Monsacro (Morcín),

E. LAGAR

Los asturianos llevan milenios subiendo a escuchar la voz de Dios al Monsacro, pero es la diosa de Einstein -la energía- quien insiste en parlotear con el excursionista que asciende «a uno de los espacios sagrados, si no el que más, de nuestra región», según sostiene la «Geografía Sagrada de Asturias» de Juan Luis Rodríguez-Vigil y Ramón Rodríguez. La energía eléctrica que salta nerviosa y molestona de torre en torre por la línea Soto-La Robla (400 kilovoltios) es la deidad que interrumpe con un constante frito al caminante en su ascenso desde el pueblo morciniego de Los Llanos. La ruta por la vertiente sur del Monsacro (1.057 metros) es la más fácil para alcanzar el mayáu de les Capilles, lo que permite asomarse así a toda el área central de Asturias para dejar volar la mirada hasta el Cantábrico. Es ese balcón panorámico sobre Oviedo, este lugar mágico desde la Edad del Bronce, refugio de las reliquias del Arca Santa antes de ser trasladadas a la capital, el que se pretende hacer más accesible y revalorizar con el proyecto de teleférico por el que trabaja el Ayuntamiento de Morcín.

La propuesta de teleférico, con un coste estimado de 8 millones de euros, prevé la construcción de un remonte con fines turísticos por la cara norte del Monsacro, la más escarpada. El cable partiría desde las Vegas de Cardeo para llegar al paraje de Valdoveyes, en las proximidades del mayáu de les Capilles. Allí se enclavan, separados por el llamado prau del Ermitaño, dos templos de finales del siglo XIII: la capilla de Santiago y la de la Madalena, que es como los lugareños denominan a la peña del Monsacro.

Esta propuesta de construcción de un teleférico al monte sagrado es, en realidad, un revival. A mediados de los años noventa, el ex alcalde morciniego Juan Rionda, de IU, ya lanzó una similar, aunque en aquel caso la estación de partida era La Foz. Ahora llega la segunda ronda.

Miguel Álvarez va a les vaques en Los Llanos. Tiene 43 años y acaba de prejubilarse de la mina.

-¿Y qué tal?

-Coño, ¿nun me ves? Ando de psicólogos.

Mentira. Está feliz. «Ahora puedo andar todo el día libre, como les cabres». Se va y deja solo al caminante junto a la portilla que da paso a la pista al mayáu de les Capilles. Alguien ha colocado un «gps» infalible: un cartel dice «to parriba». Pues parriba.

Se marchó Miguel y aparece Dios, de repente. En una piedra han rotulado con esmero «María, ruega por nosotros» junto a una cruz y un sagrado corazón. Es la primera estación de un vía crucis que se prolongará hasta el mayáu. Es el último estrato en sumarse a la sucesión de cultos depositados sobre la piel del Monsacro. Son los fieles de María Isabel Antolín, una gijonesa que acude con los suyos los terceros domingos de cada mes y a lo largo de la ascensión acostumbra a entrar en trance. Recibe mensajes de Jesucristo, la Virgen María, ángeles varios y el mismo Dios. La aparición de esa divina cobertura que permite recibir «sms» celestiales suele acontecer en la «estación del texu». Este alto en el camino es, en efecto, un extraño lugar donde un ejemplar del árbol mágico de las astures brota de la caliza. Lástima que el cricrí del tendido de Red Eléctrica de España no se detenga respetuoso en este rinconín frecuentado por las más divinas sustancias.

Unos pasos más adelante, en el lugar conocido como Entrepuertas, el primer atisbo de la panorámica que del cercano Oviedo ofrece el Monsacro invita a acelerar para llegar hasta el mayáu de les Capilles, con su pintoresca estampa y su carga de leyendas, simbolismo y religiosidad. Porque al Monsacro, que es también ruta iniciática para los amantes del montañismo, hay que llevarlo leído antes que andarlo. Y saber que se considera el lugar donde fueron depositadas -en concreto en la ermita de Santiago- las reliquias llegadas de Jerusalén que hoy están en la Cámara Santa antes de que fueran trasladadas a la capital por Alfonso II. Y que en esa ermita, cuya planta octogonal la emparenta con la Orden de los Templarios, está el llamado pozo dolménico de Santo Toribio, de donde los creyentes sacan una tierra que consideran con propiedades curativas.

La simbología del Monsacro da para una novela de Dan Brown o un par de programas de «Cuarto Milenio», pero también ofrece un buen rato de contemplación de un generoso paisaje que, si el teleférico se hace realidad, se hará aún más accesible. Puede el excursionista entretenerse, justo al fondo, distinguiendo la chimenea de la térmica de Aboño y, más hacia acá, la autopista «Y» serpenteando; el monte Naranco tumbándose vago sobre Oviedo, el edificio del nuevo hospital brillando blanco, con forma de tirita sobre el promontorio de La Cadellada y el palacio de Calatrava brotando como un ovni estrellado contra el barrio de Buenavista. A Oriente diríase que está la «trasera» del Sueve y a Occidente, ligeras líneas blancas parecen los eólicos de la costa de Cudillero. Hay mucho.

Luego, de regreso del monte santo, hay un mastín mirando embobado al Sur, a la cumbre nevada del Angliru, envuelta en una luz naranja. Los perros no creen en Dios, pero deben creer en el paisaje.