La repugnancia viene del olor a establo. El establo de marras es nuestra civilización, cuyos hitos son las conquistas, sus héroes los conquistadores, y su culto el que rinde a las cagadas de éstos. Es lo propio de una biología depredadora. Ese no saber hacer otra cosa, y encima festejar cada más-de-lo-mismo-pero-mayor, da náuseas. No sabemos salir del establo y hacemos un establo cada vez más grande. La ampliación del establo al Cosmos empezó hace cuatro décadas. Una fecha para olvidar.