El 8 de octubre, a las 11 de la mañana, varios aparatos de la base aérea de León bombardearon los alrededores de Oviedo. En los días anteriores, aeroplanos de la citada base habían sobrevolado Oviedo y otros lugares de Asturias pero sólo fueron vuelos de reconocimiento, sin hacer uso de las ametralladoras que portaban ni lanzar bombas. El primer día que aparecieron los aviones, el 5 de octubre, los revolucionarios los recibieron con júbilo y saludaron su presencia con trapos rojos y vítores. Había orden entre ellos de no disparar contra la aviación. Alguno de los aparatos volaba tan bajo, que hubo revolucionarios que alcanzaron a ver cómo el piloto saludaba puño en alto.

No eran fantasías de los revolucionarios asturianos. En la base aérea de la Virgen del Camino, en León, contaba la revolución con bastantes simpatizantes. El jefe de la misma, el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, era militar muy significado no sólo por sus ideas republicanas, sino también por sus simpatías con el movimiento obrero. Y había otros mandos en la base que compartían ese mismo ideario. Dentro de la base, entre los soldados, había simpatizantes de los socialistas y de los anarquistas, y existía un plan para apoderarse de la misma, pero les falló la ayuda exterior. A pesar de ello, algunos soldados y otros empleados, entre los que había bastantes asturianos, trataron de impedir el día 7 que salieran los aparatos, manifestando: «¡No hay derecho a que los aviones salgan a bombardear Asturias!». Pero los soldados no tenían munición, sólo las armas descargadas, y fueron fácilmente controlados por los oficiales. Todavía entonces había entre los pilotos bastantes reticencias a combatir contra otros españoles.

Francisco Franco Bahamonde, que hacía funciones de jefe del Estado Mayor del Ejército desde el Ministerio de la Guerra, era primo carnal del jefe de la base de León, con el que ya había tenido fuertes enfrentamientos por sus discrepancias políticas, y según el testimonio de otra familiar, Pilar Jaraiz Franco, una vez le había dicho: «Un día te voy a fusilar». Enterado de que en la base de León no se cumplían las órdenes de bombardeo, el general Franco destituyó fulminantemente a su primo el día 7, aunque el cese no se hizo oficial hasta el 16. Un militar de mayor rango se hizo cargo de la base, y desde entonces la aviación comenzó a sembrar el terror entre los revolucionarios asturianos y entre la población de las cuencas mineras.

No menos daño que la aviación empezaron a causar unas octavillas lanzadas por los aviones en las que se instaba: «Rebeldes de Asturias. ¡Rendíos!». No era eso lo malo, sino que en ellas se decía también: «No queda una huelga en toda España. Estáis solos y vais a ser las víctimas de la revolución vencida y fracasada». También se decía en ellas que la Generalidad de Cataluña se había rendido y que todas las fuerzas de España entera iban contra ellos.