Gijón, J. MORÁN

El psiquiatra Pedro Quirós Corujo, de 76 años, relata en esta tercera y última entrega de sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA la actividad política que desempeñó de modo frustrante al tiempo que continuaba con su actividad profesional. Sus estudios sobre alcoholismo o arte y locura también han ocupado sus principales investigaciones.

l De La Cadellada a la docencia. «Los inicios de la reforma psiquiátrica llevaron al Hospital de La Cadellada a un tiempo en el que no funciona nada, que como ya digo sólo se arreglará cuando se crean los centros de salud mental y las unidades de psiquiatría en los hospitales. En aquellos años había más fármacos y más médicos, pero había una especie de vacío asistencial. De La Cadellada me acabó echando López Muñiz, el presidente de la Diputación. Me escribió una carta insultante, en la que decía que me faltaba educación, y le contesté que para saber de mi educación y buenas costumbres había que haber nacido en Oviedo y no en Valladolid, y que lo que sabía de mí era por referencias equivocadas. Aquello fue la caraba. Tras la etapa de La Cadellada, Jaime Buylla me llamó para trabajar en el Centro de Rehabilitación del Hospital General y, posteriormente, cuando se crearon los servicios de Neurología y de Psiquiatría me presenté a un concurso-oposición y entré como jefe del Servicio de Psiquiatría, hasta la jubilación. También fui profesor encargado cuando se crea la Facultad de Medicina de Oviedo. Fue en el momento en el que se incorporó López Ibor hijo y me pidió que diera algunas clases, pero él no llegó a dar clases hasta el segundo semestre. Después examinó a los alumnos y me suspendió a la mitad. También estuve con Bobes, de profesor asistente».

l Un socialismo útil. «Fui concejal del PSOE en el primer Ayuntamiento democrático de Oviedo y diputado en el Ente Preautonómico. Esa fue mi desgracia. Me parecía que las cosas eran un caos y que había que echar una mano de alguna forma, pero fue un delirio. Tenía contacto con el PSOE, me gustaban sus ideas y el socialismo que preconizaba me parecía útil. Estaba en contacto con Sanjurjo, con Gracia Noriega, con Rafael Fernández o con Juan Luis Rodríguez-Vigil, un hombre muy inteligente y creativo. La cosa había comenzado en los últimos años del franquismo. Mi actividad política consistía en reuniones del PSOE en las que participaba en mi condición de médico. Nos reuníamos en Madrid, con Ciriaco de Vicente. Estaba temblando con que nombraran ministro a De Vicente, pero Felipe fue un genio al apartarle. Mi padre vio muy mal mi acercamiento a los socialistas. Para su generación, la izquierda era la de 1934».

l Buenas amistades y órdenes de Madrid. «Lo único que saqué en limpio de aquella experiencia política fue un grupo de amigos, gente de bien, personas a las que luego eliminan, como Wenceslao López, Camblor, Cima... En la Junta están personas como Manolo Villa, que fue alcalde de Siero mucho tiempo. En el Ayuntamiento me tocó la época de Luis Riera en la Alcaldía, un hombre genial, simpático, con don de gentes, con mucha mano izquierda. Con Riera, que era de AP, no había conflictos, aunque yo estuviese en la oposición. De hecho, había relaciones muy buenas con los concejales de AP, y conservo un recuerdo fenomenal de Riera, de Canteli, de Antonio Landeta... Podíamos tener enfrentamientos, pero éramos fundamentalmente amigos y ninguno de nosotros estaba allí para adquirir prebendas. Digo que aquello fue una locura porque hay cosas para las que no sirves. No representabas nada y las órdenes venían de arriba. El PSOE me propuso para presidente de la Junta, y AP, a Barthe Aza. Se estaba en esa discusión cuando se decidió nombrar al más viejo de los diputados, un señor que era guardabosques. En tal caso, yo quedaría como vicepresidente. Un día se me acerca Carvajal y me dice que lo siente, porque yo no sería vicepresidente, ya que acababa de llegarle un telegrama de Madrid en el que le designaban a él. Pensé que lo mejor era dimitir, pero tenías algo de miedo; había personas que se enfrentaban al partido y lo pasaban mal».

l Enfrentamiento final. «En aquella época hice unas declaraciones a un periódico noruego sobre lo que opinaba acerca de la atención a los drogadictos y manifesté que no existía asistencia, sólo ensayos, muy primarios. Aquello me costó el enfrentamiento final. Ese artículo en el periódico noruego, que conservo, tuvo sus consecuencias. Fue mejor así, porque ya no hacía nada productivo en política».

l Alcoholismo en Asturias. «La tesis doctoral la había dedicado al alcoholismo en Asturias, y realicé después bastantes trabajos sobre esta materia. En La Cadellada veíamos muchos enfermos alcohólicos y en el Hospital atendíamos a enfermos muy graves, y muchos, de delirium tremens. Se bebe mucho en toda España, pero hay que tener en cuenta que en Asturias tenemos la sidra, de la que se producen 30 millones de litros al año y tocamos a 55 litros por habitante. El problema que tienes con los grupos de alcohólicos es que es un grupo relativamente pequeño, pero esos lo beben todo. Y cuando en España prácticamente no había cerveza todavía, aquí ya teníamos la sidra, un factor importante, porque a algún lado tiene que ir ese alcohol».

l Creación y locura. «En los últimos años he dispuesto de tiempo libre y tenía una colección importante de pintura realizada por enfermos mentales. Con la Fundación AstraZéneca preparamos una exposición en Sevilla y otra en Madrid, en centros comerciales, ya que queríamos hacer una encuesta para preguntar qué pensaba la gente sobre las enfermedades mentales. Hicimos 5.000 encuestas y todo aquello se tradujo en un libro en el que estuve trabajando año y pico. Sobre la relación entre arte y locura, lo que se dice en el libro es que la pintura, buena o mala, depende del pintor, no de la esquizofrenia. Hay estadísticas muy amplias en las que se cogen escritores o pintores y se analiza si hay mayor o menor influencia de una enfermedad mental. Lo único que aparece es que en los estados hipomaniacos, es decir, con una euforia leve, aumenta la creatividad y aumenta la frecuencia de la creación, pero no parece una creación nueva. Hay pintores que son enfermos mentales, pero pueden ser buenos o malos. Sí hay fenómenos curiosos, por ejemplo, que un señor lleve 30 años internado en un manicomio y de pronto comienza a pintar y hace exposiciones en Nueva York. Eso no está explicado todavía, aunque en el presente hay iniciativas y se intenta investigar a través del cerebro».

l Años de ácido lisérgico. «Unos tiempos especialmente creativos tenían que haber sido el período hippy y el período beat y no lo son. En pintura se potencian los comics, y en literatura hay una serie de obras como «El almuerzo desnudo» de Burroughs o «El camino» de Kerouac. Los volví a leer recientemente y son unos rollos de no te menees. Tampoco los estados alterados de conciencia se traducen en arte. En aquellos años, la casa Sandoz de medicamentos produjo el primer alucinógeno, el ácido lisérgico, que al principio tenía indicaciones psiquiátricas. Cuando trabajaba en La Cadellada tuve un enfermo obsesivo, de Luarca, con el que no sabíamos qué hacer. Escribí a Sandoz y me mandaron un frasco de 500 dosis de ácido lisérgico. Esto sirve para ver cómo circulaba aquello. Tras el período de los alucinógenos vino el período desgraciado de la heroína y ahora el de la cocaína».

l Un cerebro de gran plasticidad. «La experiencia de un psiquiatra tiene momentos difíciles. Un suicidio es una cosa terrible, que no se te borra en la vida, y empiezas a darle vueltas sobre qué podías haber hecho. Me tocaron en mi vida cuatro o cinco y son momentos absolutamente negativos y frustrantes. Fuera de eso, he estado muy integrado en mi actividad. La locura es una enfermedad del cerebro, a causa de una lesión o de una disfunción, que produce alteraciones. En el presente la psiquiatría actúa con fármacos y colabora con psicoterapeutas y psicoanalistas. En este momento se piensa que una técnica psicoanalítica bien llevada modifica el funcionamiento cerebral. El cerebro, por fortuna, es un órgano de una gran plasticidad».

«Mi padre vio muy mal mi acercamiento a los socialistas; para su generación la izquierda era la de 1934»

«Un día se me acerca Carvajal y me dice que no seré vicepresidente de la Junta porque Madrid le designa a él»

«En los estados hipomaniacos, de euforia leve, aumenta la creatividad y la frecuencia de creación»