Avilés,

Myriam MANCISIDOR

La crisis ha llegado a los mares: el número de capturas ha caído considerablemente en los últimos seis años y costeras como la del bonito, la más tradicional del verano asturiano, ya no salen rentables a los pescadores que faenan en el Cantábrico. Los precios, acusan los pescadores, tienden a la baja en las rulas de la región, falta mano de obra cualificada y los gastos de mantenimiento de una embarcación superan las ganancias. Las voces más pesimistas aseguran que el sector pesquero ha tocado fondo en la región. Otros creen que ahora es tiempo «de pescar ideas». El presidente de la Federación Asturiana de Cofradías de Pesca -a la que no pertenecen, por decisión propia, las de Avilés, la más importante de la región por volumen de ventas, y Lastres- está a favor de realizar cada año paros biológicos de hasta 40 días para que se regeneren las aguas. Y es que la merma de capturas afecta a especies con gran demanda como el calamar, la anchoa, el pixín, la merluza, el bonito, la sardinas, la angula y el pulpo.

¿El motivo? Dimas García achaca las pocas capturas y los pésimos resultados económicos a diferentes causas: el escaso control de la pesca deportiva, el intrusismo o el paro biológico en la pesca de la anchoa, que comenzó hace ahora un lustro. El responsable de la Coordinadora para el Estudio y Protección de las Especies Marinas (Cepesma), Luis Laria, vincula la disminución de capturas a la sobrepesca y al calentamiento del agua del Cantábrico. La falta de alimentos para los peces, que emigran en busca de sustento a aguas más ricas, y el mal uso de ciertas artes de pesca influyen también, según los pescadores asturianos, en que cada vez haya menos especies en el Cantábrico. La flota asturiana sumaba 374 embarcaciones en 2007, siendo 255 de artes menores (flota de bajura).

El calamar es, a día de hoy, una de las especias amenazadas. Las capturas del cefalópodo han disminuido un 50 por ciento en los últimos cuatro años (de 77.680 kilos en 2004 a 38.905 kilos en 2008). Para Dimas García, las estadísticas eran previsibles. «Llevamos años sin controlar la pesca deportiva y cada vez hay menos recursos», sentenció. Los pescadores que cada día salen al mar para calar las poteras con las que se pescan estos cefalópodos culpan, además, a los intrusos y furtivos de la disminución de especies.

La anchoa (bocarte) es otra pieza amenazada del puzle pesquero asturiano. «El paro biológico que comenzó hace cinco años está llevando a la ruina a muchas embarcaciones», manifestó García, quien tiene pocas esperanzas en que el veto a esta especie dé resultados. «Dicen que nos permitirán faenar a los cinco cerqueros que quedan cuando se alcancen las 33.000 toneladas de biomasa y en estos cinco años hemos pasado de 21.000 a 22.400. Para llegar a 33.000 necesitamos veinte años más», explicó. La escasez de bonitos, recalcó con cierto alivio, puede repercutir en el aumento de bancos de anchoa y de sardinas. El túnido se come a la anchoa. Y este año, apenas transcurridos dos meses de temporada bonitera, las expectativas son pésimas. Las consecuencias del desplome de capturas tienen un primer reflejo en los barcos de bajura, que prácticamente sin excepción se han dado de baja de una costera en la que, en vez de ganar dinero, según los patrones, lo pierden.

El pixín es otra especie que peligra en aguas asturianas y que repercute en las embarcaciones de bajura. También el pulpo, este año prácticamente inexistente. «Hay poco pulpo y, además, pequeño, de menos de un kilo. Por este motivo pedimos a Pesca que amplíe la temporada durante septiembre y octubre, entonces tal vez se pueda coger algo mejor, pero estamos pendientes de una respuesta», subrayó Dimas García, quien explicó que la escasez de pulpo, al igual que de marisco, es cíclica. «Durante dos o tres años siempre se coge mucho y, luego, hay uno de bajón», recalcó.

La merluza es otra especie característica del mercado asturiano que está pasando ahora sus peores horas debido a la caída en picado de los precios. En el año 2004, este pescado que en el cómputo anual sumó 2.790.371 kilos se vendió a un precio medio de 5,22 euros. El pasado mes de julio, con 1.232 kilos de capturas, el coste medio en rula de la merluza fue de 4,30 euros. El desfase de precios está llevando a algunos armadores a la lonja gallega de Burela. «Aquí estamos metiéndonos ya en otra guerra», precisó Dimas García.

El diputado popular Luis Peláez criticó, por su parte, que los precios de pescado en Avilés (la principal lonja asturiana) han caído un 30 por ciento respecto a los registrados en Galicia o en vecino puerto de Gijón. Advirtió, además, de que más de 20 barcos ya han dejado la rula avilesina. «Estamos hablando de gente que está al límite y para ellos no es rentable vender en Avilés. Tampoco les es cómodo ir a Galicia, pero es una rula más competitiva en precios donde no se margina a los profesionales», concluyó Peláez.